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FUERA DEL MARGEN

PLAN SOBRE EL PLANETA. LA PROLIFERACION DE LOS MARGENES. F.GUATTARI

Plan sobre el planeta. La proliferación de los márgenes.

Este texto fue escrito en 1979, fue publicado en castellano en la primera epoca de la revista El viejo Topo, 1976-1982. Este texto fue sacado de: "Plan sobre el planeta, Capitalismo Mundial Integrado y Revoluciones Moleculares" Felix Guattari. Prologo Anne Querrien, Edicion y notas Raúl Sanchez Cedillo. Editorial traficantes de sueños, 2004, Madrid, España. Texto descargable en: Http://www.traficantes.net

Indice de temas:

1- Una reordenacion de los antagonismos de clase en los paises desarrollados

2- Una reordenacion de la division internacional del trabajo

3- un nuevo reparto de los grandes subconjuntos internacionales

4- El desarrollo a escala planetarioa de un nuevo tipo de Fascismo

5- La proliferacion de los Margenes

 

NO HAY NADA MENOS MARGINAL que esta cuestión de los márgenes, que atraviesa toda época y todo espacio. Sin un tránsito en el margen no cabe plantear una transformación social, una innovación, mutaciones revolucionarias... Sin embargo,

¿por qué el Orden, la Ley, la «buena forma» parecen conse- guir tomar siempre la delantera? ¿Habrá que postular enton- ces la existencia de una especie de entropía semiótica favo- rable a las significaciones dominantes y cuyo aumento sería inevitable, conforme los flujos retornan sobre objetos defini- dos, territorios cerrados, agujeros negros, asegurando esta completitud, este cierre, anudando la jerarquización de las formaciones sociales?

Sin embargo, hay que desconfiar de las metáforas termo- dinámicas... No nos sirve de nada el principio de una circula- ridad acción-reacción-retorno al estado inicial... Tanto las leyes de una supuesta ciencia de la historia, como las exhorta- ciones morales ahistóricas descuidan las articulaciones micro- políticas que constituyen su verdadera trama. Hay que recha- zar por igual los dos términos de la alternativa: «libre albe- drío/destino» (¡Sea cual fuere la forma dialéctica en que se pre- sente este último!). Hay que desprenderse de los valores y de las normas a priori como evaluación, transevaluación; y es preciso hacer otro tanto con la noción de líneas evolutivas o involutivas del socius. No hay ningún camino real para el cambio, sino una multiplicidad de vías posibles a partir de:

- la inflexión colectiva de las «opciones preferenciales»

producidas por los diversos componentes de un rizoma económico, ecológico, técnico y científico;

- los múltiples destinos posibles semiotizados por las arti- culaciones sociales de cualquier clase o condición, inclui- dos los márgenes.

¿Quiere esto decir que una verdadera revolución es hoy impo- sible? No, pero sí que una revolución molar, visible, a gran escala, es ya inseparable -a menos de que sea fascista /estali- niana- de la expresión, de la dilatación de las revoluciones moleculares que ponen en marcha la economía del deseo.

Dicho de otra manera, rechazo de la causalidad lineal, rechazo del sentido único de la historia. La prueba de lo real

y de la verdad en este campo, responde a una especie de dia- léctica al revés que agota las contradicciones sin llegar a resolverlas, que extrae, a partir de los viejos seudoproblemas

y de situaciones sin salida, residuos asignificantes, maqui- nismos desterritorializados en los que reaparece todo lo que parecía definitivamente perdido.

Se desprende de aquí una tendencia: los antiguos siste- mas totalitarios-totalizados, estratificados, bloqueados por un referente transcendente, pierden su consistencia. Sólo consiguen mantener su dominio sobre los grandes conjuntos sociales a condición de:

- concentrar su poder,

- miniaturizar sus instrumentos coercitivos.

Entre los n posibles escenarios, encontramos dos extremos:

- La consolidación y estabilización del capitalismo mundial integrado. Este nuevo tipo de capitalismo es el resultado de transformaciones y adaptaciones recíprocas entre el capitalismo monopolista y las diferentes formas de capi- talismo de Estado. Integra, en el seno del sistema mun- dial, los diferentes componentes de las sociedades de clase y de castas basadas en la explotación y en la segre- gación social. Ramificados por todo el planeta, sus centros de decisión tienden a adquirir una relativa autonomía respecto a los intereses nacionales de las grandes potencias y a construir una compleja red que no puede ser completa- mente localizada en un espacio político delimitado -red de complejos energéticos, militar-industriales, etc... Su modo de intervención implica un reforzamiento constante del control reticular de los medios de comunicación de masas.

- Una proliferación de los márgenes, de las minorías, de las autonomías (antiguas y nuevas) que conduzca a una explosión de singularidades de deseo (individuales y/o colectivas) y a la aparición de un nuevo tipo de segmen- tariedad social que sustituya a las formaciones de poder propias del Estado-nación.

Así, pues, dada la triple conjunción:

- inflación de los flujos demográficos;

- agotamiento progresivo de los flujos energéticos y de las materias primas;

- aceleración de la concentración maquínica e informática. En el marco de esta primera hipótesis, puede producirse:


1. Una reordenación de los antagonismos de clase en los países desarrollados

- La disminución relativa del número de puestos de tra- bajo en los sectores industriales en los que se asientan la economía del beneficio y el capitalismo de Estado. Con independencia de los imprevisibles rumbos de la deman- da, el crecimiento de los puestos de trabajo en los secto- res productivos tiende, en efecto, a verse limitado por el

«gasto» mundial de energía y materias primas.

- La integración, cada vez más acentuada, de las fraccio- nes «privilegiadas» de la clase obrera a la ideología, al estilo de vida y a los intereses de la pequeña burguesía;

y el desarrollo de nuevas capas sociales de «sin garantí- as»: inmigrantes, mujeres superexplotadas, trabajadores precarios, parados, estudiantes sin salidas, asistidos de todo tipo...


- La aparición de zonas de subdesarrollo en el interior de las grandes potencias. La quiebra de la economía tradi- cional y el fracaso de la descentralización industrial con- ducen a reivindicaciones regionalistas y a movimientos «nacionalistas» cada vez más radicalizados. Lo determinante en la reestructuración de los espacios indus- triales, dentro del despliegue de un «capitalismo periférico», no serán tanto las opciones técnicas como los problemas socio- políticos (cálculo de los riesgos sociales). Durante décadas, las clases obreras y pequeñoburguesas de las metrópolis imperialistas se han «beneficiado» de:

- la existencia de medios de producción menos integra- dos, menos maquínicos que los actuales;

- la sobreexplotación de las colonias.

Dejando a un lado a las categorías de trabajadores más cua- lificados, estas clases deberán «readaptarse», renunciar a un cierto ideal de standing, a determinados «privilegios adquiri- dos». Lo que está en juego no es tanto una carrera entre las grandes potencias para la obtención de los «primeros pues- tos», sino más bien la instauración de una nueva segregación social, homogeneizada a escala planetaria. Mientras en los países más pobres se implantarán élites obreras y técnico- científicas en las escalas más altas, inversamente, en los paí- ses más ricos, subsistirán inmensas zonas de miseria.

Así, pues, la reestructuración del capitalismo, en las anti- guas potencias industriales, pasa por una impugnación de las «conquistas» sociales más antiguas y más queridas por la clase obrera: salarios sociales diferenciados (pensiones, seguros de desempleo, etc...), la negociación colectiva, arbi- trada por el poder del Estado; la protección ejercida por el poder estatal sobre las grandes ramas económicas (empresas estatales, nacionalizadas, subvencionadas, sociedades mix- tas); etc... Desde el punto de vista del capitalismo mundial integrado, dicha protección sólo se justifica en la medida en que concierne a los sectores cuya tasa de beneficio es más baja o nula (infraestructuras, servicios públicos , etc.). Ahora bien, en los sectores punta, los directivos de las multinacio- nales consideran que deben disponer de una gran libertad de acción para tomar decisiones relativas, por ejemplo, a traslados de instalaciones (en los ámbitos regional, nacional, continental), a cuestiones de ámbito tecnológico, energético, etc. Para las burocracias de los países del Este, el problema se plantea en otros términos, pero los objetivos de una explota- ción máxima se encuentran en los debates sobre la participa- ción en los beneficios, la reforma de la planificación, etc.

 

2. Una reordenación de la división internacional del trabajo.

El capitalismo del siglo XIX sólo conquistó su plena libertad de acción en la medida en que logró derribar las barreras espaciales y las relaciones sociales del antiguo régimen (todavía impregnadas de feudalismo).

Hoy, parece que las barreras nacionales, las «franqui- cias», los equilibrios de clase estabilizados y estratificados en la vieja Europa, y sobre todo en la Europa mediterránea, constituyen un estorbo objetivo para el surgimiento de una clase dominante mundial (forjada a partir de la aristocracia burguesa del Oeste y de la burocracia del Este).

La actual crisis mundial tiene por objetivo, en última ins- tancia, la puesta a punto de un nuevo procedimiento de sometimiento económico-político de la fuerza colectiva de trabajo a escala planetaria. La progresiva disolución de las viejas formas de capitalismo de Estado en beneficio de las tecnoestructuras y de los poderes multinacionales -la des- territorialización de los centros de decisión respecto a las entidades nacionales- va acompañada de:

- la promoción relativa de un cierto número de países del Tercer Mundo, correlativa de una tensión constante en el mercado de materias primas; de una pauperización abso- luta de cientos de millones de individuos que habitan aquellos países que no participan de este despegue econó- mico; y de una sobreexplotación de las regiones y países intermedios entre los super ricos y los super pobres;

- la relación cada vez más estrecha entre el Este y el Oeste, y no sólo en el ámbito económico, sino también en lo que atañe a la vigilancia del planeta; cooperación cada vez más estrecha entre tecnócratas, burócratas, policías, etc., de los países del Este y del Oeste;


- una modificación de la carrera armamentística. Ya no se trata tanto de preparar la tercera guerra mundial, como de a) mantener un equilibrio militar -y por ende político y económico- entre las superpotencias; b) conservar un margen suficiente entre estas últimas y las potencias secundarias; c) imponer, en el plano interno, un determi- nado tipo de modelo centralista en el ámbito militar, poli- cial, estratégico, tecnológico, etc.

Observación: Quizá sea esta última preocupación la que con- diciona las dos primeras. En efecto, toda vez que los viejos modelos de centralismo político están demasiado marcados, para el capitalismo mundial integrado se torna necesario superar la contradicción aparente entre:

- La disolución relativa de los poderes nacionales en sec- tores como el energético, el de las materias primas, el de las instalaciones industriales, el de las opciones tecnoló- gicas, monetarias, etc.

- La necesidad de reinstituir, de territorializar la fuerza colectiva de trabajo sobre un nuevo tipo de formación de poder. La nueva aristocracia mundial burocrático-burguesa conti- nuará basándose en la jerarquía de las potencias internacio- nales, pero tiende cada vez más a no identificarse con nin- guna de ellas en particular. (Al igual que antaño fue necesa- rio acabar con el mito de las «200 familias», hoy debemos tomar distancias respecto al mito de la primacía absoluta del capitalismo germano-estadounidense. El verdadero blanco dista de presentarse tan concentrado. Los focos más virulen- tos del capitalismo se encuentran tanto en el Este como en el Oeste o en los países del Tercer Mundo.)

3. Un nuevo reparto de los grandes subconjuntos internacionales.

La fórmula en curso de experimentación que constituye el

«modelo alemán» -paralela a la tentativa de instauración de un «espacio europeo»- trata de conciliar:

- La integración de una aristocracia obrera cada vez más alejada del proletariado de las potencias de segunda fila.

- Una intensificación de la capacidad represiva de los poderes de Estado, en particular en los ámbitos de la sociedad civil.

- Una absoluta disponibilidad respecto a los centros de decisión del capitalismo mundial integrado (un tejido multicentrado, transnacional, desterritorializado).

Se trata en definitiva, de conservar la unión entre:

- En el plano local: una reterritorialización idiosincrática de la fuerza de trabajo. (Función primordial del control mediante los medios de comunicación de masas en la modelación de los individuos y en el establecimiento de un consenso mayoritario en favor del orden establecido.)

- En el plano europeo: una gestión «comunitaria» del control social y de la represión.

- En el plano mundial: una adaptación sin fisuras al nuevo funcionamiento del capitalismo.

Asimismo, podríamos tomar en consideración otras tentati- vas de reestructuración de los espacios económicos y socia- les por parte del capitalismo mundial integrado, como es el caso de:

- El proyecto de una fuerza interafricana apoyada por Francia y EE.UU. para contrarrestar la intervención cuba- no-soviética. El único resultado tangible de estas intro- misiones sería la intensificación del dominio del capita- lismo mundial sobre África.

- La función cada vez más importante que parece desti- nado a desempeñar Brasil en América Latina


Todos estos ejemplos muestran que el papel de «policía

internacional» atribuido hasta ahora a EE.UU. y a la URSS - recuérdese el caso de Suez- han pasado a manos de instan- cias internacionales, que no por ser más difíciles de localizar, resultan menos implacables.

4. El desarrollo a escala planetaria de un nuevo tipo de fascismo

En cierto sentido, al capitalismo mundial integrado le intere- sará evitar al máximo las soluciones autoritarias clásicas que implican el apoyo y el mantenimiento de burocracias políti- cas, de castas militares, y la adopción de fórmulas de com- promiso con las estructuras nacionales tradicionales suscep- tibles de ir en contra de su propia lógica transnacional y des- territorializante. Preferiría apoyarse en unos sistemas de con- trol más flexibles que pusiesen en marcha mecanismos minia- turizados: en vez de la represión policial directa, la vigilancia mutua de las instituciones, de los trabajadores sociales, de los psiquiatras, una tele «seductora» en vez de una pesada buro- cracia que aplaste toda iniciativa en las instituciones...

Sin embargo, la crisis general a largo plazo que paraliza desde hace años el conjunto de los mecanismos económicos está provocando el hundimiento de la ideología del capitalismo modernista que ha caracterizado el tercer cuarto del siglo XX.

Los antiguos equilibrios de clase, las viejas formas de arbi- traje del Estado entre los diferentes subconjuntos de la bur- guesía, las garantías políticas y jurídicas propias de la demo- cracia burguesa: todo debe ser puesto en tela de juicio, como han expresado claramente los super-managers de la Comisión Trilateral. El capitalismo mundial integrado solo puede alber- gar esperanzas de sobrevivir si controla el funcionamiento de:

- las relaciones internacionales y los grandes movimien- tos sociales (ejemplo: la manipulación de la «Revolución de los claveles» en Portugal o las intervenciones actuales en Italia);

- los engranajes estatales (incluidos los engranajes judi- ciales, de ahí la importancia de la resistencia actual en el ámbito de la magistratura y de la abogacía);

- los engranajes sindicales, comités de empresa, etc... Las negociaciones contractuales con los asalariados deberían considerarse a partir de este momento como parte inte- grante del funcionamiento normal de las empresas, mien- tras que los sindicatos deberían funcionar de la misma forma que un equipo de estudios encargado de las relacio- nes con el personal;

- las instituciones, las escuelas, las universidades y todo aquello que contribuye a modelar la fuerza de trabajo colectiva;

- los engranajes de la prensa, del cine, de la televisión, etc.,

y de todo lo que contribuye a modelar la subjetividad familiar e individual. Toda disidencia en la cabeza de un solo individuo, resulta peligrosa en la medida que puede ser contagiosa. Así, pues, es preciso no perder de vista a los disidentes y a los marginales de todo tipo, ni siquiera en el ámbito de sus reacciones inconscientes. La partida, sin embargo, todavía no ha terminado. Hasta este momento, el capitalismo mundial ha demostrado ser absoluta- mente incapaz de proponer una solución a los problemas fun- damentales del planeta (crecimiento demográfico, devastación ecológica, definición de las nuevas finalidades de la produc- ción, etc.). Sus respuestas ante los problemas energéticos y la escasez de materias primas no auguran nada bueno a inmen- sas masas de población. Los actuales organismos internacio- nales son incapaces de arbitrar los conflictos entre potencias; antes bien, parecen haber adoptado el principio de habilitar ciertas «válvulas de seguridad» como los conflictos militares endémicos (guerras de Oriente Medio, conflictos africanos, etc...). No creemos hacer alarde de una excesiva demagogia si afirmamos que la desilusión y la cólera contra esta «ges- tión» de los intereses de la humanidad crecen constante- mente: el capitalismo lo sabe y se esfuerza en hacer frente a la contestación y a la revuelta.

 

El nuevo orden totalitario en el que trabajan «los exper- tos» de la Comisión Trilateral y los managers del capitalismo mundial integrado no puede, sin embargo, asimilarse lisa y llanamente a los fascismos nacionales de tipo hitleriano o mussoliniano. Este nuevo orden estará en todas partes y en ninguna. Contaminará zonas enteras del planeta, pero al lado de zonas de hiperrepresión habrá zonas de relativa libertad. Y a su vez, el trazado de estas zonas fluctuará. Sus medios de acción no serán exclusivamente los instrumentos de poder del Estado, sino también los vectores que contribu- yen a la formación de la fuerza de trabajo, al modelado de cada individuo, a la imposición de determinado estilo de vida, esto es, los sistemas de servidumbre semiótica que introducen la escuela, el deporte comercial, los medios de comunicación de masas, la publicidad o las técnicas «asis- tenciales» de todo tipo (asistencia social, psicoanálisis a gran escala, animación cultural...)

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5. La proliferación de los márgenes

El capitalismo mundial integrado no pretende aplastar de un modo sistemático y generalizado a las masas obreras, a las mujeres, a los jóvenes, a las minorías... Los medios de pro- ducción en los que se asienta exigen una cierta maleabilidad

de las relaciones sociales y de las relaciones de producción, y un mínimo de capacidad de adaptación a las nuevas for- mas de sensibilidad y a los nuevos tipos de relaciones huma- nas en las que se van produciendo diferentes «mutaciones».

(Recuperación publicitaria de los «inventos» marginales; tole- rancia relativa respecto a zonas de laisser faire...) En estas con- diciones, una contestación semitolerada, semiestimulada y recuperada podría formar intrínsecamente parte del sistema.

Otras formas de contestación, en cambio, resultan mucho más peligrosas en la medida en que afectan las relaciones básicas de este sistema (respeto del trabajo, de la jerarquía, del poder de Estado, de la religión consumista...). Resulta imposible trazar, de un modo neto y bien definido, una línea de demarcación entre la marginalidad recuperable y los otros tipos de marginalidad, aquellos que prefiguran el camino de verdaderas revoluciones moleculares. Las fronteras entre ambos tipos de marginalidad son fluctuantes en el espacio y en el tiempo. Todo consiste en saber si se trata , en última instancia, de un fenómeno que se mantendrá «al borde» del socius -con independencia de su amplitud o que lo pondrá radicalmente en tela de juicio. Lo característi co de lo «molecular» es el hecho de que las líneas de fuga convergen con las líneas objetivas de desterritorialización del sistema, creando una aspiración irreversible a nuevos espacios de libertad. (Ejemplo de dichas líneas de fuga: las radios libres.La evolución tecnológica, en particular la miniaturización de los emisores y el hecho de que puedan ser «montadas» por aficionados, «coincide» con una aspiración colectiva a encon- trar nuevos medios de expresión.)

Para valorar las posibilidades de transformación revolu- cionaria en el periodo que se está abriendo hay que tomar en consideración diversos factores, tanto en el plano «objetivo» como en el plano de las nuevas prácticas sociales.

¿Logrará el capitalismo mundial integrado fundar un orden social que sea aceptado por la mayoría y que implique una acentuación de la segregación social? El capital -tanto en el Este como en el Oeste- no es sino capital de poder, es decir, un modo de semiotización, de homogeneización y de trans- misión de las diferentes formas de poder (poder sobre los bienes, sobre el trabajo, sobre los subalternos, sobre los «infe- riores», poder sobre los allegados, sobre la familia, etc.). Sólo

la aparición de nuevos modos de relación en el mundo y en el socius permitirá transformar esta «fijación libidinal» de los individuos al sistema del Capital y a sus distintas formas de cristalización del poder. En efecto, si éste se mantiene se debe a que la inmensa mayoría de los individuos no solo participa en él, sino que se adhiere inconscientemente al mismo. El derrocamiento del capitalismo moderno no es, por lo tanto, una simple lucha contra el sometimiento mate- rial y contra las formas visibles de la represión; atañe tam- bién y sobre todo a la creación de una multiplicidad de fun- cionamientos alternativos.

Desde 1968, no dejan de aparecer «frentes de lucha» de un tipo completamente distinto de aquellos que caracteriza- ron al movimiento obrero tradicional (los trabajadores inmi- grantes que rechazan el trabajo que se les quiere imponer, los parados, las mujeres sobreexplotadas, los ecologistas, los «nacionalistas», los psiquiatrizados, los homosexuales, los viejos, los jóvenes , etc...). ¿Acabarán integrándose sus obje- tivos en el marco de las «reivindicaciones» que el sistema puede tolerar? ¿O comenzarán a proliferar, a partir de estos movimientos, vectores de revolución molecular (ilocaliza- bles con las coordenadas dominantes, autoproductores de sus propios ejes de referencia, relacionados entre sí correspondencias subterráneas, transversales y, precisamente por ello, en condiciones de desarrollar una labor de des- gaste de las antiguas relaciones productivas, sociales, fami- liares, corporales, sexuales, cósmicas...) ?

¿Quedarán estas microrrevoluciones, estas profundas impugnaciones de las relaciones de socialidad, arrinconadas en esferas restringidas del campo social? ¿O bien serán arti- culadas entre sí por una nueva «segmentariedad social», que no por ello significará un restablecimiento de la jerarquía y de la segregación? En pocas palabras, ¿lograrán todas estas microrrevoluciones configurar una nueva revolución? ¿Serán capaces de «asumir» no sólo los problemas locales, sino la gestión de los grandes conjuntos económicos?

O, lo que viene a ser lo mismo: ¿lograremos zafarnos de las diferentes utopías del «retorno»? Retorno a las fuentes, a la naturaleza, a la trascendencia... Las líneas de desterrito- rialización «objetivas» son irreversibles. Habrá que tener en cuenta el «progreso» científico y técnico, o de lo contrario nada será posible y el poder capitalista mundial llevará siempre las de ganar. Ejemplo: las luchas por la autodeterminación en Córcega

y en Bretaña... Es evidente que, en el futuro, no harán más que intensificarse. ¿Se trata acaso de un «retorno»? Lo que está en juego es, en realidad, la promoción de una nueva Córcega, de una nueva Bretaña, y también de una nueva Sarcelles, de una nueva Yvelines... Se trata de reescribir de nuevo el pasado, sin vergüenzas, sobre la trama de un futuro abierto. Por otra parte, las reivindicaciones minoritarias, las reivindicaciones «nacionalitarias», podrían llevar en su seno determinado tipo de poder de Estado, de poder de sometimiento, es decir, determinados virus capitalistas.

¿Cómo serán las formas de resistencia de los sectores más tradicionales zarandeados por la evolución actual del capitalis- mo mundial integrado? Los sindicatos, los partidos de la izquierda clásica, ¿se dejarán manipular indefinidamente por el capitalismo modernista o sufrirán transformaciones profundas?

Es imposible predecir las formas de lucha y de organización que cobrará en el futuro esa revolución que se anuncia. Las espadas están en alto, pero hay una serie de puntos que ya se pueden considerar definitivos. Y no acerca de cómo serán las cosas, sino acerca de cómo no serán.

- No se centrarán únicamente en objetivos cuantitativos,sino que pondrán en tela de juicio las finalidades del tra- bajo, y por consiguiente, las del ocio y la cultura; el medio ambiente, la vida cotidiana, la vida doméstica, la relación hombre/mujer, adulto/niño, la percepción del tiempo, el sentido de la vida...

- No se centrarán únicamente en las clases obreras-indus- triales-cualificadas-blancas-masculinas-adultas (fin del mito de los revolucionarios de las fábricas Putilov de1917). Hoy, la producción ya no puede identificarse con

la industria pesada. En lo esencial, en la producción actual intervienen tanto las máquinas como los ordena- dores, los dispositivos sociales como los mecanismos de intervención técnico-científicos; es inseparable de la fuerza de trabajo, empezando por el «trabajo» de los niños desde su más tierna infancia, involucra además a esa célula de «mantenimiento», de reproducción y de formación que es la familia y cuya gestión, en las actuales condicio- nes de opresión, recae en lo esencial sobre las mujeres.

- No se centrarán únicamente en un partido de vanguar- dia concebido como sujeto pensante de las luchas y con arreglo al cual será determinado el conjunto de los «movi- mientos de masas». Serán policéntricas, de tal suerte que sus diferentes componentes no estarán necesariamente coordinados, no tendrán por qué hablar el mismo idioma estereotipado. Entre ellas podrán surgir contradicciones, incluso antagonismos irreductibles (ejemplo: el punto de vista específico de las mujeres respecto a los movimientos predominantemente masculinos). La contradicción, en este caso, no paraliza la acción; constituye la prueba de que se ha puesto en tela de juicio una postura singular, un

«deseo especifico».

- No se centrarán en un ámbito nacional. Imbricadas en la realidad más cotidiana, afectarán también a conjuntos sociales que desbordarán por todas partes el ámbito nacional. En la actualidad, cualquier perspectiva de lucha que se formule únicamente en un ámbito nacional ve anu- lada por anticipado su eficacia. Los partidos y los grupús- culos, tanto los reformistas como los revolucionarios, que se limitan al objetivo exclusivo de la «conquista del poder político del Estado», se condenan a sí mismos a la impo- tencia. (Ejemplo: la solución del «problema italiano» no la tienen ni los comunistas, ni los socialistas, ¡pero tampoclos autónomos! Esa solución presupone un movimiento de luchas que ha de desarrollarse como mínimo en cuatro o cinco países europeos.)

- No se centrarán en un corpus teórico único. Sus diferentes componentes elaborarán, cada uno en su ámbito y con arreglo a su propio ritmo, los modos de semiotiza- ción que les permitan definir y orientar su acción. Reaparece aquí el problema de la desaparición de la divi- sión entre el trabajo productivo y el trabajo científico-cul- tural, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual.

- Rechazarán la compartimentación entre valores de cam- bio, valores de uso y valores de deseo, ya que esta com- partimentación constituye uno de los pilares principales de las formaciones de poder encerradas en sí mismas y jerarquizadas, en las que se asientan el capitalismo y la segregación social.

La producción social está controlada por las «élites» capitalis- tas y tecnocráticas y cada vez más separada de los intereses y de los deseos de los individuos. Esta producción conduce a:

- una sistemática sobrevaloración de industrias que com- prometen el futuro mismo de la especie humana (carrera armamentística, centrales nucleares...);

- una subestimación de valores de uso esenciales (el ham- bre en el mundo, la protección del medio ambiente...);

- el laminado y la represión de los deseos en su singularidad, es decir, a la pérdida de sentido de la vida.

En estas condiciones, la perspectiva de transformaciones revolucionarias, y la capacidad colectiva de hacerse cargo de la vida cotidiana y de los deseos, en todos los ámbitos del campo social, se han tornado en instancias absolutamente inseparables.

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