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FUERA DEL MARGEN

4.48 PSICOSIS: de Sarah Kane

ENTREVISTA A ALEXANDER LOWEN

Traducción del video:

"ALEXANDER LOWEN: Análisis Bioenergético y

 100 años de Wilhelm Reich"

 

SOBAB -Sociedade Brasileira de Análise Bioenergética-

Entrevista a Alexander Lowen realizada por Myriam Campos

(1997, NY)

 

 

 

Traducción: Luis Gonçalvez

 

 

 

 

 

 

 

ALEXANDER LOWEN: ANÁLISIS BIOENERGÉTICO

& 100 AÑOS DE WILHELM REICH

Entrevista realizada al Dr. Alexander Lowen por la Psic. Myrian de Campos, International Trainer del IIBA (video de la SOBAB, 1997).

 

 

Estamos en la ciudad de New York, en el escritorio del International Institute for Bioenergetic Analysis. Tenemos el placer de hablar con el Dr. Alexander Lowen, el fundador del Análisis Bioenergético, para la conmemoración de los 100 años de Wilhelm Reich.

Dr. Lowen, ¿cómo conoció al Dr. Wilhelm Reich?

 

Conocí al Dr. Reich en 1940. Él había llegado de Noruega el año anterior y había sido aceptado como profesor en la New School for Social Research. Yo particularmente en ese momento estaba en un dilema en mi vida. Era profesor de educación física en la escuela, en la ciudad de New York. También era abogado, con dos diplomas en derecho, uno como Bachiller y uno como Doctor, y estaba buscando un lugar al que pertenecer, en el que pudiera funcionar. Al mismo tiempo estaba muy interesado en la "cultura física". Estaba  dando clases en varios campos y estaba escribiendo un libro sobre ejercicios físicos y sentimientos. Pero la conexión entre el cuerpo y la mente era algo que no comprendía totalmente, y extrañamente, no podía encontrar alguien que realmente conociera esta conexión. Por coincidencia me llegó un folleto de la New School for Social Research y vi que Reich estaba ofreciendo un curso llamado Análisis del Carácter, en el cual él hablaba sobre la relación entre el cuerpo y la mente, de una manera que tenía sentido para mí. Reich describió aquella relación diciendo que la mente influencia el cuerpo y que el cuerpo influencia la mente, pero también que ellos son ambos un aspecto unitario, ambos tienen la misma relación con el individuo, o sea, la persona es la misma al nivel de la mente y al nivel corporal. Yo estaba fascinado con esa idea. Reich me invitó a una entrevista y me encontré con él. En la misma concordamos en que comenzara a hacer el curso. Desde el comienzo estaba muy impresionado por su habilidad al dar conferencias. Él comenzó hablando sobre los conceptos freudianos de represión y de histeria. Reich decía, por ejemplo, que es normal que cuando una persona tiene una experiencia traumática temprano en la vida pueda manifestarse más tarde como un síntoma histérico: desmayo, afasia, parálisis en el brazo, etc. Volviendo al pasado, podríamos encontrar en la vida de esa persona el hecho que generó este fenómeno. Pero Reich decía que nadie explicaba lo que sucede en el intervalo entre el incidente en la infancia y el síntoma, que se desenvuelve más tarde. Porqué y cómo eso ocurrió, y cuando eso ocurrió. Él le llamó a esto el factor económico. Yo estaba muy impresionado con su habilidad para ver el problema de una manera que nadie más había conseguido enfocar. Había otros problemas envolviendo la idea de represión que Reich no desarrolló, de los cuales hablaré más adelante. Pero estaba tan fascinado con él, que esta fascinación continuó a lo largo del curso. Reich ponía mucho énfasis sobre la sexualidad como uno de los factores principales de la personalidad, pero esto no se desarrolló en el curso. Cuando el mismo terminó estaba convencido de que Reich tenía mucho para ofrecerme. Y entonces continué mi contacto con él. Reich hablaba sobre sus ideas, ideas sexuales, y de su deseo de llevar estas ideas sexuales a las personas de EEUU. Le ayudé a hacer algunos contactos para promoverlas pero no se pudieron desarrollar. En ese tiempo aumentó mi apreciación de la dedicación de Reich al bienestar humano y su claro entendimiento del asunto. Al final no había nada desarrollado, y dos años después de finalizado el curso, continuaba muy próximo a Reich y él entonces me dijo: "Lowen, si Ud. está interesado en este trabajo tiene que hacer terapia conmigo". Comencé la terapia con Reich en 1942 e hice terapia por tres años.

 

Dr. Lowen, ¿podría hablar un poco más sobre las ideas de Reich y como éstas influyeron en su trabajo?

 

Sí. Déjeme describirle la primera sesión de terapia que tuve con Reich en 1942. Me pidió que me acostara en el diván. Yo estaba desnudo y él me dice: "Lowen, respire".  Respirar es un aspecto fundamental de la Terapia Reichiana. Esto surgió de una experiencia que tuvo como psicoanalista, al observar que uno de los pacientes que estaba analizando recostado en el diván (con Reich sentado detrás de él), paró su asociación libre. Percibiendo que el paciente había parado de respirar, y en vez de incentivar la continuación de la comunicación a través de la palabra, Reich le dice: "Ud. está conteniendo su respiración". Cuando la persona comenzó a respirar profundamente, varias emociones surgieron: se entristeció, comenzó a llorar, etc. Reich percibió que el mecanismo de represión tenía que ver con la respiración contenida. Si Ud. quiere hacer salir al paciente de ese estado de represión, hágalo conciente de donde esto ocurrió en su infancia, y la mejor forma de hacerlo es animar al paciente a respirar profundamente. Me acosté en el diván y Reich me dijo: "Lowen, respire", y yo respiré. Después de algunos minutos él me dijo: "Ud. no está respirando" y yo le dije "Claro que estoy respirando". Y él me dice: "Su pecho no se está moviendo". Cuando comencé a profundizar la respiración mi pecho comenzó a moverse. Cuando respiraba más profundamente él me decía: "Lowen, abra bien los ojos". Hice lo que me pedía. No se cómo, sin percibir lo que eso significaba para mí, di un grito que surgió de dentro de mí. Repetí  la experiencia y grité nuevamente. Y fue el fin de la primera sesión. En las posteriores sesiones nos concentramos solamente en la respiración. Lo que Reich entendía por respirar no era solamente hacer ejercicios respiratorios, sino permitirse respirar espontáneamente para que se produzcan reacciones involuntarias en el cuerpo. Respirar es involuntario: "lo que tenga que suceder, déjelo suceder; entréguese a su cuerpo", es lo que puedo decir hoy. Muchas cosas interesantes sucedieron en aquel proceso. Tuve el sentimiento de que estaba acostado en una cama mirando para arriba y viendo una imagen. En las próximas sesiones este sentimiento se volvió cada vez más fuerte y un día, mirando para arriba, vi la imagen del rostro de mi madre. Cuando vi aquella imagen me sentí como un bebé llorando en su cochecito, tal vez con nueve meses. Mi madre estaba haciendo las tareas de la casa y estaba molesta porque yo estaba llorando. Ella vino y cuando vi esa expresión de molestia, paré de llorar y me congelé. Aquel grito que di, en mi primera sesión con Reich, era el grito que no di cuando tenía mueve meses, y mi madre me asustó terriblemente. Fue una experiencia magnífica. Me mostró la potencia de trabajar con el cuerpo. Luego, en el nivel corporal, sucedieron otras cosas maravillosas. Tuve una experiencia en donde mi cuerpo comenzó a moverse involuntariamente y quedé boca abajo, golpeando en la cama; todo sin premeditar. Vi el rostro de mi padre y percibí que estaba pegándole a él, porque le estaba retribuyendo sus golpes. Mi terapia con Reich continuó en esa línea por aproximadamente dos años y medio, tres años. Al comienzo iba tres veces por semana. Al final de todo esto sucedieron otras cosas. Hubo una situación transferencial en donde sufro un  colapso y comienzo a llorar profundamente, contándole a Reich cuanto estaba buscando la figura de mi padre. De aquel momento en adelante mi cuerpo se tornó más vivo, estaba casi 100% vivo, y experimenté sentimientos de  alegría como nunca había tenido antes. Al mismo tiempo la respiración se volvió más libre para la entrega. Las ondas pasaban por mi cuerpo,  mi pelvis se movía espontáneamente para adelante en la espiración y para atrás en la inspiración, lo que  me traía sentimientos corporales agradables, sentimientos de alegría. Yo sabía que ese era mi lugar. Terminé mi terapia con Reich en 1945 y entonces sabía que quería ser un Terapeuta Reichiano. Estaba planeando ir a una escuela de medicina en Suiza para recibirme y trabajar con más autoridad. En ese momento Reich estaba trabajando con Análisis del Carácter.

 

Dr. Lowen, ¿podría describir más la influencia de Reich en su trabajo?

 

         Le hablé antes sobre el hecho de que la respiración es la llave en la terapia de Reich. Hay otro aspecto importante en la terapia, que es leer el cuerpo, entender la estructura del carácter del paciente. Reich escribió un libro sobre análisis del carácter en donde describe la importancia de entender el carácter del paciente, en la medida en que el mismo contiene su historia. Otros analistas sabían esto, pero ninguno de ellos miró para el cuerpo del paciente como el depositario de su historia. Reich estudió el carácter desde el  punto de vista de la expresión del cuerpo del paciente, y este ítem se tornó la piedra fundamental para todo el trabajo de Bioenergética. Si miramos atentamente el cuerpo de una persona,  el mismo contiene su historia porque cada experiencia por la cual la persona pasa, es de alguna manera, registrada en su cuerpo. Probablemente no podamos leer todas las experiencias, pero las dominantes aparecen. Por ejemplo, una persona con el mentón rígido, nos dice algo sobre el tipo de persona que es: una persona muy determinada. También nos dice que esa determinación se desenvolvió cuando era un niño en la fase oral, en la medida en que ese rasgo se desarrolla cuando el niño usa la boca como medio de auto expresión. Nosotros miramos la forma de sus hombros, la expresión de su rostro, su mirada, la manera en que la persona se para, se sostiene de pie, etc. Un análisis completo de la expresión del cuerpo nos dice quien es la persona, y nos cuenta lo que está detrás. Así como un leñador puede observar, en el corte transversal de un árbol, la historia del árbol, en el Análisis Bioenergético podemos mirar para el cuerpo y decir, de alguna forma, la historia de la persona. Porque la historia fue reprimida y el paciente no se acuerda en parte de la misma. En el Análisis esto se hace a través de la interpretación de los sueños para encontrar la historia de la persona. Pero Ud. puede, además, interpretar la expresión del cuerpo que tiene enfrente de sí. Entonces Ud. trabaja directamente con el cuerpo, que refleja la estructura  de carácter, para ayudar a la persona a liberarse de las tensiones, de los traumas de su infancia, y darle la posibilidad de experimentar la plenitud y el placer de la vida; que podría ser el placer sexual: que sería el concepto reichiano de potencia orgástica, el éxtasis de la total rendición sexual.  Esto implica que el paciente pueda desarrollar el potencial de ser una persona completa en todo lo que hace, en la posesión de sus facultades, no sólo las mentales sino también y especialmente las facultades biofísicas. Este énfasis sobre el trabajo con el cuerpo, se ve y se entiende en la búsqueda de técnicas que eliminen o reduzcan las tensiones (que son la experiencia estructurada en el cuerpo). Es la base del Análisis Bioenergético, así como fue la base del trabajo de Reich. Hay una diferencia en la manera en cómo trabajaba Reich a como trabajamos hoy en la actualidad. Por ejemplo, si un área del cuerpo estuviera muy tensa, él la tocaría y la presionaría un poco intentando relajar esos músculos.  Nosotros hoy usamos técnicas más dinámicas. Como Reich lo hacía, comenzamos con un entendimiento de la persona en términos de su cuerpo y de su expresión. La manera en cómo respira, la manera cómo no respira. Lo hacemos respirar y lo colocamos en contacto con las tensiones de su cuerpo, cómo se sostiene: amedrentado, agresivo, triste. Usando las técnicas Bioenergéticas nosotros podemos relajar las tensiones y descargarlas a través de la expresión emocional. Es importante en la Bioenergética, como en todas las teorías de los seres humanos, percibir que el cuerpo es la persona. Esta es una de las grandes adquisiciones de Reich: focalizar la personalidad en el cuerpo y no sólo en la mente. En un nivel profundo yo no soy lo que pienso pero soy lo que siento. El sentimiento es un concepto corporal. El Análisis Bioenergético está fundamentado en el cuerpo, en entender el cuerpo, y esta es una de las grandes cosas que Reich me proporcionó y que desarrollamos en el Análisis Bioenergético. Hay mucho para hablar sobre eso, estoy apenas citando los puntos principales.

 

         Pienso que lo que Ud. dice es muy importante, la persona es su cuerpo. Me gustaría saber un poco más sobre ese punto y además porqué se separó entonces de Reich y del movimiento reichiano.

 

         Cuando volví de Suiza, donde me recibí de médico, las cosas habían cambiado mucho en el movimiento reichiano. Reich estaba muy envuelto personalmente en el concepto de energía orgónica. Él creía que se podía hacer terapia, cargando a las personas, trabajando con acumuladores y otros inventos de la energía orgónica. Mi propio sentimiento, luego de mi separación de Reich y de mi viaje a Suiza, era de que por más que esa terapia me hubiese ayudado mucho, aun había dejado algunos problemas no resueltos en mi propia personalidad. Los sentimientos buenos, que tenía cuando terminó la terapia, no permanecieron con el correr de los años y luego los perdí. Pude percibir que tenía algunos problemas que no fueron abordados en la terapia con Reich. Por ejemplo, nosotros trabajábamos siempre de espaldas, en posición supina, y el sentimiento de mis piernas y el soporte que recibía de mis piernas no era tomado en consideración en la terapia, y yo nunca creí que mis piernas pudiesen darme ese tipo de soporte. Había problemas de la personalidad que Reich no mencionaba. Concluí que la terapia de Reich era probablemente lo mejor que podría haber tenido, pero yo quería ir más profundo en el entendimiento analítico, y trabajar más activamente en el nivel físico. En ese punto yo no rompí totalmente con Reich, pero sabía que tenía que hacer algunos cambios en la manera en que Reich trabajaba en terapia. La ruptura con el movimiento reichiano ocurre porque, en ese momento, las personas que rodeaban a Reich se congelaron en una estructura jerárquica en la cual, como en cualquier grupo que tiene un líder, Reich se tornó la cabeza, casi como un gurú. Los terapeutas comenzaron a seguirlo: "nosotros salvaremos a las personas", y los pacientes creían:  "nosotros seremos salvados", y quienes no acreditaban en Reich estaban perdidos. En un sentido profundo, era una estructura jerárquica que se transformó en un culto. También en  esa época había algunos sentimientos paranoicos que vinieron a través de Reich, con los cuales yo no me identificaba. En ese entonces entendí que me tenía que separar. Pero la separación significó desenvolver mejor mis propias ideas de que el cuerpo es la llave del proceso. Y eso significó, por ejemplo, una aproximación más activa con el cuerpo. Todo el tiempo que estuve trabajando con Reich yo permanecía acostado en el diván. Cuando comencé con el Análisis Bioenergético, comencé por permanecer de pie, observando y  mostrándole a los pacientes cómo permanecen de pie y cómo sienten sus pies. Este es uno de los principales principios del Análisis Bioenergético, llamado grounding (enraizamiento). Es decir, nosotros trabajamos con las personas acostadas en el diván, trabajamos con ellas de pie y trabajamos con ellas sentadas. Reich sólo trabajaba con ellas acostadas. Para ir más allá teníamos que encontrar maneras en las cuales pudiéramos ser más eficaces. La falla de la terapia de Reich no ocurrió solamente conmigo; otros pacientes que hacían terapia con él también perdieron parte de sus buenos sentimientos que tenían. Reich tenía mucho poder y carisma, y eso ayudaba a las personas a que se entregaran. Pero cuando él no estaba cerca, nadie podía mantener ese estado de entrega. Por lo tanto, nosotros precisábamos una terapia mucho más activa para hacer a las personas más concientes y más capaces de expresarse, más allá de una manera pasiva de entrega. Desde entonces la Bioenergética se tornó una terapia mucho más activa. Nosotros hacemos ejercicios que permiten rendirnos a los procesos involuntarios, pero hacemos además un trabajo analítico profundo. Al mismo tiempo Reich comenzó a tener una serie de problemas. En 1954, por ejemplo,  tuvo un problema con la Food and Drug Administration, que lo acusó de promover un aparato fraudulento llamado acumulador de energía orgónica. Yo tenía un acumulador que usaba y lo encontraba útil. Ellos lo llevan a juicio con la intención de que Reich parase de usar el acumulador. Infelizmente uno de los seguidores de Reich, más neurótico de lo que debería ser, le declara a las autoridades que Reich estaba violando las leyes, embarcando acumuladores para el exterior. Ellos tenían agentes observándolo y lo detienen embarcando los acumuladores. Reich fue llevado a juicio, condenado y enviado a prisión por dos años. Pero el problema estaba en la organización reichiana en sí,. Esta no estaba basada en el trabajo corporal, estaba basada en la creencia de que Reich tenía todas las respuestas, que sus seguidores eran aquellos que sabían todo y por lo tanto serían salvados. Existe una irrealidad sobre eso que debe ser separada.

 

         ¿Después de separarse de Reich como se desarrolla su trabajo y el Análisis Bioenergético?

 

         La ruptura con el movimiento reichiano y con las ideas de Reich sobre la terapia orgonómica ocurre en 1954. El Instituto fue establecido en 1956 y eso significa hoy en día mas de 40 años de desarrollo desde la separación. Yo nunca abandoné las ideas fundamentales de Reich acerca de que el cuerpo es la piedra fundamental de la personalidad, ni de que la sexualidad es el proceso energético básico del cuerpo, o por lo menos que la sexualidad es un nivel profundo del proceso básico del cuerpo. Claro que respirar es una parte, el latido del corazón es otra parte, pero la importancia de la sexualidad es central. Esta es una de las cosas en las que Reich creía fuertemente. La otra es la creencia de la potencia y la habilidad del cuerpo en curarse, cuando te rindes a él. Reich era básicamente un naturalista. Él creía en la naturaleza, en los procesos naturales, y por eso él creía tan fuertemente en el cuerpo. El problema luego de la separación con Reich era cómo desarrollar esta idea  junto con un abordaje más activo e integrativo en los niveles psicológico y físico. Me llevó un largo tiempo entender esa relación funcional entre lo psicológico y lo físico de un modo claro y operativo. Por ejemplo, el uso de la voz nunca fue una herramienta en la terapia de Reich ni en los principios del Análisis Bioenergético. Encontrábamos que era difícil que las personas desarrollaran espontáneamente la habilidad de usar sus voces de una forma expresiva. Cuando Ud. le pregunta a un paciente si llora, él dice: "Sí, yo puedo llorar". Pero cuando Ud. lo observa llorando ve pocas lágrimas, un llanto poco profunda y una respiración  superficial. Con el  pasar de los años le pasé a dar más importancia a la voz, a la habilidad de usar la voz en todos sus niveles. Por ejemplo, hablar con una voz profunda y sólida, y ser capaz de elevar el tono de la voz, más y más alto. Cuánto mas elevas la voz, más se retorna al bebé. Porque los bebés pueden gritar y los adultos no pueden. Entonces Ud. tiene que encontrar las maneras de hacer que las personas re-aprendan a gritar. Uno de los grandes cambios en el Análisis Bioenergético es que nosotros hacemos muchos trabajos con la voz, hacemos muchos trabajos con posiciones básicas de la Bioenergética: respirar en el stool (taburete bioenergético), ejercicios de caída, etc. Pero lo más importante es que queremos que la persona se deje poseer por su cuerpo, se deje dominar por su cuerpo y no que apenas haga los ejercicios. Es un problema técnico sutil en donde uno tiene que entender cómo ayudar a las personas a entregarse a sus cuerpos, a no luchar contra sus emociones, a dejarlas acontecer. Esto me llevó a una idea importante que es la base del trabajo de Reich, pero que él no la enfatizó totalmente: el respeto por la naturaleza. Hoy en día nosotros no respetamos nuestros cuerpos no escuchamos nuestros cuerpos, nos hemos tornado muy intelectuales. En una cultura orientada para la cabeza, hemos perdido el contacto con nuestro cuerpo. La mayoría de los pacientes que vienen para recibir terapia Bioenergética están fuera de contacto con sus cuerpos. Ellos hablan de sus problemas, pero no se produce ninguna conexión entre lo que están hablando y lo que está sucediendo a nivel corporal.  En el discurso de nuestra cultura no se ve ninguna conexión entre la expansión económica, tecnológica y científica y la degradación de la propia tierra. Frente a este problema creo que no tenemos respuestas en nuestras mentes, pero sí tenemos la  solución en nuestros cuerpos. En nuestros cuerpos nosotros somos parte de la naturaleza; en nuestras mentes estamos separados de la naturaleza. La naturaleza no es un proceso pensante. Esto cambió mucho los procesos terapéuticos. También me hizo más conciente de los problemas que existen en sí en nuestra cultura. Nuestra cultura está orientada para la cabeza y aun en la cultura reichiana, existe una orientación hacia la cabeza, en la medida en que se coloca mucha importancia en creer en el orgón, en creer en las ideas de Reich, y no en el proceso del cuerpo en sí, en sentir lo que está realmente aconteciendo con el individuo.

 

         Lo que Ud. dice nos lleva a la próxima pregunta. ¿Cómo avalaría las teorías culturales y sociales de Reich en el mundo de hoy?

 

         Creo que las personas que están familiarizadas con el trabajo de Reich saben que, en su juventud, era un político muy activo. Él fue miembro del Partido Comunista. Creía que había mucha injusticia social y que la existencia de la riqueza era la base de la causa de la neurosis. Reich quedó desilusionado con el Partido Comunista cuando ellos no apoyaron su creencia de que los asuntos sexuales eran más importantes que los asuntos económicos y terminó abandonando el Partido Comunista. Pero Reich era un hombre con una comprensión muy profunda del problema humano, es decir, de que el hombre está fuera de contacto con su propia naturaleza. La única cosa que no era buena es que él no sabía como llevar al hombre de vuelta a su naturaleza. E intentando conseguir esto a través de sus ideas sobre energías especiales, como el orgón, Reich confundió el problema básico, que es que el hombre está fuera de contacto con su propia naturaleza, porque está en su cabeza y no en su cuerpo. Así de simple. Cuando digo que está en su cabeza, quiero decir que el hombre cree que todo lo que piensa es verdadero. La ciencia viene de los hombres, de la comprensión intelectual del universo, basada en sus experiencias, pero esto no tiene ninguna conexión con lo que las personas sienten. Y esto tiene algo errado allí. Si nosotros, como parte del universo, no podemos sentir lo que el universo realmente representa para nosotros, no va a  haber ninguna investigación científica que nos lleve a tomar contacto con la verdad del universo, con nuestra propia verdad. Reich le dio mucha importancia a la idea de que había descubierto la energía básica de la vida que él llamó orgón. Él pensaba que, por el simple hecho de que las personas aceptaran esa energía, la vida de ellas cambiaría. Y eso es muy ingenuo. Creo que todo el abordaje de Reich es muy ingenuo a la luz de los problemas actuales. Insisto, el problema es que el hombre está separado de la naturaleza, está separado de su propio cuerpo, está separado de la comprensión de los procesos del universo. Usted no puede probar ninguna de esas cosas desde una visión científica. La Bioenergética está más allá de la ciencia, así como la propia vida y el universo están más allá de la ciencia. La ciencia puede ver apenas algunos aspectos de la vida: sus aspectos mecánicos. Por ejemplo, no existe ningún instrumento científico, no existe nada en la medicina,  que nos permita medir cuánto amor una persona posee. Eso no existe. Los científicos, los médicos ni siquiera entienden lo que es el amor. No hay nada en la ciencia que nos diga lo que el sol hace por el alma humana. El error de Reich fue no quedarse profundamente conectado con los problemas humanos básicos, con las necesidades humanas. Lo que falla en esta cultura y hace que sea tan difícil hacer terapia hoy, es que las personas están separadas de los sentimientos de su propio cuerpo, separadas de sus sentimientos de la tierra, separadas del universo. Estamos tan ocupados haciendo, haciendo cosas, haciendo dinero, viviendo rápidamente, que estamos fuera de contacto con la realidad, con la realidad de la propia vida, que es la realidad de lo que nosotros sentimos. Y cuando paramos de sentir paramos de vivir. Si paramos de sentir, no hay amor en nosotros, estamos en nuestra cabeza. La Bioenergética, por lo menos para mí, representa el modo de ayudar a las personas a volver a sus propios sentimientos como seres humanos, como una parte de la vida, como una parte del universo, como una parte de la naturaleza, y no la idea egotista e insana de que nosotros somos superiores a la naturaleza y podemos controlarla. Creo que esas ideas egotistas del hombre nos llevan a la destrucción. La Bioenergética coloca su fe en el proceso que está más allá de la mente humana, que el hombre nunca entenderá. Como el hombre nunca va a poder entender al amor, lo que es la vida a través de su intelecto, jamás entenderá cómo somos una parte del todo que está a nuestro alrededor.



Traducción realizada por Luis Gonçalvez.

INVITACION PARA EL 24 DE MAYO

I  N  V  I  T  A  C  I  O  N
>
>
> LA ESCUELA DE PSICOLOGIA  Y EL CENTRO DE ATENCION PSICOLOGICA Y GRUPAL,
> CAPSYG,
> Invitan al encuentro con
>
> LUIS GONÇALVEZ BOGGIO, Sicólogo  de la clínica Bioenergética.
>
>  En su estadía en Chile, realizará algunas charlas con el objeto de dar a
> conocer su experiencia curricular y clínica experimental desde la
> bioenergética. Realizará charlas gratuitas, asesorías y dos Workshop
> orientados en ese sentido. En esta oportunidad intentamos movilizar y
> motivar a Sicólogos, Terapeutas e interesados en el desarrollo de una
> clínica que permita abordar de modo más explícito e intensivo la
> sexualidad
> humana.
>
> El encuentro tendrá lugar el día 24 de Mayo a las 17:00 en la sala J.
> Müller, ubicada en Sede Libertad, Libertad 53.
>
>
> Les esperamos.
>
> Elisa Neumann - Patricio Valencia
>
>
> Entrada liberada.

PSICOTERAPIA, ESQUIZOANALISIS Y CONTEXTOS POPULARES. P.VALENCIA

  Este texto se encuentra disponible en http://capsyg.universidadarcis.cl/.  Por Patricio Valencia.

 

Es sabido que el esquizoanálisis plantea consideraciones que son determinantes a la hora de entender tanto la producción de subjetividad, como las estrategias de intervención que se asocian a  ella. En este contexto, toda acción terapéutica pasa por:

a) la consideración pragmática del inconsciente.

b) la renuncia a todo tipo de interpretación, orden o configuración de lo inconsciente.

c) la prescindencia de un setting estructurado en términos ortodoxos. No obstante, desarrollar un proceso psicoterapéutico desde la perspectiva esquizoanálitica pareciera no tener sentido en el ámbito de lo psicoterapéutico, en cuanto que la metamodelización esquizoanalítica nos invita a traspasar los códigos significantes para adentrarnos en el devenir caosmótico y nos persuade, igualmente, frente a la  emergencia de una catexia específica libre de condicionamientos institucionales.

Habida cuenta la justificación psicoterapéutica del esquizoanálisis, asumimos de partida el descentramiento del individuo, esto es,  de las condiciones y procesos asociados a lo subjetivo. Lo subjetivo constituye un  proceso que se va anclando en los distintos flujos libidinales, políticos, económicos e institucionales  y constituye el entramado mediante el cual se desenvuelve nuestra estructura biológica. El devenir de la estructura biológica en la territorialización de las formas de flujo, constituye el material mismo de lo inconsciente, éste se encuentra  inserto desde siempre, en el cuerpo social-socius--aquí  Edipo ejerce un rol estructurante  como  organizador de la fantasía en la institución familiar y  delegado de la repetición eterna.

La pertinencia de este enfoque en consideración a los desarrollos teóricos y  técnicos de los estilos de intervención en salud mental dirigidos hacia lo "popular" se desliza subrepticiamente hacia una hermenéutica de la sobredeterminación económico-política del síntoma, en general, intentando visualizar formas de violencia y segregación que cruzan la emergencia de procesos subjetivos en ese contexto. Ello constituye un objetivo primordial y originario de nuestro espacio institucional: reflexionar e implementar dispositivos de atención / intervención que se adecuen al entorno en el cual trabajamos. Aspiramos a que nuestras acciones constituyan plataformas, agenciamientos de nuevas disposiciones enunciativas y que posibiliten un devenir distinto a la institucionalización psiquiátrica o religiosa del transcurrir sintomático de sujetos marginalizados.

La causación de lo subjetivo excede definitivamente lo edípico, en consecuencia, cualquier modelo restringido a la explicación intra-subjetiva y/o inter-subjetiva de los trastornos mentales, se muestra insuficiente de cara a comprender los procesos de subjetivación propiamente tales. Aquellos modelos incapaces de contextualizar el  síntoma en un entorno social trans-subjetivo, donde las emergencias sintomáticas no pasan de ser meros indicadores, al igual que las matrices o formas caracterológicas en las cuales descansan. Pensar la psicoterapia más allá del dispositivo de atención individual significa dimensionar sus propias limitaciones para hacerlas circular luego en el mundo popular. Tales limitaciones se refieren a las implicancias y a los efectos colaterales que convoca su estatuto teórico (y la de las estrategias de intervención que las complementan) en función de unos posibles resultados. Estos resultados están comprometidos con un contexto social amplio que determina las leyes de intercambio cotidiano y las formas de producción subjetiva de individuos, grupos e instituciones. Parte de esta lógica de control se cierne sobre los así llamados "trastornos psíquicos", pero también sobre los dispositivos de atención y tratamiento, mediante la puesta en marcha de discursos de legitimación que, en definitiva, sólo reproducen dinámicas de exclusión y marginalidad habiendo delimitado a priori las fronteras de lo normal.

La remisión o permanencia de síntomas bajo el expediente de criterios de eficiencia la cosificación lineal en la nosología de los procesos psíquicos y de sus manifestaciones (que a su vez son reminiscencias de ordenes sistémicos más amplios ha inspirado buena parte de los enfoques desarrollados en las últimas décadas por la psicología clínica. Estos énfasis se ven reflejados en la inflación de las denominadas terapias breves encargadas de solventar un problema específico. Los aspectos controvertidos de la terapias breves son múltiples, los más evidentes dicen relación con el estatuto institucional que ostentan  y la escalada de normatividad que reclaman, erigiendo una frontera inamovible entre problemas técnicamente abordables y no-abordables; estos últimos estarían destinados a incrementar el historial crónico,  genético, endógeno y psiquiátrico, en tanto lugar de territorialización  absoluta de la subjetividad.

El caso de los consultorios también es emblemático; en virtud de objetivos de cobertura se transforman en lugares de tránsito a pequeña escala cuyo éxito puede cuestionarse sin mayor preámbulo. Enmascarados por cifras siderales que se amparan en una supuesta eficiencia, los consultorios administran un rango de intervenciones psicoterapéuticas de muy distinto signo a condición de su brevedad. Incluso sirviéndose del recurso mediático, es usual la propaganda que exalta la eficiencia y la rapidez de la PNL; lo mismo ocurre con la terapia breve de orientación analítica y los desarrollos provenientes de la terapia sistémica, e igual suerte corren aquellos enfoques que operan respecto de un síntoma con la consigna "deja de serlo", "esto necesita ser re-codificado", "re-simbolizado", "re-comprendido", etc. Con todo, los avances no son nada despreciables toda vez que generan un haz de técnicas y modos de intervención que proporcionan en ocasiones alivio sintomático eventual, mientras que en otras desplazan la lectura del síntoma a la dinámica del sistema familiar; sin embargo, no constituyen en sí mismos  modelos explicativos que contengan elementos suficientes para dar cuenta de las emergencias sintomáticas y la determinación de los procesos subjetivos en su relación contextual.

Por otra parte, el rango de efectividad de estas terapias y en particular del dispositivo de atención individual en contextos populares exhibe magros resultados; se los explica la más de las veces, recurriendo a razones aparentes como la falta de insight o desmedro en habilidades cognitivas y/o psicosociales por parte de los consultantes; en el  mejor de los casos se alude a la ineficacia del dispositivo individual esgrimiendo la  sobredeterminación inherente a la pobreza.

A nuestro entender, la actividad psicoterapéutica desplazada mas allá de los dispositivos de atención tradicional, nos instala directamente en el terreno de la técnica de intervención. Ello exige desarrollar prácticas contextuales que cooperen con evaluaciones pragmáticas de la productividad subjetiva y hacer confluir formas de organización psíquica junto a espacios participativos ligados a los estratos molares de experiencia política. En tal sentido, nos proponemos ensayar un atisbo de respuesta frente a la problemática del contexto popular chileno lastrado por una comprensión pragmática de lo inconsciente, o si se quiere, comprometido con una propuesta materialista del trabajo psicoterapéutico. Lo anterior guía nuestra experimentación en el terreno de lo técnico y recurre a dispositivos heterodoxos específicos, a saber: i) la instalación; ii) contextualización de la experiencia al interior del grupo; iii) lectura y orientación del trabajo transferencial en términos pre-edípicos. Tales dispositivos y orientaciones de trabajo favorecen la singularización a-histórica, caosmótica del inconsciente, lo que equivale a la descolonización de lo inconsciente, poniendo en escena todas aquellas disposiciones enunciativas que no transitan por la institucionalización edípica como remanente eterno de la constitución del self.

Marco conceptual
 
Conceptualmente nos enmarcamos en: a) la propuesta de análisis e intervención desarrolladas por la teoría reichiana; b) la psicología de grupos, particularmente la sustentada por la escuela francesa;  y c) el análisis molecular o esquizoanálisis. Este último, opera como metamodelo en tanto que nos permite articular distintas técnicas de trabajo y a un tiempo que dilucidar el cómo se producen las condiciones enunciativas, las dinámicas de producción subjetiva a través de distintas instituciones y/o modos de colonización o territorialización semiótica saturada.

Guattari llama capitalismo mundial integrado a esta articulación totalizante; el deseo constituye el pilar básico de su estructura interna y opera a través de las distintas formas de codificación/descodificación expresando su praxis productiva en términos semióticos. La territorialización de la subjetividad se da en un trasfondo de descodificación permanente; ‘la máquina capitalista es propiamente demente" dirá Deleuze, "una máquina social que funciona a base de flujos decodificados, desterritorializados' [2] .

Con Deleuze y Guattari [3] el concepto de lo inconsciente se desliga de la fantasmática edípica para insertarse en los procesos de producción general de la sociedad. A partir de aquí se entiende la producción de la subjetividad no desde un condicionante oculto sino desde el devenir del sujeto en su entorno. La condición del self, de la identidad, puede estar determinada por procesos circunstanciales que operan como punto de  referencia desplazando los constituyentes históricos de la construcción identitaria, ordenándolo todo a  un proceso de auto-constitución permanente. En consecuencia, el inconsciente edípico freudiano es el resultado de un proceso de desfiguración del deseo como dador de subjetividad, en tanto que clausura tal deseo en beneficio de la representación incestuosa. Para Deleuze y Guattari, lo inconsciente no corresponde a la triangulación edípica, tiende más bien a procesos esquizofrénicos orientados por una lógica de  procesos primarios; según ambos autores, esta condición ha sido conjurada por el capitalismo al conformarse como máquina de producción semiótica que recurre a una constante codificación y descodificación de los flujos de significado, monetarios, libidinales, etc.; aposteriori todos ellos se cosifican gracias a los órdenes institucionales y a los medios de comunicación de masas como agentes permanentes de producción subjetiva. En otros términos, los insumos de la constitución del self están siendo alimentados actualmente por modelos provenientes del sistema de producción semiótica, los que  no necesariamente coinciden con la tradición familiarista en tanto referencia obligada en la construcción de la identidad.

Lo que produce subjetividad según Varela es el conjunto de condicionamientos reales, posibles, virtuales, a los cuales se entrelaza la dinámica recursiva de una estructura biológica. Es esta estructura la que define la identidad de acuerdo a la relación que establece el organismo con su entorno. La capacidad de discriminar aquellos elementos y estímulos de un medio ambiente que le confiere identidad [4] , hace del "sí mismo" una estructura virtual, carente de sustancia, en tanto que toda producción orgánica está anclada a un constante movimiento que se gatilla con ocasión de una falta sobre la cual se organiza su constante devenir [5] .

De esta manera, la subjetividad no responde a un patrón estructurante como en el caso del modelo edípico, sino a un conjunto de flujos económicos, políticos, geográficos, culturales y libidinales, serán ellos  los que determinen la dinámica de su producción. En tal sentido es relevante consignar que la "remodelación" de los cuadros sintomáticos desde los años setenta y hasta la actualidad, refleja el carácter mutante de la constitución del self y evidencia, simultáneamente, una variación en el modo de emergencia y complejidad de tales cuadros. Lo inédito viene precedido por las formas actuales que asume la  territorialización del deseo más allá de los trastornos edípicos. Si en el pasado la histeria, el desorden obsesivo-compulsivo o la neurosis de carácter, llegaron a ser los diagnósticos que alcanzaron una mayor regularidad estadística, hoy, raramente se expresan en su pureza original, muy por el contrario, con frecuencia no pasan de ser meros revestimientos encargados de funcionalizar la adaptabilidad del self. Ya no constituyen más el sustrato básico de la dolencia / vulnerabilidad o del trastorno psíquico. Los cuadros neuróticos han dado paso a alteraciones pre-psicóticas [6] , tales como depresiones, estructuras borderlines, trastornos alimenticios , desórdenes de personalidad, descompensaciones narcisistas, etc. La nueva nomenclatura muestra con suficiente realismo la orientación y los "insumos" básicos con que cuenta la construcción del self en la sociedad actual; a partir de aquí, auxiliados por una lógica de verificaciones epidemiológicas, podemos constatar los cambios acontecidos entre la estructura social y las formas de producción caracteriológica.

Según Reich, el carácter es fruto de pautas de educación temprana, particularmente, de  la socialización del instinto agresivo y de la sexualidad. Ahora bien, para que se organice la  dinámica psíquica ésta requiere de un fondo energético que proviene de la estructura corporal del sujeto; lo sustancial no será, entonces, la interpretación del contenido sino el análisis de la resistencia. Tal resistencia es patrón característico (estático) del sujeto y la emergencia o contención de los flujos emotivos ligados a ese patrón caracteriológico, responde a una condicionante avalada por la historia. El cuestionamiento del instinto de muerte y  la naturaleza endógena de los trastornos psíquicos, es una conditio sine qua non a la hora de sustentar la relación intrínseca existente entre la sociedad y lo intra-subjetivo, y a un tiempo, es argumento suficiente para explicar la subjetivación que se desarrolla en un contexto social determinado [7] . Deleuze y Guattari reparan en las observaciones que hace Reich  acerca de la institucionalización del deseo en el escenario edípico y condicionan la comprensión de lo subjetivo a los compromisos económico-políticos de la producción de esa subjetividad. En esta perspectiva no existe ningún contenido a interpretar [8] . Lo inconsciente para Guattari está conformado por una función desterritorializadora permanente (esquizoide) cuerpo lleno sin órganos como referente del desarrollo libidinal y de la consiguiente sujeción histórica de la identidad que se diferencia de la esquizofrenia en tanto ésta responde a la institucionalización de los procesos desterritorializantes. El cuerpo lleno sin órganos se congrega en el límite del socius, de los procesos de desterritorialización y de la "maquina paranoide" para luego extrapolarse al aparato imaginario de la familia  a través del modelo edípico. En esta coyuntura se trata de distinguir disposiciones de enunciación articuladas en  distintos niveles de alianza con el entorno (o servidumbre maquínica); en síntesis, la consigna radica en  generar contextos, dispositivos de enunciación que posibiliten según lo entiende Guattari ‘la irrupción en el primer plano de la escena subjetiva de un real "anterior" a la subjetividad' [9] en tanto eje común que une locura y creación estética con las manifestaciones de la praxis de ser en el mundo [10] .

Como lo señala Guattari en relación al modelo caracteriológico propuesto por  Reich, una de las formas de trabajo a tener en cuenta en el análisis de las prácticas ontológicas, es la del inconsciente como disposición semiótica no subjetiva. Para que dicha empresa, sin embargo, tenga éxito debe considerarse previamente que el  cuerpo es la potencia material de los distintos enganches ecológicos, en él se depositan las interacciones recurrentes; el cuerpo se moldea o se solidifica al tomar contacto con una monotonía vital, un maltrato, un abandono, una carencia, una negligencia, una saturación, etc.; esta escena sufre constantes modificaciones pero es imposible de esquivar. Si bien es cierto que la estructuración  corpórea se relaciona con segmentos concretos  asociados a representaciones, a imágenes y fantasías, lo esencial no está del lado de la concienciación, sino del flujo de la pauta energética que determina dicha estructuración y que es propiamente material. Este índice de energía no posee contenido alguno, es la constricción del movimiento la que genera contenidos. No es posible olvidar que para Reich [11] , Edipo es el resultado de una cadena de formas de represión que parten en la más temprana edad. 
 
El grupo constituye otro recurso para acceder a lo pre-edípico. Como se evidencia en el trabajo inspirado en la teoría psicoanalítica, el funcionamiento grupal  se pliega sobre  las condiciones institucionales dictadas por el deseo. El grupo deviene, en este sentido, lugar idóneo para el análisis del condicionamiento caracteriológico estructural, en tanto que la transferencia vehiculizada grupalmente no coincide con la forma de operar de las referencias edipicas, descansen éstas ya sea en mecanismos, ya sea en procesos de identificación con objetos totales. El politopismo de lo inconsciente se despliega grupalmente como un caleidoscopio que vincula, condensa, disocia, escinde, difracta, etc., distintos segmentos psíquicos de sus integrantes que ellos ponen en escena  mediante una forma específica de incorporarse al espacio grupal o libidinizar el objeto ‘grupo' [12] . Si la lógica estructurante de ese espacio acaece sirviéndose de procesos primarios, ello no significa, sin embargo, que las instituciones y los grupos posean un inconsciente en términos de represión deseante como sucede en el caso del aparato psíquico individual, en tanto que éste se encuentra subsumido por la dinámica bioenergética de la estructura biológica. Se ha de insistir con renovado ímpetu que tal situación alude más bien a la posibilidad de organizar el material psíquico que circula en los grupos de acuerdo a  procesos primarios, generándose a partir de allí, dinámicas de alianzas inconscientes, pactos denegativos, condiciones de retorno de lo reprimido y representaciones idealizadas al interior del grupo.

La representación grupal corresponde a una parcialidad, se coagula en torno a una imagen , rol, pudiendo haber otros yoes al interior de una trama subjetiva determinada por la reacción caracteriológica frente a la rotura narcisista que se genera en los procesos de transferencia. A partir de este momento se genera la transferencia propia del devenir grupal; las formas de identificación, las fantasías y las organizaciones psíquicas que articulan ese yo, constituyen lugares susceptibles de un acoplamiento, de  un clivaje inconsciente que opera sobre elementos psíquicos compartidos por distintos sujetos reunidos en torno a un objeto de depositación libidinal, pudiendo ser éste, grupos de trabajo o el revestimiento idealizado de los objetivos de una institución y/o de una ideología. La economía estructural de lo psíquico en constelaciones internas que Kaës denomina grupos internos, comparte elementos y configura una red psíquica; tal economía contribuye a que el espacio grupal se instale como extensión de grupos internos, posibilita en definitiva, que el grupo sea un espacio de desarticulación/articulación de elementos psíquicos diferenciados [13] . El grupo es el lugar de revelación de estas condiciones en tanto constituye objeto de deseo, o en otros términos, emerge como un continente adecuado a la realización "imaginaria" del deseo [14] .

De acuerdo con Anzieu, el grupo es analogable  al sueño y al síntoma: en ambos existe una fantasía a la base que representa un deseo reprimido. En la situación grupal,  en tanto acontece bajo la premisa de una  transferencia simultánea y múltiple, las condiciones tópicas de los procesos subjetivos actualizan la analogía grupo/sueño/síntoma como realización imaginaria del deseo; éste transcurre a través de procesos psíquicos de depositación libidinal y de la experiencia de grupo propiamente dicha. En este contexto, una coordinación no directiva genera la posibilidad de libidinizar el espacio grupal, evita asimismo, ser coptado por la fantasía de rotura al momento de estructurarse el psiquismo de los participantes. Frecuentemente, el aparato psíquico grupal deviene  cuerpo "fantaseado" a fin de evitar las sensaciones de fragmentación provenientes de la ruptura narcisista. Este cuerpo estructurado en la fantasía sustituye al "yo epidermis" , y Anzieu lo denomina cuerpo grupal, el que por su parte, vehiculiza los procesos psíquicos de sus integrantes. El movimiento de los objetos internos por parte del objeto grupo, eventualmente, desplaza la sujeción de los participantes instalándola en la figura del líder, de la ideología, o de ambos a la vez. En el espacio grupal, la posibilidad de sustituir formas de identificación, de relaciones objetales, de mecanismos de defensa, en fin, de todas aquellas estructuras psíquicas que constituyen los procesos intra-subjetivos de los participantes, hace de plataforma giratoria a la hora de ensayar formas diferentes de organización psíquica [15].

En los grupos, toda vez que la sexualidad tiene una emergencia parcial, ya sea en la clásica postura homosexual sado/masoquista que según Freud, caracteriza las relaciones entre el líder y los integrantes del grupo, ya sea en términos tópicos, cronológicos y formales como señala Anzieu, el individuo es arrastrado a la rotura de la articulación cotidiana y de las imágenes que poseen los demás integrantes de su propia actividad  participativa. La instancia grupal escenifica la fragmentación y la pluralidad propia de los procesos de constitución de la identidad subjetiva, encabestrada a una imagen ilusoria y sustancial, tanto como a un yo único alejado infinitamente de la determinación de lo inconsciente [16] . 

El grupo amplio genera un plus regresivo que la mayoría de las veces está contextualizado en los "templos" destinados al oficio religioso sin importar el signo; en Chile, particularmente evangélicos y católicos carismáticos, celebran ritos que  territorializan las manifestaciones sintomáticas a partir de la inducción de estados alterados de conciencia de sus participantes. A través de ritos, formas de alabanza, estados de exaltación diversos, contextualizados todos ellos  en un lugar específico y dirigidos por un orador marcadamente  paternalista y omnipotente, se producen las condiciones necesarias para que un individuo atormentado deposite su sujetalidad en el "espacio que ofrece la iglesia". La capacidad de contención y el despliegue hermenéutico de lo que sucede hasta en sus detalles más ínfimos favorece, definitivamente, la confluencia absoluta entre los espacios intra-inter y transubjetivos [17] .
 
La disolución de la sujetalidad se experimenta semana a semana. Las defensas emergen sintomáticamente estructurando el contexto como una "catarsis colectiva"; una vez visibilizado, el síntoma se interpreta como presencia divina, el pastor favorece su desplazamiento y libidiniza el espacio manejando adecuadamente la transferencia; la energía que sustenta el síntoma contenida en el espectro grupal y en la iglesia como cuerpo imaginario le permite al sujeto el contacto con lo "divino", se diluye conjuntamente con el carácter ante la posibilidad de satisfacer imaginariamente sus deseos reprimidos en la puesta en escena de su experiencia con Dios. Este es el contexto transferencial que deviene milagroso en la remisión de un síntoma, de una enfermedad crónica o de una dolencia compleja como el alcoholismo; éste constituye un caso de usual ocurrencia en los templos evangélicos chilenos.

La descodificación de los fenómenos transferenciales que acontece en estas prácticas devocionales, orienta nuestro trabajo en virtud de las demandas psicoterapéuticas  circunscritas al mundo popular. Y esto en el siguiente sentido: de alguna manera, nuestras intervenciones deben emular el espacio de contención que generan las iglesias. Esto es particularmente relevante en torno a la presencia de inclinaciones  caracteriológicas pre-psicóticas comunes en situaciones de pobreza; nos referimos al maltrato, la  postergación, la marginalidad y el abuso. En nuestro trabajo, el factor diferencial viene precedido por la ausencia de interpretación y por la renuencia a desplegar un ejercicio retórico singular o proveniente de alguna ideología en los cuales depositar la transferencia. Como resultado de esta escisión, dicha transferencia sólo puede estar destina al espacio grupal y a la contención de sus integrantes, a la resonancia que afecta las historias personales y a los resultados de la propia reflexión. En atención a lo que puede articular históricamente, el templo opera como dispositivo analítico que ordena el material subjetivo a través de una lobotomización de la conciencia, ésta descansa de acuerdo con Freud [18]  no sólo en la investidura narcisista del espacio grupal/institucional, sino también en la confluencia de estructuras intra-psíquicas ligadas a la organización imaginaria del espacio. En el desarrollo de dispositivos analíticos de intervención, nuestro objetivo fundamental es entender las dinámicas subjetivas asociadas a coordenadas socio-político-circunstanciales en donde emerge el síntoma. Y ello movidos por la necesidad de insertar el quehacer disciplinario en un contexto de exclusión social; este desafío nos compromete a cuestionar y acaso replantear, las prácticas tradicionales del trabajo terapéutico en su dimensión individual, pero igualmente, en su correlato sociocomunitario. Ambas estrategias han inspirado, hasta ahora,  los criterios al uso de acción contra la pobreza; el lento desarrollo teórico y técnico, la repetición a ultranza de estilos de trabajo fracasados, sin embargo, nos disuade a diseñar objetivos sobrios, incluso modestos--no por ello ingenuos-- en torno a la experiencia de sobredeterminación de fenómenos subjetivos en grupos marginales. El desarrollo de técnicas que recojan o contengan emergencias subjetivas equidistantes de la institucionalización psiquiátrica y de la escisión yoica producida por la sintomática religiosa, constituye un punto cardinal que orienta nuestra labor en ambientes populares. Los dispositivos de intervención que planteamos son necesariamente grupales, en el mejor de los casos, multitudinarios. Entendemos que la ineficacia del dispositivo individual obedece tanto a la legitimación de ciertos discursos hegemónicos, como a la voluntad de  institucionalizar los flujos afectivos, pero responde por sobre todo, a su escasez de cobertura; este es, sin lugar a dudas, el primer obstáculo que debemos superar.


Descripción del dispositivo

El diseño pretende constituir un dispositivo de enunciación analítico caracterizado  por el despliegue de contextos "regresivos". En tanto que el aparato psíquico se escinde, ello   supone que su funcionamiento es análogo a la estructuración de un niño que transita  a través de las etapas oral y anal. La experiencia ha sido pensada para trabajar con un grupo de cien individuos aproximadamente y requiere, además, del apoyo de treinta y cinco coordinadores en los distintos momentos de la intervención. Es una propuesta dirigida al trabajo psicoterapéutico inserto en un contexto específico y pretende proporcionar un contexto-setting donde los participantes sean capaces de vivenciar sus sensaciones íntimas bajo condiciones de resguardo y cuidado extremas. En contraste con el manejo transferencial que se verifica en grupos amplios en donde el orador o la ideología son los depositarios de la transferencia, en este caso sólo existe un cuerpo grupal constituido por participantes y coordinadores. El objetivo básico (y basal) de la actividad consiste en libidinizar el lugar de encuentro a través de un primer dispositivo de trabajo en base a una jornada de salud mental.

 Luego de esta primera actividad se conforman grupos encaminados al trabajo corporal y de reflexión que han de funcionar una vez por semana; el trabajo regular prodiga seguimiento y profundización de la experiencia, facilita un transcurrir distinto hacia la emergencia sintomática y  le imprime otro ritmo a la determinación estructural causada por mecanismos institucionales que coptan el deseo. Los grupos están conformados por participantes de la jornada antes referida. Ambos segmentos no aceptan interpretaciones de ningún tipo; el trabajo se orienta a generar las condiciones necesarias para elaborar algunas experiencias que se mantienen latentes en condiciones de estasis libidinal propias de la economía del carácter. La instalación del dispositivo analítico se pliega en la fantasía que los participantes depositan en el espacio imaginario de la jornada de salud mental al que asistieron  voluntariamente. Los motivos que esgrimen los asistentes son siempre variados: sintomatología manifiesta, necesidad de desarrollo personal, curiosidad, etc. En todos los casos, las observaciones de Missenard y Anzieu respecto a las fantasías que movilizan los espacios terapéuticos nos parecen rigurosamente justificadas. Asistir a un encuentro que se convoca a través de la dolencia,  implica movilizar una serie fantasmática relativa a su propia remisión e interrogar la potencia del lugar para satisfacer el deseo.
 
En virtud de lo planteado anteriormente, un eje organizador de la intervención está  conformado por el "rito de renacimiento" que se celebra utilizando una manga (denominada "manga de renacimiento") especialmente habilitada para aquellos casos que responden a matrices caracteriológicas esquizoide y oral. Con respecto a  los casos donde predominan los trastornos del self (simbiosis, narcisismo, masoquismo), existe una "manga intestinal". La instalación de estas mangas de quince (15) metros  de largo y de un (1) metro de  diámetro que los participantes deben cruzar, constituye una escenografía que favorece la mutación de fantasías e ideas recurrentes que fabrica el aparato psíquico de cada cual;  ofrece a lo menos, una alternativa plausible para enfrentar sensaciones y contenidos históricamente reprimidos hasta ese momento. La idea de renacimiento sigue esbozada en la instalación de la manga intestinal, pero lo medular es el sentimiento de encierro y de uso.

Este renacimiento viene precedido por un contexto general que se inicia en la depositación de expectativas y de fantasías asociadas a la jornada. La fantasmática se contextualiza en el trabajo grupal y en la catexia del espacio (también estructurada por el grupo) que hace de envoltura imaginaria reemplazando al yo epidermis. Como lo señala Anzieu, la experiencia de grupo se vive como el interior del cuerpo de la madre, en virtud que la subjetividad no existe todavía como tal, por tanto, existe la posibilidad de que ésta se re-asujete a los nuevos elementos aportados por los demás integrantes para imprimirles una nueva lógica interna. 

La instalación es un dispositivo analítico, ya en su diseño primero constituye una máquina que conecta el flujo emocional de cada participante con un devenir diferente si lo comparamos con el  condicionamiento histórico de los otros flujos energéticos. Tales flujos se hallan  ligados a las emergencias subjetivas y a la articulación de éstas bajo ciertas cláusulas determinadas por convencionalismos, las que subsumen tanto la expresión emocional, como el itinerario que ha seguido el deseo para satisfacer sus demandas propias. Lo terapéutico se homologa aquí a la capacidad de elaborar y simbolizar la propia experiencia en un contexto grupal; importa el análisis que efectúa el sujeto de sus formas defensivas, de su modo de agenciar el deseo; interesa acceder al movimiento impuesto por la naturalización de sus flujos bioenergéticos. 

La composición imaginaria del grupo se organiza en referencia a lo más arcaico; en esta couyuntura, la prevalencia de figuras básicas como la imago de la madre/padre están suficientemente justificadas a partir de los estudios que hace Freud en relación a la psicología de masas. Esta premisa determina la factura del trabajo en tanto que éste pretende tensionar al máximo la depositación de la fantasía en un espacio reservado a los participantes, más exactamente, nuestra labor discurre a través de un manejo cuidadoso y constante de las formas manifiestas de la transferencia parcial pre-edípica y en consecuencia, cartografía los procesos defensivos que gatilla su emergencia.

El trabajo propiamente tal empieza por poner en práctica una serie de ejercicios corporales que favorece la relajación de tensiones crónicas (lo que en nomenclatura reichiana se denomina bloqueo); luego se conforma un  cuerpo grupal que apunta a generar un setting encargado de "depositar" la energía circulante producida por la trizadura narcisista en el perímetro grupal (revestimiento narcisista del grupo como objeto); con un tiempo reservado a relajarse profundamente culmina una primera etapa que busca aclimatar a los participantes con el ámbito del trabajo. Entendemos que un espacio grupal con pretensiones terapéuticas como el nuestro, está obligado a otorgar a sus integrantes las garantías mínimas para facilitar el proceso de emergencia de "núcleos de vulnerabilidad". Es importante, por tanto, que la secuencia de ejercicios tenga una incidencia real en el estado de oxigenación del cuerpo y en la "entrega" al trabajo, simbolizada en la posibilidad de distenderse y confiar en el espacio dispuesto para ello.
 
La realización al unísono de una rutina de ejercicios pretende desarrollar la conciencia corporal de quienes participan. Los coordinadores asumen un rol de articulado transferencial  del grupo. En un primer momento, toda la actividad se encuadra en una lógica directiva a fin de disminuir--hasta que alcance sus niveles mínimo-- la transferencia entre los participantes y la angustia de fraccionamiento consecuente; todo debe favorecer la autopercepción de los procesos vitales, especialmente la conciencia de la estructura muscular y de las zonas tensionadas; esta conciencia se logra mediante estimulación motriz y posteriormente, a través de ejercicios respiratorios. El objetivo de esta primera etapa consiste en "aflojar" la estructura muscular que sostiene la actividad psíquica y evitar la regresión vía transferencia simultánea. El  setting conduce la depositación de las angustias en dirección al espacio grupal, esta es función primordial de los coordinadores. En el anonimato propiciado por la identificación con el espacio, se cobija el  primer índice del grupo habiéndose ya  corporalizado.

Tras la relajación se invita a los participantes a graficar sus relaciones familiares sirviéndose de un árbol genealógico; se pasa a identificar, seguidamente, las emociones básicas y su distribución en el cuerpo a través de un  pictograma. Esta información es determinante ya que el trabajo posterior va a desplegarse en base a la relación establecida con los padres y en torno al proceso identificatorio de las distintas etiologías caracteriológicas que se recaban en el  momento.  Acto seguido comienza el momento más delicado de la intervención. El trabajo en grupo produce la escisión del aparato psíquico individual, propiciando la transferencia absoluta de las formas de catexia narcisista en los límites ya descritos. En orden a verificar el nivel regresivo de los participantes y obedeciendo a la inscripción cartográfica de las manifestaciones sintomatológicas, la figura del cuerpo grupal es el continente propicio para determinar la dinámica psíquica al igual que sus  flujos bioenergéticos concomitantes.

Bibliografía.

[1] Este texto da cuenta del trabajo realizado por la Unidad de Esquizoanálisis del Centro de Asistencia Psicológica de la Universidad Arcis. Nuestro objetivo genérico ha sido analizar las formas de trabajo en relación a lo inconsciente; estas ponen énfasis en las consecuencias y condicionamientos pragmáticos de los procesos, en otras palabras, considera que estas disposiciones son el material mismo del inconsciente que se devela a través de la pragmática del ser.

[2] G. Deleuze, Curso del 16, 11, 1971: Traducido por E. Hernández [epropal@col12.telecom.com.co]

[3] ‘Ocurre que el capitalismo como hemos visto, es el límite de toda sociedad, en tanto que opera la descodificación de flujos que las otras formaciones sociales codificaban y sobrecodificaban. Sin embargo, es su límite, o cortes relativos, porque sustituye los códigos por una axiomática extremadamente rigurosa que mantiene la energía de los flujos en un estado de ligazón al cuerpo del capital como socius desterritorializado, pero también e incluso más implacablemente que cualquier otro socius. La esquizofrenia por el contrario, es el límite absoluto que hace pasar los flujos al estado libre en un cuerpo sin órganos desocializado'. G. Deleuze - F. Guattari, El Anti-Edipo, México 1996, 253. ‘Existen complejos económico-sociales que también son verdaderos complejos del inconsciente, y comunican una voluptuosidad de arriba debajo de su jerarquía (el complejo militar industrial). Y la ideología, Edipo y el falo, no tienen nada que hacer en este caso, ya que dependen de ello en lugar de ser su principio. Se trata de flujos, stocks, cortes y fluctuaciones de flujos; el deseo está en todo lugar donde algo fluye y corre, arrastrando sujetos interesados, pero también sujetos ebrios y adormilados, hacia desembocaduras mortales'. Id., o.c.,  110. 

[4] ‘No se trata de un simple configuración gestáltica que cristalice la prevalencia de la "buena forma". Se trata de algo más dinámico que yo quisiera situar en el registro de la máquina , que opongo al de la mecánica. Fue en su carácter de biólogos como H. Maturana y F. Varela propusieron el concepto de máquina autopoiética para definir los sistemas vivientes' (...)  ‘ No se trata de un objeto dado en coordenadas extrínsecas , sino de una conformación de subjetivación que otorga sentido y valor a territorios existenciales determinados. Esta conformación debe trabajar para vivir, procesualizarse a partir de las singularidades que la percuten. Todo esto implica la idea de una necesaria práctica creativa e incluso de una pragmática ontológica'. F. Guattari, Caosmosis, Buenos Aires 1996, 115.

[5] ‘Aquello que es significativo para un organismo, está dado precisamente por su constitución como proceso distributivo, con una indisoluble unión entre los procesos locales en los que ocurren las interacciones ( por ejemplo, las fuerzas físico-químicas actuantes en una célula) y la entidad coordinada que equivale a la unidad autopoiética, dando lugar al manejo de su medio ambiente sin necesidad de acudir a un agente central que mueva los controles desde afuera (como un elain vital) o un orden pre-existente en una localización particular, como un programa genético que espera ser expresado'. F.Varela, El fenómeno de la vida, Santiago de Chile 2000, 87. ‘Lo mismo sucede con los tipos de narrativas que acompañan a los "yoes", tales como los valores, hábitos y preferencias. desde un punto de vista lógico funcionalista el "yo" puede ser entendido "para" la interacción con otros, para la creación de la vida social. De estas articulaciones surgen las propiedades emergentes de la vida social, donde los "yoes" insustanciales/vacíos son los componentes básicos. Por tanto siempre que encontramos regularidades como las leyes o los papeles sociales y los concebimos como algo dado desde afuera, caemos en la misma falacia de otorgar a cualquier propiedad emergente una identidad sustancial, en lugar de verlas como un proceso distributivo, mediado por las interacciones humanas'. Cf. Id., o.c., 106.


[6] Cf. F. Navarro, Caracteriología post-reichiana,  Sao Paulo 1996.

[7] Cf. W. Reich, Análisis del carácter, México 1986. El autor plantea aquí un cuestionamiento al instinto de muerte a propósito del análisis de las resistencias del carácter masoquista. En su crítica establece que la tendencia autoflagelante del masoquista no obedece al instinto de muerte sino a una función de descarga bioenergética.  El revestimiento masoquista es propio de la   forma caracteriológica  occidental,  reproduce un modelo de subjetividad sumisa y reaccionaria a través de la educación temprana de la agresividad que Reich define conducto natural de la satisfacción de los instintos.

[8] ‘Reich presiente un principio fundamental del esquizoanálisis cuando dice que la destrucción de las resistencias no debe esperar al descubrimiento del material. Pero es por una razón mucho más radical que la que él pensaba: ocurre que no hay material inconsciente, de tal modo que el esquizoanálisis no tiene que interpretar nada. No hay más que resistencias, y además máquinas , máquinas deseantes.  Edipo es una resistencia; si hemos podido hablar del carácter intrínsecamente perverso del psicoanálisis es a causa de que la perversión en general es la re-territorialización de los flujos de deseo, cuyas máquinas al contrario, son los índices de producción desterritorializadas'. G. Deleuze - F. Guattari, o.c (cf. nota 3), 324.

[9] 'Se trata de explorar y de volver productivas zonas de semiotización  que ya no sólo tienen como tarea articularse unas con otras, de poner en correspondencia plurívoca colecciones: 1) de figuras de expresión 2) de entidades mentales 3) de objetos referidos (reales o virtuales), pero también, como suplemento de estas funciones clásicas de representación y denotación, enganchar una función de existencialización, características de las pragmáticas ontológicas y que consiste en desplegar y en concatenar intensivamente cualidades existenciales específicas. Me basta, en esta etapa, con señalar que los índices intensivos, los operadores diagramáticos implicados por esta función, no tienen ningún carácter de universalidad: esto conducirá al esquizoanálisis a distinguirlos, a pesar de ciertas similitudes, de los objetos parciales del kleinismo o del objeto "a" del lacanismo. Son más bien cristales existenciales, puntos de bifurcación fuera de las coordenadas dominantes, a partir de los cuales pueden surgir universos de referencia mutantes. ¡Pero tal vez estas entidades cartográficas les parezcan muy misteriosas a algunos! Es verdad que ya no tenemos acceso espontáneo a ellas, como en los buenos tiempos del pensamiento "animista", o como sucede aún en el transcurso de ciertas experiencias de ruptura con la "normalidad". De esto se desprende la necesidad de construir enteramente dispositivos de enunciación analíticos que no dejan de tener relación con los de la creación artística para volver a encontrar la eficacia. Señalemos por último que la cuestión de la promoción de estos "analizadores" desborda ampliamente al psicoanálisis  y al arte ya que concierne a la capacidad de nuestras sociedades para conquistar nuevos grados de libertad en relación con las coerciones económicas y sociales existentes y para  recentrar las finalidades colectivas e individuales de la actividad humana en nuevos objetivos'. F. Guattari, Cartografías esquizoanalíticas, Buenos Aires 2000, 53.

[10] La identidad--como lo plantea Varela-- no tiene carácter sustancial, ni centro, ni eje, está integrada por el enlace que produce un plus de significado que no constituye un sujeto, sino un sí mismo insustancial. Ello no significa que se desatienda la configuración molar de la personalidad, se trata de disponer de contextos tanto de análisis como de acción que permitan una lectura y una praxis construida en base a los condicionamientos político-económicos de la subjetividad. Esto significa considerar la producción deseante que se enrola en una actividad recursiva en relación al contexto. 

[11] Cf. W. Reich, Psicología de masas del fascismo, Buenos Aires 1972.

[12]   ‘Las identificaciones están constituidas por la pluralidad de las personas psíquicas y por la red de los objetos abandonados o perdidos o instalados en el yo' (...) ‘cuando recibimos proyecciones, o cuando somos despertados al deseo por un objeto, lo que resulta movilizado no es sólo un objeto, sino la red o el grupo de los objetos, de los afectos y de las representaciones a que se liga por investiduras que constituyen, en suma, una memoria'. R. Kaës, El grupo y el sujeto del grupo, Buenos Aires 1995,       179.

[13] ‘El grupo es un escenario de la seducción multilateral y polimorfa: cada uno intenta despertar en los otros una excitación excitante para él mismo y a la vez defenderse de los aspectos peligrosos de estas tentativas, cada uno es movilizado en la representación inconsciente de que él es causa del deseo que pone en movimiento la excitación en el otro, desconociendo entonces la suya propia, y cada uno, según los términos de las representaciones y de las movilizaciones afectivas que le impone su estructura y su historia, está en una relación crítica entre su experiencia de la excitación y el sentido sexual de ésta para él. Dicho de otro modo, cada uno se ve llevado a enfrentar las singularidades de su historia traumática, las resoluciones sobrevenidas en la resignificación y las éstasis libidinales a la espera de un desenlace'. Id., o.c., 297.

[14] Anzieu plantea que tanto en el grupo como en el sueño existe una triple regresión: Cronológica (verificándose en ella el predominio de los procesos primarios); Tópica (donde prima el principio del placer); Formal (en la cual  se observa el recurso a modos de expresión arcaicos, el pensamiento figurativo y la comunicación en base a gestos , miradas, movimientos repetitivos, esteriotipias, etc.). Cf. D. Anzieu, El grupo y el inconsciente, Madrid 1986.

[15] Según A. Missenard ‘las técnicas de grupos no directivas ponen en tela de juicio las identificaciones imaginarias individuales y obligan a los participantes a abandonarlas al precio de la angustia de rotura, al miedo a cambiar, por ello la interpretación siempre se dirige al grupo a partir de la nivelación grupal en la que nadie está individualizado, los participantes reconstituyen poco a poco las identificaciones imaginarias perdidas, este proceso se efectúa en dos etapas: la primera corresponde a la identificación con los otros, que permite una re-individuación; la segunda corresponde a la constitución del cuerpo grupal, el grupo como contención de pulsiones y fantasías constituye un sustituto del yo epidermis como prótesis compensadora de los déficit narsicistas, el grupo dirige el tratamiento de las dificultades y la satisfacción de las necesidades del sujeto'. En Id., o.c., 199.

[16] ‘Experimentamos así la impresión de hallarnos ante una situación en la que el sentimiento individual y el acto intelectual personal son demasiado débiles para afirmarse por sí solos sin el apoyo de manifestaciones afectivas e intelectuales análogas de los demás individuos. Esto nos recuerda cuán numerosos son los fenómenos de dependencia en la sociedad humana normal, cuán escasa originalidad y cuán poco valor personal hallamos en ella y hasta qué punto se encuentra dominado el individuo por las influencias de un alma colectiva tales como las propiedades raciales, los prejuicios de clase, la opinión publica, etc. El enigma de la influencia sugestiva se hace aún más oscuro cuando admitimos que es ejercida no sólo por el caudillo sobre todos los individuos de la masa , sino también por cada uno de éstos sobre los demás y habremos de reprocharnos la unilateralidad con que hemos procedido al hacer resaltar casi exclusivamente la relación de los individuos de la masa con el caudillo, relegando, en cambio, a un segundo término el factor de la sugestión recíproca'. S. Freud, Psicología de masas y análisis del yo en Id., Obras Completas, Madrid 1996,  2593.                                                                                   

[17] ‘La constitución libidinosa de una masa (...) o sea de la masa que posee un caudillo y no ha adquirido aún , por una organización demasiado perfecta, las cualidades de un individuo. Tal masa es una reunión de individuos que han reemplazado su ideal del yo por un mismo objeto, a consecuencia de lo cual se ha establecido entre ellos una general y reciproca identificación del yo'. Id., o.c., 2592.

[18] ‘Las masas humanas nos muestran un cuadro ya conocido, del individuo dotado de un poder extraordinario y dominando a una multitud de individuos iguales entre sí, cuadro que corresponde exactamente a nuestro cuadro de la horda primitiva. La psicología de dichas masas nos es conocida por descripciones repetidamente mencionadas -la desaparición de la personalidad individual inconsciente, la orientación de los pensamientos y los sentimientos en un mismo sentido, el predominio de la afectividad y de la vida psíquica inconsciente, la tendencia a la realización inmediata de las intenciones que puedan surgir de toda esta psicología , repetimos, corresponde a un estado de regresión, a una actividad anímica primitiva, tal y como la atribuiríamos a la horda primitiva.' Id., o.c., 2596.

CAPIITALISMO MUNDIAL INTEGRADO Y REVOLUCION MOLECULAR

CAPIITALISMO MUNDIAL INTEGRADO Y REVOLUCION MOLECULAR

Guattari, Félix, "Plan sobre el Planeta, Capitalismo Mundial integrado y revoluciones moleculares" Prólogo: Anne Querrien Edición y notas Raúl Sánchez Cedillo, Editorial traficante de sueños, España, 2004. Texto Formato PDF Texto disponible en: http://www.traficantes.net

Este texto fue presentado como contribución a unas jornadas del CINEL en 1981 (publicado en castellano en el numero 1 de la revista Archipielago)



Índice Temático:

-Los sistemas de producción, de expresión económica y de axiomatización del CMI.

-Las nuevas segmentaridades del CMI

-Nuevas maquinas de guerra revolucionarias, agenciamientos de deseo y lucha de clases.

 

Los sistemas de producción, de expresión económica y de axiomatización del CMI.

EL CAPITALISMO CONTEMPORÁNEO puede ser definido como Capitalismo mundial integrado (CMI):

1. Porque sus interacciones son constantes con países que, históricamente, parecían habérsele escapado -los países del bloque soviético, China, los países del Tercer Mundo.

2. Porque tiende a que ninguna actividad humana, en todo el planeta, escape a su control.

Podemos considerar que el capitalismo ya ha colonizado todas las superficies del planeta y que lo esencial de su expresión reside actualmente en las nuevas actividades que pretende sobrecodificar y controlar.

Este doble movimiento, el de una extensión geográfica que se encierra sobre sí misma y el de una expansión mole- cular proliferante, es correlativo de un proceso general de des- territorialización. El Capitalismo mundial integrado (CMI) no respeta las territorialidades existentes; tampoco respeta los modos de vida tradicionales, como los de la organización social de aquellos conjuntos nacionales que parecen hoy en día firmemente establecidos. Recompone tanto los sistemas de producción como los sistemas sociales en sus propias bases, sobre lo que podríamos llamar su axiomática propia («axiomática» en contraposición, en este caso, a «programática»). En otras palabras, no hay un programa definido de una vez por todas: siempre es posible, en el contexto de una crisis o de una dificultad imprevista, agregar axiomas funcionales suplementarios o sustraer otros. Ciertas formas capitalistas parecen derrumbarse frente a una guerra mun- dial o una crisis como la de 1929, pero luego renacen bajo otras formas, encontrando otros fundamentos. Esta desterri- torialización y esta recomposición permanente atañen tanto a las formaciones de poder como a los modos de producción (prefiero hablar de formaciones de poder en lugar de relaciones de producción, noción demasiado restrictiva en relación con el tema aquí considerado). Abordaré el problema del Capitalismo mundial integrado desde tres puntos de vista:


1. El de sus sistemas de producción, de expresión econó- mica y de axiomatización del «socius».

2. El de las nuevas segmentariedades que éste desarrolla:

a) en el ámbito transnacional, b) en el marco europeo y c)

en el plano molecular.

3. Por último, el de lo que denomino las máquinas de guerra revolucionarias, los agenciamientos de deseo y las luchas de clases, desde el punto de vista de sus objetivos, de sus referencias y de sus modos de acción.

Los sistemas de producción, de expresión económica y de axiomatización del CMI.

1. Sobre la evolución de los sistemas de producción del CMI seré breve e incluso esquemático, dado que este tema ya ha sido ampliamente desarrollado en otros lugares. Señalemos para empezar que hoy en día ya no sólo existe una división internacional del trabajo, sino una mundialización de la divi- sión del trabajo, una captura generalizada de todos los modos de actividad, incluidos aquellos que escapan formalmente a la definición económica de trabajo. Los sectores de actividad más «atrasados» y los modos de producción marginales, las actividades domésticas, el deporte, la cultura, etc., que hasta ahora no incumbían al mercado mundial, están cayendo, uno tras otro, bajo su dependencia.

De este modo, el CMI integra el conjunto de sus sistemas maquínicos al trabajo humano, de tal suerte que se hace cada vez más difícil pretender dar cuenta de los valores económicos

únicamente a través de una noción cuantitativa de «trabajo socialmente necesario»; en la medida en que lo que resulta pertinente en la asignación de un trabajador a un puesto pro- ductivo no es sólo su capacidad de proporcionar un cierto tiempo de trabajo, sino el tipo de secuencia maquínica que va a introducir en el proceso de producción, (en la que inter- viene por supuesto, un trabajo físico, pero cada vez más relativo). De esta suerte, las reivindicaciones sindicales que apuntan a la disminución del tiempo de trabajo pueden vol- verse perfectamente compatibles con el proyecto de integra- ción del capitalismo; y no sólo compatibles; sino que incluso pueden ser auspiciadas, para que el trabajador pueda dedi- carse a actividades financieramente improductivas, pero económicamente recuperables. El ámbito de la integración maquínica ya no se limita únicamente a los lugares de pro- ducción, sino que se extiende también a todos los demás tipos de espacios sociales e institucionales -agenciamientos técnico- científicos, equipamientos colectivos, medios de comunicación de masas, etc. La revolución informática acelera considerable- mente este proceso de integración, que contamina también la subjetividad inconsciente tanto individual como social.

Esta integración maquínico-semiótica del trabajo humano implica, en consecuencia, que se tome en cuenta en el seno del proceso productivo la formación de cada trabajador no sólo en el ámbito de sus saberes -lo que algunos econo- mistas llaman el «capital de saber»-, sino también en el conjunto de sus sistemas de interacción con la sociedad y con el entorno maquínico; imbricando en este entorno tanto a las máquinas propiamente dichas, esto es, las máquinas técnicas, como a las máquinas semióticas y a las máquinas deseantes, que funcionan como software de los comportamientos sociales, de los tejidos urbanísticos, de todos los niveles de sensibilidad, de interiorización de los sistemas jerárquicos, etc.

2. La expresión económica del CMI, su modo de sometimiento semiótico de las personas y de las colectividades, no sólo atañe a una serie de sistemas de signos (como el sistema mone- tario, el bursátil, los aparatos jurídicos relativos al salario, a la propiedad, al orden público, etc.). Se apoya igualmente en sis- temas de servidumbre, pero en el sentido cibernético del tér- mino. Los componentes semióticos del capital funcionan siem- pre en un doble registro: el de la representación -donde los sistemas de signos son independientes y se encuentran distanciados de los referentes económicos- y el del diagrama- tismo -donde los sistemas de signos se concatenan[1] directa- mente con los referentes, como instrumentos de modulación, de programación, de planificación de los segmentos sociales y de los agenciamientos productivos. De este modo, el capital es mucho más que una simple categoría económica rela- tiva a la circulación de bienes y a la acumulación. Es una categoría semiótica que concierne al conjunto de los ámbitos de la producción y al conjunto de los niveles de la estratifi- cación de los poderes. El CMI se inscribe, en primer lugar, en el marco de las sociedades divididas en clases sociales, en clases raciales, burocráticas, sexuales, grupos de edad, etc., y en segundo lugar, en el seno del tejido maquínico proliferante. Su ambigüedad con respecto a las mutaciones maquínicas materiales y semióticas características de la situación actual reside en el hecho de que utilizan toda su potencia maquíni- ca, toda la proliferación semiótica de las sociedades industriales desarrolladas, al mismo tiempo que la neutralizan a través de sus medios de expresión económicos específicos.

El CMI favorece las innovaciones y la expansión maquínica sólo en la medida en que puede recuperarlas y consoli- dar los axiomas sociales fundamentales sobre los cuales no puede transigir: un cierto tipo de concepción del «socius», del deseo, del trabajo, del tiempo libre, de la cultura, etc.

3. Abordemos el tercer punto, que se refiere a la axiomatiza- ción del «socius» por el CMI. Ésta se caracteriza en el con- texto actual por tres tipos de transformaciones: de cercamiento, de desterritorialización y de segmentaridad.


El cercamiento. A partir del momento en que el capitalismo ha invadido el conjunto de las superficies económicamente explotables, deja de ser capaz de mantener el impulso expansionista que lo caracterizaba durante sus fases colonia- les e imperialistas. De este modo, su campo de acción queda cercado y esto le obliga a recomponerse constantemente

sobre sí mismo, sobre los mismos espacios, profundizando sus modos de control y de sometimiento de las sociedades humanas. Su mundialización, lejos de constituir un factor de crecimiento, corresponde de hecho a una reformulación radical de sus bases anteriores, que puede desembocar, tanto en una involución completa del sistema, como en un cambi de registro. El CMI tendrá que encontrar sus medios de expansión y de crecimiento, trabajando las mismas forma- ciones de poder, volviendo a transformar las relaciones sociales y desarrollando mercados cada vez más artificiales, no sólo en el ámbito de los bienes, sino también en el de los afectos. Propongo la siguiente hipótesis: la característica de la crisis actual -que en el fondo no es tal, sino más bien una gigantesca reconversión- es precisamente esta oscilación entre la involución de un cierto tipo de capitalismo que tro- pieza con su propio cercamiento y un intento de reestructu- ración sobre bases diferentes, que conduce al CMI a aceptar, tal cual, su finitud -en particular la de sus mercados- y la necesidad de redefinir permanentemente sus campos de aplicación -incluidos los espacios «socialistas», URSS, China, etc. En otros términos, le es necesario operar una reconversión decisiva, aunque esto implique liquidar com- pletamente sistemas anteriores, ya sea en el ámbito de la pro- ducción o en el ámbito de los compromisos nacionales, de la democracia burguesa, de la socialdemocracia, etc. Fin, pues, de los capitalismos territorializados, de los imperialismos expansivos, y tránsito a imperialismos desterritorializados e intensivos. Abandono de toda una serie de categorías socia- les, de sectores de actividad, de zonas básicas de implanta- ción y, por otra parte, remodelación, domesticación de las fuerzas productivas tendente a adaptarlas al nuevo modo de producción. Integración desterritorializada, que no es necesariamente incompatible con la existencia de regímenes diversificados y que puede incluso estimular esta diversifi- cación, a condición de que se establezca con arreglo a su axiomática segregativa.

La desterritorializacián del capitalismo sobre sí mismo es lo que Marx había denominado «la expropiación de la burguesía por la burguesía», pero esta vez a una escala muy diferente. El CMI no es universalista. No pretende generalizar la democracia burguesa sobre el conjunto del planeta, ni tampoco, por otra parte, un sistema dictatorial.

Pero requiere, sin embargo, una homogeneización de los modos de producción, de los modos de circulación y de los modos de con- trol social. Ésta es la única preocupación que le conduce a apoyarse en regímenes relativamente democráticos en algu- nos lugares e imponer regímenes dictatoriales en otros. De manera general, esta orientación tiene por efecto relegar las viejas territorialidades sociales y políticas o, por lo menos, despojarlas de sus antiguas fuerzas económicas. Pero esto sólo es posible si funciona a partir de una multicentralización de sus propios núcleos de decisión.

Hoy en día, el CMI no posee un centro único de poder. Incluso su rama norteamericana es policéntrica. Los centros reales de decisión están repartidos por todo el planeta. Y no se trata solamente de estados mayores económicos de «élite», sino también de engranajes de poder que se escalo- nan en todos los niveles de la pirámide social, desde el mana- ger al padre de familia. En cierto modo, el CMI instaura su propia democracia interna. No impone necesariamente deci- siones que vayan en el sentido de sus intereses inmediatos. Mediante mecanismos extremadamente complejos mantiene una «consulta» con los otros centros de interés, con los demás segmentos con los que debe componerse. Esta «nego- ciación» ya no es política en la acepción antigua. Introduce sistemas de información y de manipulación psicológica a gran escala, utilizando los medios de comunicación de masas. Hoy día asistimos, por ejemplo, a una especie de negociación inconsciente del CMI a propósito de las opcio- nes energéticas: petróleo, energía nuclear, nueva energía, etc.

La degeneración de las localizaciones concéntricas, de los modos de poder y de las jerarquías que se escalonan desde las aristocracias a los proletariados, pasando por las pequeñas burguesías, etc., no es incompatible con su man- tenimiento parcial. Sin embargo, ya no corresponden a los campos reales de decisión. El poder del CMI está siempre en otra parte, dentro de mecanismos desterritorializados. Esto hace que aparezcan hoy en día como algo imposible de aprehender, de localizar y de atacar. Esta desterritorializa- cíón engendra también fenómenos paradójicos como el hecho, por ejemplo, de que se desarrollen zonas de Tercer Mundo dentro de los países más desarrollados y que, inversamente, aparezcan centros hipercapitalistas desarro- llados en zonas de subdesarrollo.

El sistema general de segmentaridad. Hemos visto que el capitalismo, al no estar ya en una fase expansiva en el ámbito geopolítico, debe reinventarse sobre los mismos espacios, conforme a una especie de técnica de palimpsesto. Tampoco puede desarrollarse con arreglo a un sistema de centro y periferia, que transforma sincrónicamente. Actualmente, su problema consiste en descubrir nuevos métodos de consoli- dación de sus sistemas de jerarquía social. Se trata de un axioma fundamental: para mantener la consistencia de la fuerza colectiva de trabajo a escala planetaria, el CMI tiene que hacer coexistir zonas de superdesarrollo, de superenriquecimiento en beneficio de las aristocracias capitalistas - localizadas no sólo en los bastiones capitalistas tradicionales- y zonas de subdesarrollo relativo, e incluso verdaderas zonas de pauperización absoluta, de tal suerte que la pirámide social se vaya socavando por otro lado. Estos son los extremos entre los cuales puede establecerse una disciplinarización general de la fuerza colectiva de trabajo, así como una compartimentación, una segmentación de los espacios mundiales.

La libre circulación de bienes y de personas está reservada a las nuevas aristocracias del capitalismo. Todas las demás categorías de la población están condenadas a residir en algún rincón de un planeta que se ha convertido en una verdadera fábrica mundial, a la que son agregados campos de trabajo forzado o campos de exterminio a escala de países enteros (Camboya). De esta suerte, el CMI puede hacer coexistir una perspectiva de «progreso social» en las zonas ricas -mejoramiento de las condiciones de trabajo desde el punto de vista de la duración de la jornada y de la cantidad de relaciones humanas, etc. - y una verdadera política de exterminio de la fuerza colectiva de trabajo en otras regiones.

Esta segmentación social, esta segregación acondicionada a escala planetaria, es la consecuencia del fenómeno de cerca- miento del CMI. Si el CMI logra cohesionar todos estos seg- mentos, atravesar las disparidades instituidas por él y ser rey y señor de los más variados sistemas, ello ha de atribuirse a su desterritorialización y a su multicentralización. Esta redefini- ción no sólo afecta a las cuestiones económicas. El conjunto de la vida social es remodelado. En el este de Francia, donde de padres a hijos se vivía de la industria del acero, el CMI decide liquidar el paisaje industrial. De tal modo otro espa- cio será transformado en zona turística o en zona residencialpara las élites; se alteran los niveles de vida a escala de regiones enteras. Hemos podido comprobar hasta qué punto la instauración del Mercado Común Europeo ha reactivado los sentimientos nacionalistas corsos, vascos, bretones, etc. Nuevas interacciones, nuevos antagonismos surgen entre los segmentos del CMI y los agenciamientos humanos que tra- tan de resistir a su axiomatización y de reconstituirse sobre bases diferentes.

No enumero aquí todos los demás axiomas de segmenta- riedad que tienden a regir el conjunto de los agenciamientos moleculares -relaciones familiares, relaciones conyugales y domésticas, funciones de educación, de justicia, de asisten- cia, etc. Todos ellos se ensamblan para modificar y adaptar el modo de valorización de la vida social y económica. ¿Bajo que condiciones merece la pena seguir viviendo en tal sistema? ¿Qué ataduras inconscientes hacen que sigamos adhi- riéndonos a éste, a pesar de nosotros mismos?

Todos estos axiomas de segmentaridad están conectados entre sí. El CMI no sólo interviene a escala mundial, sino también en los ámbitos más personales. Inversamente, las determinaciones moleculares inconscientes no cesan de interactuar sobre componentes fundamentales del CMI.

Las nuevas segmentariedades del CMI


a) La segmentariedad transnacional

El antagonismo Este/Oeste tiende a perder consistencia. In- cluso en las fases de tensión, dicho antagonismo adopta un giro artificial, de juego teatral. Esto responde a que lo esen- cial de las contradicciones ya no se sitúa en el eje Este/Oeste, sino más bien en el eje Norte/Sur; dando por hecho que, para el CMI, se trata siempre, a fin de cuentas, de asegurarse el control de todas las zonas que tienden a escapársele, y que existen Norte y Sur dentro de cada país. ¿Bastaría con decir, entonces, que la nueva segmentariedad descansa en eL «cruce» entre un fenómeno esencial, que sería una guerra permanente y larvada entre Norte y Sur, y un fenómeno secundario, el de las rivalidades Este/Oeste? A mi modo de ver ese enfoque sería insuficiente. La separación entre Tercer Mundo en vías de desarrollo (o incluso hiperdesarrollado: países productores de petróleo) y Tercer Mundo en vías de pauperización absoluta, en vías de exterminio, se ha vuelto un elemento permanente de la situación actual. Pero tam- bién intervienen otros factores. La oposición entre el capita- lismo transnacional multinacional y los grupos de presión internacionales, por un lado, y el capitalismo nacional, por el otro (una oposición que sigue el principio clasificador exclu- sivo de la mayor parte de los Partidos Comunistas locales), ha dejado de ser pertinente desde un punto de vista global, por más que puedan subsistir localmente. De hecho, todas estas contradicciones internacionales se organizan entre sí, se cruzan, desarrollando combinaciones complejas que no se resumen en sistemas de ejes Este/Oeste, Norte/Sur, nacional-/multinacional, etc. Proliferan como una especie de rizoma multidimensional, incluyendo innumerables singularidades geopolíticas, históricas, religiosas, etc. Nunca estará de más insistir en el hecho de que la axiomatización, la producción de nuevos axiomas en respuesta a esas situaciones específi- cas, no responde a un programa general, no depende de un centro conductor que dictaría esos axiomas. La axiomática del CMI no está fundada en análisis ideológicos, sino que forma parte integrante de su proceso de producción. En seme- jante contexto, cualquier perspectiva de lucha revolucionaria circunscrita a espacios nacionales, cualquier perspectiva de toma del poder político por medio de la dictadura del prole- tariado, parece cada vez más ilusoria. Los proyectos de trans- formación social están condenados a la impotencia si no se inscriben en una estrategia subversiva a escala mundial.

b) La segmentariedad europea

La oposición entre Este y Oeste dentro de Europa también habrá de evolucionar considerablemente en los próximos años. Lo que nos parecía un antagonismo fundamental se revelará quizás progresivamente «fagocitable», negociable a todos los niveles. Por consiguiente, nada de modelo germa- no-estadounidense, nada de retorno al fascismo de la pre- guerra, etc., sino más bien evolución por aproximaciones sucesivas hacia un sistema de democracia autoritaria de nuevo tipo. Los métodos de represión y control social de los regímenes del Este y del Oeste tienden a aproximarse mutuamente; un espacio represivo europeo de los Urales al Atlántico amenaza con reemplazar el actual espacio jurídico europeo. Y los partidos comunistas europeos no son los últi- mos en actuar en este sentido. Durante un tiempo ha podido pensarse que la desaparición relativa de la oposición Este- Oeste en Europa se vería acompañada por una intensifica- ción de la oposición entre la Europa del norte y la Europa del sur. Pero en esta dirección tampoco es probable que llegue- mos a una nueva guerra de Secesión. Aquí el CMI adapta una vez más su segmentariedad económica y social en refe- rencia a una estrategia esencialmente mundial. Por otra parte, las amenazas secesionistas dentro de los países de Europa del este, considerablemente reforzadas por el pro- blema polaco, estimularán a los dirigentes occidentales y soviéticos a negociar un nuevo status quo, un nuevo Yalta.

c) La segmentariedad molecular

En los espacios capitalísticos [2] encontramos constantemente dos tipos de problemas fundamentales:

- las luchas de interés, económicas, sociales, sindicales en

el sentido clásico;

- las luchas relativas a las libertades, que podríamos agrupar junto con las de deseo, los cuestionamientos de

la vida cotidiana, del medio ambiente, etc., en el registro de la revolución molecular.

Las luchas de interés, las cuestiones del nivel de vida, continúan siendo portadoras de contradicciones esenciales. No se trata, en ningún caso, de subestimarlas; sin embargo, pode- mos plantear la hipótesis de que, a falta de una estrategia global, estas reivindicaciones darán pie cada vez más a su propia recuperación, a su integración por parte de la axio- mática del CMI. No conducirán jamás por sí mismas a una verdadera transformación social. No volveremos a asistir a enfrentamientos del tipo europeo de 1848, de la Comuna de París o del 1917 en Rusia; nunca más asistiremos a una rup- tura neta, de clase contra clase, que inicie la redefinición de un nuevo tipo de sociedad. En caso de conflicto grave, el CMI está en condiciones de poner en marcha una especie de plan Orsec[3] internacional y un plan Marshall permanente. Los países europeos, Japón y EE.UU. pueden subvencionar a fondo perdido, y durante un buen período, la economía de un bastión capitalista en peligro. Se trata de la supervivencia del CMI, que funciona, en este caso, como una especie de compañía internacional de seguros, capaz, tanto en el plano económico como en el plano represivo, de hacer frente a las vicisitudes más difíciles.

Entonces ¿qué va a ocurrir? ¿Desembocará la crisis actual en un nuevo status quo social, en una normalización «a la alemana», en una guetización de los marginales, en un Estado del Bienestar generalizado, acompañado del acon- dicionamiento parcial de algunos nichos de libertad? Es una posibilidad, aunque no la única. En cuanto abandona- mos los esquemas simplificadores, nos damos cuenta de que países como Alemania o Japón no están exentos de grandes trastornos sociales. Sea como fuere, parece que, por lo menos en Francia, la situación evoluciona hacia una liqui- dación del equilibrio social que, desde hacía varias décadas, se manifestaba en términos de una relativa paridad entre las fuerzas de izquierda y las fuerzas de derecha. Nos orienta- mos hacia una ruptura del tipo: un 90 por cien de una masa conservadora amedrentada, embrutecida por los medios de

comunicación de masas y un 10 por cien de minoritarios más o menos refractarios. Pero si abordamos este problema desde un punto de vista distinto, no sólo en lo que atañe a las luchas de interés, sino también en el plano de las luchas moleculares, entonces el panorama cambia. Lo que aparece en esos mismos espacios sociales, aparentemente encasillados y aseptizados, es una especie de guerra social bacteriológica, algo que ya no se afirma con arreglo a frentes de lucha claramente delimitados -frentes de clase, luchas reivindicativas-, sino en forma de trastornos moleculares difí- ciles de aprehender. Distintos tipos de virus de esta índole están trabajando en el cuerpo social en relación con el con- sumo, con el trabajo, con el tiempo libre, con la cultura, etc.: autorreducciones, cuestionamiento del trabajo, del sistema de representación política, radios libres, etc. En la subjetividad consciente e inconsciente de los individuos y de los grupos sociales, no dejarán de aparecer mutaciones de conse cuencias imprevisibles.


Nuevas máquinas de guerra revolucionaria, agenciamientos de deseo y lucha de clases

¿Hasta dónde podrá llegar esta revolución molecular? ¿No está condenada, en el mejor de los casos, a vegetar en guetos «al estilo alemán»? ¿El sabotaje molecular de la subjetividad social dominante se basta a sí mismo? ¿Debe la revolución molecular establecer alianzas con fuerzas sociales del ámbito molar (global)? La tesis principal que aquí se sostiene es que los axiomas del CMI -cercamiento, desterritorializa- ción de los antiguos espacios nacionales, regionales, profe- sionales,etc., multicentralización, nuevas segmentarida- des- jamás lograrán terminar con ella. Los recursos del CMI tal vez sean infinitos en el orden de la producción y de la manipulación de las instituciones y de las leyes. Sin embar- go, se enfrentaron y se enfrentarán de un modo cada vez más violento con un verdadero muro o más bien con una maraña de hostigamientos infranqueables en el terreno de la economía libidinal de los grupos sociales. Esto se desprende del hecho de que la revolución molecular no sólo tiene que ver con las relaciones cotidianas entre hombres y mujeres,homosexuales y heterosexuales, niños, adultos, etc. Interviene también y ante todo en las mutaciones productivas en cuanto tales. La revolución molecular es portadora de coeficientes de libertad inasimilables e irrecuperables por el sistema domi- nante. Esto no significa que dicha revolución molecular sea automáticamente portadora de una revolución social capaz de dar a luz una sociedad, una economía y una cultura libe- radas del CMI. ¿No fue acaso una revolución molecular la que sirvió de fermento al nacional-socialismo? De aquí puede desprenderse lo mejor y lo peor. La conclusión de este tipo de transformaciones dependerá esencialmente de la capacidad que tengan los agenciamientos explícitamente revolucionarios para articularlas con las luchas de interés, políticas y sociales. Ésta es la cuestión esencial. De no producirse esa articulación: ninguna mutación de deseo, ninguna revolución molecular, ninguna lucha por espacios de libertad logrará impulsar transformaciones sociales y económicas a gran escala.

¿Cómo imaginar, entonces, máquinas de guerra revolu- cionaria de nuevo tipo que logren injertarse, al mismo tiempo, en las contradicciones sociales manifiestas y en esta revolución molecular?

La actitud de la mayoría de los militantes profesionales con respecto a estos problemas consiste a menudo en reco- nocer la importancia de esos nuevos terrenos de contestación, pero enseguida añaden que nada positivo se puede espe- rar de ellos por el momento: «Es necesario que hayamos alcanzado primero nuestros objetivos políticos, antes de poder intervenir en cuestiones como la vida cotidiana, la escuela, la relación entre grupos, la convivencia, la ecología, etc.»

Casi todas las corrientes de izquierda, de extrema izquierda, de la autonomía, etc., -esto era manifiesto en Italia en el período de 1977-, convergen en esta posición. A su manera, cada uno está dispuesto a explotar los «nuevos movimientos sociales» que se han desarrollado desde la década de 1960, pero nadie plantea el problema de forjar instrumentos de lucha realmente adaptados a estos movi- mientos. En cuanto se trata de entrar en este universo vago

de los deseos, de la vida cotidiana, de las libertades concre- tas, una extraña sordera y una miopía selectiva aparecen en los portavoces «oficiales». Les produce pánico la idea de que un desorden pernicioso pueda contaminar las filas de sus organizaciones. Los maricas, los locos, las radios libres, las feministas, los ecologistas... en el fondo les resulta un poco sospechoso. En realidad, esta perturbación proviene del hecho de que lo que con ello se ve amenazado es su persona de militante, su funcionamiento personal; no sólo sus con- cepciones en materia de organización, sino también sus «inte- reses» afectivos en un determinado tipo de organización.

Todo el problema reside en que estas organizaciones son asimilables, en mayor o menor grado, a los equipamientos del poder. Con independencia del hecho de que aquellos que las animan se declaren de derecha o izquierda, funcionan con el mismo sentido del conformismo. Trabajan al objeto de que los procesos moleculares entren en conformidad con las estratificaciones globales (molares). La verdad es que el sis- tema del CMI se alimenta precisamente de este tipo de equi- pamiento de poder. Las economías occidentales no podrían funcionar hoy en día sin los sindicatos, los comités de empresa, las mutualidades, los partidos de izquierda y, quizás también..., los grupúsculos de extrema izquierda. No se puede, pues, esperar gran cosa por ese lado. Al menos en Europa, porque en países como los de América Latina, por ejemplo, puede que este tipo de formación tenga todavía que cumplir una función importante. Aunque también allí los problemas relativos a la revolución molecular se plantearán, sin duda, con una agudeza cada vez mayor (problemas raciales, problemas de la mujer, problemas de las poblacio- nes marginales, etc.). Toda clase de compromisos, de combi- naciones reformistas seguirán gestándose. Toda clase de manifestaciones simbólicas o violentas seguirán animando la actualidad, pero nada de ello nos acercará a un verdadero proceso de transformación revolucionaria.

Llegados a este punto, nos enfrentamos a la lancinante pregunta: ¿cómo «inventar» nuevos tipos de organización capaces de actuar en el sentido de esta confluencia, de este cúmulo de efectos de las revoluciones moleculares, de las luchas de clases en Europa y de las luchas de emancipación en el Tercer Mundo, organizaciones capaces de responder caso por caso, cuando no golpe por golpe, a las transforma- ciones segmentarias del CMI (una de cuyas consecuencias es, precisamente, que ya no se pueda seguir hablando de masas indiferenciadas)? ¿Cómo conseguirán estos agenciamientos de lucha -a diferencia de los tradicionales- dotarse de los medios de análisis que les permitan no verse sorprendidos ni por las innovaciones institucionales tecnológicas del capitalismo, ni por los brotes de respuesta revolucionaria que los trabajadores y las poblaciones sometidas al CMI experimen- tan en cada etapa? Nadie puede definir hoy en día lo que serán las formas futuras de coordinación y organización de la revolución molecular, pero lo que parece evidente es que implicarán -como premisa absoluta- el respeto de la auto- nomía y de la singularidad de cada uno de sus segmentos. Desde ahora queda claro que la sensibilidad de estos seg- mentos, su grado de conciencia, sus ritmos de acción, sus justificaciones teóricas no coinciden. Parece deseable e incluso esencial que no coincidan jamás. Sus contradiccio- nes, sus antagonismos, no deberán ser «resueltos» ni por una dialéctica imperativa, ni por aparatos de dirección que los dominen y opriman.

Entonces, ¿qué formas de organización? ¿Algo vago, poco definido? ¿Un retorno a las concepciones anárquicas de la belle époque? No necesariamente, e incluso diría que seguramente no. Desde el momento en que este imperativo de respeto de los rasgos de singularidad y heterogeneidad de los diversos seg- mentos de luchas se pusieran en marcha, sería posible des- arrollar, sobre objetivos delimitados, un nuevo modo de estructuración -ni vago ni demasiado fluido. Al igual que la revolución social, las realidades a las que se enfrenta la revo- lución molecular son difíciles; requieren la constitución de aparatos de lucha, de máquinas de guerra revolucionaria efi- caces. Sin embargo, para que tales organismos de decisión lleguen a ser «tolerables» y no sean rechazados como injer- tos nocivos, es indispensable que no comporten ninguna «sistemocracia», tanto en el plano inconsciente como en el plano ideológico manifiesto. Muchos de aquellos que han experimentado el carácter pernicioso de las formas tradi- cionales de la militancia, se contentan hoy con reaccionar de manera sistemática a cualquier forma de organización e incluso frente a cualquier persona que pretenda asumir la presidencia de una reunión, la redacción de un texto, etc. Desde el momento en que la preocupación principal y per- manente ha pasado a ser la de una auténtica confluencia entre las luchas globales (molares) y moleculares, el proble- ma de la construcción de organismos no sólo de información, sino también de decisión, se plantea bajo una nueva luz -a escala global, a escala de la ciudad, de la región, de un sector de actividad, a escala europea e incluso más allá. Con todo lo que ello puede acarrear en cuanto a rigor y disciplina de acción, aunque respondiendo a métodos radicalmente dis- tintos de los utilizados por los socialdemócratas y por los bol- cheviques, esto es, no programáticos, sino diagramáticos.

Qué más decir acerca de esta complementaridad -y no sólo coexistencia pacifica- entre:

- Un trabajo analítico-político relativo al inconsciente social.

- Nuevas formas de luchas por las libertades.

- Las luchas de las múltiples categorías «no garantizadas», marginalizadas por la nueva segmentaridad del CMI.

- Las luchas sociales más tradicionales.

Los pocos esbozos que han surgido en este sentido, a partir de la década de 1960 en Estados Unidos, en Italia, en Francia, etc., difícilmente podrían servir de modelo. Sin embargo, no avanzaremos en la reconstrucción de un verdadero movi- miento revolucionario sino a través de múltiples y sucesivas aproximaciones de este tipo, parciales y llenas de altibajos. Desde esta perspectiva, debemos prepararnos para los encuentros más imprevistos, a la entrada en escena de per- sonajes totalmente sorprendentes como el juez Bidalou o el humorista Coluche, al desarrollo de técnicas subversivas todavía inimaginables, en particular en el dominio de los media y de la informática

Los movimientos obreros y los movimientos revoluciona- rios, en todos los planos, están lejos aún de haber comprendi- do la importancia del debate sobre todas estas cuestiones de organización. Les vendría bien ponerse al día siguiendo la escuela del CMI, que por su cuenta se ha dotado de los medios para forjar nuevas armas, para afrontar los trastor- nos que engendran sus reconversiones y su nueva segmen- tariedad. El CMI no recurre a expertos sobre estos asuntos. No los necesita. Le basta con una práctica sistemática. Sabe lo que es la multicentralización de las decisiones. No le supone el menor problema el hecho de no disponer de un estado mayor central, ni de una supercomisión política para orien- tarse en situaciones complejas. (Aunque haga creer en la existencia de estados mayores; de ahí el mito orquestado torno a la famosa «Comisión Trilateral». Deja creer que «por ahí va la cosa», que ahí es donde hay que apuntar, mientras los verdaderos «actores», los verdaderos centros de decisión, están en otra parte).

Mientras nosotros mismos sigamos dominados por una concepción de los antagonismos sociales que ya no tiene mayor relación con la situación presente, seguiremos cami- nando en círculo en nuestros guetos, nos mantendremos indefinidamente a la defensiva, incapaces de apreciar el alcance de las nuevas formas de resistencia en los campos más diversos. Antes que nada, se trata de darse cuenta de hasta que punto estamos contaminados por los engaños y trampas del CMI. La primera de estas trampas es el senti- miento de impotencia que conduce a una especie de «aban- dono» a las fatalidades del CMI. Por un lado, el Gulag; por el otro, las migajas de libertad del capitalismo y, aparte de eso, aproximaciones confusas hacia un vago socialismo del que no se ven ni el inicio de sus primeros pasos, ni sus verdaderas finalidades. Ya seamos de izquierda o de extrema izquierda, ya seamos políticos o apolíticos, tenemos la impresión de estar encerrados en el interior de una fortaleza o, más bien, de una red de alambre de espino que se des- pliega no sólo sobre toda la superficie del planeta, sino tam- bién en todos los rincones del imaginario. Y, sin embargo, el CMI es mucho más frágil de lo que parece y, por la naturaleza misma de su desarrollo, está destinado a fragilizarse cada vez más. Sin duda, en el futuro, el CMI logrará resolver toda- vía innumerables problemas técnicos, económico de control social

Pero la revolución molecular se le escapará progre- sivamente. Otra sociedad está gestándose desde hoy mismo en los modos de sensibilidad, en los modos relacionales, en los vínculos con el trabajo, con la ciudad, con el medio ambiente, con la cultura, en una palabra, en el inconsciente social. En la medida en que se vea sobrepasado por esas olas de transfor- maciones moleculares, cuya naturaleza y contorno se le esca- pan, el CMI se endurecerá. Éste es el sentido del temible recru- decimiento reaccionario en París, Roma, Londres, Nueva York, Tokio, Moscú, etc. Sin embargo, los cientos de millones de jóvenes que hacen frente a lo absurdo de este sistema en América Latina, en Asia, en África, constituyen a su vez una ola portadora de otro futuro. Los neoliberales de todo pelo se hacen dulces ilusiones si piensan realmente que las cosas se arreglarán por sí solas en el «mundo feliz» capitalista. Cabe conjeturar razonablemente que las pruebas de fuerza revo- lucionaria irán desarrollándose en las próximas décadas.

 

. Nos corresponde a todos apreciar en qué medida -por pequeña que sea-cada uno de nosotros puede trabajar para la puesta al día de máquinas revolucionarias políticas, teóricas, libidinales y estéticas que puedan acelerar la cristalización de un modo de organización social menos absurdo que el que sufrimos hoy en día.



[1] Una concatenación es, por regla general, un encadenamiento de cau-

sas y efectos, para Félix Guattari, sin embargo, este encadenamiento se desarrolla en un espacio de múltiples dimensiones, lo que le da la forma de una aprehensión de los flujos de deseo. [N. del E.]

[2] 2 Guattari prefiere el sufijo «ístico» en lugar de «ista», ya que considera

necesario crear un término que pueda designar no sólo a las sociedades calificadas como capitalistas, sino también a sectores del llamado

«Tercer Mundo» o del capitalismo «periférico», así como a las denomi- nadas economías socialistas de los países del Este, que viven en una especie de dependencia y contradependencia del capitalismo. A juicio de Guattari, tales sociedades funcionarían con arreglo a una misma polí- tica del deseo en el campo social, esto es, con un mismo modo de pro- ducción de subjetividad y de relación con el otro (Observación de Suely Rolnik, recogida en [Félix Guattari, Suely Rolnik, Cartografías], de próxi- ma publicación en esta colección).

 

[3] Plan ORSEC (organización de auxilio), plan de la administración francesa de actuación en caso de catástrofes naturales, medioambientales o nucleares, iniciado como rúbrica genérica en 1952, posteriormente ha sido

la base de múltiples planes de auxilio especializados. [N. del E.]

 

 

 

 

 

 

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PLAN SOBRE EL PLANETA. LA PROLIFERACION DE LOS MARGENES. F.GUATTARI

Plan sobre el planeta. La proliferación de los márgenes.

Este texto fue escrito en 1979, fue publicado en castellano en la primera epoca de la revista El viejo Topo, 1976-1982. Este texto fue sacado de: "Plan sobre el planeta, Capitalismo Mundial Integrado y Revoluciones Moleculares" Felix Guattari. Prologo Anne Querrien, Edicion y notas Raúl Sanchez Cedillo. Editorial traficantes de sueños, 2004, Madrid, España. Texto descargable en: Http://www.traficantes.net

Indice de temas:

1- Una reordenacion de los antagonismos de clase en los paises desarrollados

2- Una reordenacion de la division internacional del trabajo

3- un nuevo reparto de los grandes subconjuntos internacionales

4- El desarrollo a escala planetarioa de un nuevo tipo de Fascismo

5- La proliferacion de los Margenes

 

NO HAY NADA MENOS MARGINAL que esta cuestión de los márgenes, que atraviesa toda época y todo espacio. Sin un tránsito en el margen no cabe plantear una transformación social, una innovación, mutaciones revolucionarias... Sin embargo,

¿por qué el Orden, la Ley, la «buena forma» parecen conse- guir tomar siempre la delantera? ¿Habrá que postular enton- ces la existencia de una especie de entropía semiótica favo- rable a las significaciones dominantes y cuyo aumento sería inevitable, conforme los flujos retornan sobre objetos defini- dos, territorios cerrados, agujeros negros, asegurando esta completitud, este cierre, anudando la jerarquización de las formaciones sociales?

Sin embargo, hay que desconfiar de las metáforas termo- dinámicas... No nos sirve de nada el principio de una circula- ridad acción-reacción-retorno al estado inicial... Tanto las leyes de una supuesta ciencia de la historia, como las exhorta- ciones morales ahistóricas descuidan las articulaciones micro- políticas que constituyen su verdadera trama. Hay que recha- zar por igual los dos términos de la alternativa: «libre albe- drío/destino» (¡Sea cual fuere la forma dialéctica en que se pre- sente este último!). Hay que desprenderse de los valores y de las normas a priori como evaluación, transevaluación; y es preciso hacer otro tanto con la noción de líneas evolutivas o involutivas del socius. No hay ningún camino real para el cambio, sino una multiplicidad de vías posibles a partir de:

- la inflexión colectiva de las «opciones preferenciales»

producidas por los diversos componentes de un rizoma económico, ecológico, técnico y científico;

- los múltiples destinos posibles semiotizados por las arti- culaciones sociales de cualquier clase o condición, inclui- dos los márgenes.

¿Quiere esto decir que una verdadera revolución es hoy impo- sible? No, pero sí que una revolución molar, visible, a gran escala, es ya inseparable -a menos de que sea fascista /estali- niana- de la expresión, de la dilatación de las revoluciones moleculares que ponen en marcha la economía del deseo.

Dicho de otra manera, rechazo de la causalidad lineal, rechazo del sentido único de la historia. La prueba de lo real

y de la verdad en este campo, responde a una especie de dia- léctica al revés que agota las contradicciones sin llegar a resolverlas, que extrae, a partir de los viejos seudoproblemas

y de situaciones sin salida, residuos asignificantes, maqui- nismos desterritorializados en los que reaparece todo lo que parecía definitivamente perdido.

Se desprende de aquí una tendencia: los antiguos siste- mas totalitarios-totalizados, estratificados, bloqueados por un referente transcendente, pierden su consistencia. Sólo consiguen mantener su dominio sobre los grandes conjuntos sociales a condición de:

- concentrar su poder,

- miniaturizar sus instrumentos coercitivos.

Entre los n posibles escenarios, encontramos dos extremos:

- La consolidación y estabilización del capitalismo mundial integrado. Este nuevo tipo de capitalismo es el resultado de transformaciones y adaptaciones recíprocas entre el capitalismo monopolista y las diferentes formas de capi- talismo de Estado. Integra, en el seno del sistema mun- dial, los diferentes componentes de las sociedades de clase y de castas basadas en la explotación y en la segre- gación social. Ramificados por todo el planeta, sus centros de decisión tienden a adquirir una relativa autonomía respecto a los intereses nacionales de las grandes potencias y a construir una compleja red que no puede ser completa- mente localizada en un espacio político delimitado -red de complejos energéticos, militar-industriales, etc... Su modo de intervención implica un reforzamiento constante del control reticular de los medios de comunicación de masas.

- Una proliferación de los márgenes, de las minorías, de las autonomías (antiguas y nuevas) que conduzca a una explosión de singularidades de deseo (individuales y/o colectivas) y a la aparición de un nuevo tipo de segmen- tariedad social que sustituya a las formaciones de poder propias del Estado-nación.

Así, pues, dada la triple conjunción:

- inflación de los flujos demográficos;

- agotamiento progresivo de los flujos energéticos y de las materias primas;

- aceleración de la concentración maquínica e informática. En el marco de esta primera hipótesis, puede producirse:


1. Una reordenación de los antagonismos de clase en los países desarrollados

- La disminución relativa del número de puestos de tra- bajo en los sectores industriales en los que se asientan la economía del beneficio y el capitalismo de Estado. Con independencia de los imprevisibles rumbos de la deman- da, el crecimiento de los puestos de trabajo en los secto- res productivos tiende, en efecto, a verse limitado por el

«gasto» mundial de energía y materias primas.

- La integración, cada vez más acentuada, de las fraccio- nes «privilegiadas» de la clase obrera a la ideología, al estilo de vida y a los intereses de la pequeña burguesía;

y el desarrollo de nuevas capas sociales de «sin garantí- as»: inmigrantes, mujeres superexplotadas, trabajadores precarios, parados, estudiantes sin salidas, asistidos de todo tipo...


- La aparición de zonas de subdesarrollo en el interior de las grandes potencias. La quiebra de la economía tradi- cional y el fracaso de la descentralización industrial con- ducen a reivindicaciones regionalistas y a movimientos «nacionalistas» cada vez más radicalizados. Lo determinante en la reestructuración de los espacios indus- triales, dentro del despliegue de un «capitalismo periférico», no serán tanto las opciones técnicas como los problemas socio- políticos (cálculo de los riesgos sociales). Durante décadas, las clases obreras y pequeñoburguesas de las metrópolis imperialistas se han «beneficiado» de:

- la existencia de medios de producción menos integra- dos, menos maquínicos que los actuales;

- la sobreexplotación de las colonias.

Dejando a un lado a las categorías de trabajadores más cua- lificados, estas clases deberán «readaptarse», renunciar a un cierto ideal de standing, a determinados «privilegios adquiri- dos». Lo que está en juego no es tanto una carrera entre las grandes potencias para la obtención de los «primeros pues- tos», sino más bien la instauración de una nueva segregación social, homogeneizada a escala planetaria. Mientras en los países más pobres se implantarán élites obreras y técnico- científicas en las escalas más altas, inversamente, en los paí- ses más ricos, subsistirán inmensas zonas de miseria.

Así, pues, la reestructuración del capitalismo, en las anti- guas potencias industriales, pasa por una impugnación de las «conquistas» sociales más antiguas y más queridas por la clase obrera: salarios sociales diferenciados (pensiones, seguros de desempleo, etc...), la negociación colectiva, arbi- trada por el poder del Estado; la protección ejercida por el poder estatal sobre las grandes ramas económicas (empresas estatales, nacionalizadas, subvencionadas, sociedades mix- tas); etc... Desde el punto de vista del capitalismo mundial integrado, dicha protección sólo se justifica en la medida en que concierne a los sectores cuya tasa de beneficio es más baja o nula (infraestructuras, servicios públicos , etc.). Ahora bien, en los sectores punta, los directivos de las multinacio- nales consideran que deben disponer de una gran libertad de acción para tomar decisiones relativas, por ejemplo, a traslados de instalaciones (en los ámbitos regional, nacional, continental), a cuestiones de ámbito tecnológico, energético, etc. Para las burocracias de los países del Este, el problema se plantea en otros términos, pero los objetivos de una explota- ción máxima se encuentran en los debates sobre la participa- ción en los beneficios, la reforma de la planificación, etc.

 

2. Una reordenación de la división internacional del trabajo.

El capitalismo del siglo XIX sólo conquistó su plena libertad de acción en la medida en que logró derribar las barreras espaciales y las relaciones sociales del antiguo régimen (todavía impregnadas de feudalismo).

Hoy, parece que las barreras nacionales, las «franqui- cias», los equilibrios de clase estabilizados y estratificados en la vieja Europa, y sobre todo en la Europa mediterránea, constituyen un estorbo objetivo para el surgimiento de una clase dominante mundial (forjada a partir de la aristocracia burguesa del Oeste y de la burocracia del Este).

La actual crisis mundial tiene por objetivo, en última ins- tancia, la puesta a punto de un nuevo procedimiento de sometimiento económico-político de la fuerza colectiva de trabajo a escala planetaria. La progresiva disolución de las viejas formas de capitalismo de Estado en beneficio de las tecnoestructuras y de los poderes multinacionales -la des- territorialización de los centros de decisión respecto a las entidades nacionales- va acompañada de:

- la promoción relativa de un cierto número de países del Tercer Mundo, correlativa de una tensión constante en el mercado de materias primas; de una pauperización abso- luta de cientos de millones de individuos que habitan aquellos países que no participan de este despegue econó- mico; y de una sobreexplotación de las regiones y países intermedios entre los super ricos y los super pobres;

- la relación cada vez más estrecha entre el Este y el Oeste, y no sólo en el ámbito económico, sino también en lo que atañe a la vigilancia del planeta; cooperación cada vez más estrecha entre tecnócratas, burócratas, policías, etc., de los países del Este y del Oeste;


- una modificación de la carrera armamentística. Ya no se trata tanto de preparar la tercera guerra mundial, como de a) mantener un equilibrio militar -y por ende político y económico- entre las superpotencias; b) conservar un margen suficiente entre estas últimas y las potencias secundarias; c) imponer, en el plano interno, un determi- nado tipo de modelo centralista en el ámbito militar, poli- cial, estratégico, tecnológico, etc.

Observación: Quizá sea esta última preocupación la que con- diciona las dos primeras. En efecto, toda vez que los viejos modelos de centralismo político están demasiado marcados, para el capitalismo mundial integrado se torna necesario superar la contradicción aparente entre:

- La disolución relativa de los poderes nacionales en sec- tores como el energético, el de las materias primas, el de las instalaciones industriales, el de las opciones tecnoló- gicas, monetarias, etc.

- La necesidad de reinstituir, de territorializar la fuerza colectiva de trabajo sobre un nuevo tipo de formación de poder. La nueva aristocracia mundial burocrático-burguesa conti- nuará basándose en la jerarquía de las potencias internacio- nales, pero tiende cada vez más a no identificarse con nin- guna de ellas en particular. (Al igual que antaño fue necesa- rio acabar con el mito de las «200 familias», hoy debemos tomar distancias respecto al mito de la primacía absoluta del capitalismo germano-estadounidense. El verdadero blanco dista de presentarse tan concentrado. Los focos más virulen- tos del capitalismo se encuentran tanto en el Este como en el Oeste o en los países del Tercer Mundo.)

3. Un nuevo reparto de los grandes subconjuntos internacionales.

La fórmula en curso de experimentación que constituye el

«modelo alemán» -paralela a la tentativa de instauración de un «espacio europeo»- trata de conciliar:

- La integración de una aristocracia obrera cada vez más alejada del proletariado de las potencias de segunda fila.

- Una intensificación de la capacidad represiva de los poderes de Estado, en particular en los ámbitos de la sociedad civil.

- Una absoluta disponibilidad respecto a los centros de decisión del capitalismo mundial integrado (un tejido multicentrado, transnacional, desterritorializado).

Se trata en definitiva, de conservar la unión entre:

- En el plano local: una reterritorialización idiosincrática de la fuerza de trabajo. (Función primordial del control mediante los medios de comunicación de masas en la modelación de los individuos y en el establecimiento de un consenso mayoritario en favor del orden establecido.)

- En el plano europeo: una gestión «comunitaria» del control social y de la represión.

- En el plano mundial: una adaptación sin fisuras al nuevo funcionamiento del capitalismo.

Asimismo, podríamos tomar en consideración otras tentati- vas de reestructuración de los espacios económicos y socia- les por parte del capitalismo mundial integrado, como es el caso de:

- El proyecto de una fuerza interafricana apoyada por Francia y EE.UU. para contrarrestar la intervención cuba- no-soviética. El único resultado tangible de estas intro- misiones sería la intensificación del dominio del capita- lismo mundial sobre África.

- La función cada vez más importante que parece desti- nado a desempeñar Brasil en América Latina


Todos estos ejemplos muestran que el papel de «policía

internacional» atribuido hasta ahora a EE.UU. y a la URSS - recuérdese el caso de Suez- han pasado a manos de instan- cias internacionales, que no por ser más difíciles de localizar, resultan menos implacables.

4. El desarrollo a escala planetaria de un nuevo tipo de fascismo

En cierto sentido, al capitalismo mundial integrado le intere- sará evitar al máximo las soluciones autoritarias clásicas que implican el apoyo y el mantenimiento de burocracias políti- cas, de castas militares, y la adopción de fórmulas de com- promiso con las estructuras nacionales tradicionales suscep- tibles de ir en contra de su propia lógica transnacional y des- territorializante. Preferiría apoyarse en unos sistemas de con- trol más flexibles que pusiesen en marcha mecanismos minia- turizados: en vez de la represión policial directa, la vigilancia mutua de las instituciones, de los trabajadores sociales, de los psiquiatras, una tele «seductora» en vez de una pesada buro- cracia que aplaste toda iniciativa en las instituciones...

Sin embargo, la crisis general a largo plazo que paraliza desde hace años el conjunto de los mecanismos económicos está provocando el hundimiento de la ideología del capitalismo modernista que ha caracterizado el tercer cuarto del siglo XX.

Los antiguos equilibrios de clase, las viejas formas de arbi- traje del Estado entre los diferentes subconjuntos de la bur- guesía, las garantías políticas y jurídicas propias de la demo- cracia burguesa: todo debe ser puesto en tela de juicio, como han expresado claramente los super-managers de la Comisión Trilateral. El capitalismo mundial integrado solo puede alber- gar esperanzas de sobrevivir si controla el funcionamiento de:

- las relaciones internacionales y los grandes movimien- tos sociales (ejemplo: la manipulación de la «Revolución de los claveles» en Portugal o las intervenciones actuales en Italia);

- los engranajes estatales (incluidos los engranajes judi- ciales, de ahí la importancia de la resistencia actual en el ámbito de la magistratura y de la abogacía);

- los engranajes sindicales, comités de empresa, etc... Las negociaciones contractuales con los asalariados deberían considerarse a partir de este momento como parte inte- grante del funcionamiento normal de las empresas, mien- tras que los sindicatos deberían funcionar de la misma forma que un equipo de estudios encargado de las relacio- nes con el personal;

- las instituciones, las escuelas, las universidades y todo aquello que contribuye a modelar la fuerza de trabajo colectiva;

- los engranajes de la prensa, del cine, de la televisión, etc.,

y de todo lo que contribuye a modelar la subjetividad familiar e individual. Toda disidencia en la cabeza de un solo individuo, resulta peligrosa en la medida que puede ser contagiosa. Así, pues, es preciso no perder de vista a los disidentes y a los marginales de todo tipo, ni siquiera en el ámbito de sus reacciones inconscientes. La partida, sin embargo, todavía no ha terminado. Hasta este momento, el capitalismo mundial ha demostrado ser absoluta- mente incapaz de proponer una solución a los problemas fun- damentales del planeta (crecimiento demográfico, devastación ecológica, definición de las nuevas finalidades de la produc- ción, etc.). Sus respuestas ante los problemas energéticos y la escasez de materias primas no auguran nada bueno a inmen- sas masas de población. Los actuales organismos internacio- nales son incapaces de arbitrar los conflictos entre potencias; antes bien, parecen haber adoptado el principio de habilitar ciertas «válvulas de seguridad» como los conflictos militares endémicos (guerras de Oriente Medio, conflictos africanos, etc...). No creemos hacer alarde de una excesiva demagogia si afirmamos que la desilusión y la cólera contra esta «ges- tión» de los intereses de la humanidad crecen constante- mente: el capitalismo lo sabe y se esfuerza en hacer frente a la contestación y a la revuelta.

 

El nuevo orden totalitario en el que trabajan «los exper- tos» de la Comisión Trilateral y los managers del capitalismo mundial integrado no puede, sin embargo, asimilarse lisa y llanamente a los fascismos nacionales de tipo hitleriano o mussoliniano. Este nuevo orden estará en todas partes y en ninguna. Contaminará zonas enteras del planeta, pero al lado de zonas de hiperrepresión habrá zonas de relativa libertad. Y a su vez, el trazado de estas zonas fluctuará. Sus medios de acción no serán exclusivamente los instrumentos de poder del Estado, sino también los vectores que contribu- yen a la formación de la fuerza de trabajo, al modelado de cada individuo, a la imposición de determinado estilo de vida, esto es, los sistemas de servidumbre semiótica que introducen la escuela, el deporte comercial, los medios de comunicación de masas, la publicidad o las técnicas «asis- tenciales» de todo tipo (asistencia social, psicoanálisis a gran escala, animación cultural...)

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5. La proliferación de los márgenes

El capitalismo mundial integrado no pretende aplastar de un modo sistemático y generalizado a las masas obreras, a las mujeres, a los jóvenes, a las minorías... Los medios de pro- ducción en los que se asienta exigen una cierta maleabilidad

de las relaciones sociales y de las relaciones de producción, y un mínimo de capacidad de adaptación a las nuevas for- mas de sensibilidad y a los nuevos tipos de relaciones huma- nas en las que se van produciendo diferentes «mutaciones».

(Recuperación publicitaria de los «inventos» marginales; tole- rancia relativa respecto a zonas de laisser faire...) En estas con- diciones, una contestación semitolerada, semiestimulada y recuperada podría formar intrínsecamente parte del sistema.

Otras formas de contestación, en cambio, resultan mucho más peligrosas en la medida en que afectan las relaciones básicas de este sistema (respeto del trabajo, de la jerarquía, del poder de Estado, de la religión consumista...). Resulta imposible trazar, de un modo neto y bien definido, una línea de demarcación entre la marginalidad recuperable y los otros tipos de marginalidad, aquellos que prefiguran el camino de verdaderas revoluciones moleculares. Las fronteras entre ambos tipos de marginalidad son fluctuantes en el espacio y en el tiempo. Todo consiste en saber si se trata , en última instancia, de un fenómeno que se mantendrá «al borde» del socius -con independencia de su amplitud o que lo pondrá radicalmente en tela de juicio. Lo característi co de lo «molecular» es el hecho de que las líneas de fuga convergen con las líneas objetivas de desterritorialización del sistema, creando una aspiración irreversible a nuevos espacios de libertad. (Ejemplo de dichas líneas de fuga: las radios libres.La evolución tecnológica, en particular la miniaturización de los emisores y el hecho de que puedan ser «montadas» por aficionados, «coincide» con una aspiración colectiva a encon- trar nuevos medios de expresión.)

Para valorar las posibilidades de transformación revolu- cionaria en el periodo que se está abriendo hay que tomar en consideración diversos factores, tanto en el plano «objetivo» como en el plano de las nuevas prácticas sociales.

¿Logrará el capitalismo mundial integrado fundar un orden social que sea aceptado por la mayoría y que implique una acentuación de la segregación social? El capital -tanto en el Este como en el Oeste- no es sino capital de poder, es decir, un modo de semiotización, de homogeneización y de trans- misión de las diferentes formas de poder (poder sobre los bienes, sobre el trabajo, sobre los subalternos, sobre los «infe- riores», poder sobre los allegados, sobre la familia, etc.). Sólo

la aparición de nuevos modos de relación en el mundo y en el socius permitirá transformar esta «fijación libidinal» de los individuos al sistema del Capital y a sus distintas formas de cristalización del poder. En efecto, si éste se mantiene se debe a que la inmensa mayoría de los individuos no solo participa en él, sino que se adhiere inconscientemente al mismo. El derrocamiento del capitalismo moderno no es, por lo tanto, una simple lucha contra el sometimiento mate- rial y contra las formas visibles de la represión; atañe tam- bién y sobre todo a la creación de una multiplicidad de fun- cionamientos alternativos.

Desde 1968, no dejan de aparecer «frentes de lucha» de un tipo completamente distinto de aquellos que caracteriza- ron al movimiento obrero tradicional (los trabajadores inmi- grantes que rechazan el trabajo que se les quiere imponer, los parados, las mujeres sobreexplotadas, los ecologistas, los «nacionalistas», los psiquiatrizados, los homosexuales, los viejos, los jóvenes , etc...). ¿Acabarán integrándose sus obje- tivos en el marco de las «reivindicaciones» que el sistema puede tolerar? ¿O comenzarán a proliferar, a partir de estos movimientos, vectores de revolución molecular (ilocaliza- bles con las coordenadas dominantes, autoproductores de sus propios ejes de referencia, relacionados entre sí correspondencias subterráneas, transversales y, precisamente por ello, en condiciones de desarrollar una labor de des- gaste de las antiguas relaciones productivas, sociales, fami- liares, corporales, sexuales, cósmicas...) ?

¿Quedarán estas microrrevoluciones, estas profundas impugnaciones de las relaciones de socialidad, arrinconadas en esferas restringidas del campo social? ¿O bien serán arti- culadas entre sí por una nueva «segmentariedad social», que no por ello significará un restablecimiento de la jerarquía y de la segregación? En pocas palabras, ¿lograrán todas estas microrrevoluciones configurar una nueva revolución? ¿Serán capaces de «asumir» no sólo los problemas locales, sino la gestión de los grandes conjuntos económicos?

O, lo que viene a ser lo mismo: ¿lograremos zafarnos de las diferentes utopías del «retorno»? Retorno a las fuentes, a la naturaleza, a la trascendencia... Las líneas de desterrito- rialización «objetivas» son irreversibles. Habrá que tener en cuenta el «progreso» científico y técnico, o de lo contrario nada será posible y el poder capitalista mundial llevará siempre las de ganar. Ejemplo: las luchas por la autodeterminación en Córcega

y en Bretaña... Es evidente que, en el futuro, no harán más que intensificarse. ¿Se trata acaso de un «retorno»? Lo que está en juego es, en realidad, la promoción de una nueva Córcega, de una nueva Bretaña, y también de una nueva Sarcelles, de una nueva Yvelines... Se trata de reescribir de nuevo el pasado, sin vergüenzas, sobre la trama de un futuro abierto. Por otra parte, las reivindicaciones minoritarias, las reivindicaciones «nacionalitarias», podrían llevar en su seno determinado tipo de poder de Estado, de poder de sometimiento, es decir, determinados virus capitalistas.

¿Cómo serán las formas de resistencia de los sectores más tradicionales zarandeados por la evolución actual del capitalis- mo mundial integrado? Los sindicatos, los partidos de la izquierda clásica, ¿se dejarán manipular indefinidamente por el capitalismo modernista o sufrirán transformaciones profundas?

Es imposible predecir las formas de lucha y de organización que cobrará en el futuro esa revolución que se anuncia. Las espadas están en alto, pero hay una serie de puntos que ya se pueden considerar definitivos. Y no acerca de cómo serán las cosas, sino acerca de cómo no serán.

- No se centrarán únicamente en objetivos cuantitativos,sino que pondrán en tela de juicio las finalidades del tra- bajo, y por consiguiente, las del ocio y la cultura; el medio ambiente, la vida cotidiana, la vida doméstica, la relación hombre/mujer, adulto/niño, la percepción del tiempo, el sentido de la vida...

- No se centrarán únicamente en las clases obreras-indus- triales-cualificadas-blancas-masculinas-adultas (fin del mito de los revolucionarios de las fábricas Putilov de1917). Hoy, la producción ya no puede identificarse con

la industria pesada. En lo esencial, en la producción actual intervienen tanto las máquinas como los ordena- dores, los dispositivos sociales como los mecanismos de intervención técnico-científicos; es inseparable de la fuerza de trabajo, empezando por el «trabajo» de los niños desde su más tierna infancia, involucra además a esa célula de «mantenimiento», de reproducción y de formación que es la familia y cuya gestión, en las actuales condicio- nes de opresión, recae en lo esencial sobre las mujeres.

- No se centrarán únicamente en un partido de vanguar- dia concebido como sujeto pensante de las luchas y con arreglo al cual será determinado el conjunto de los «movi- mientos de masas». Serán policéntricas, de tal suerte que sus diferentes componentes no estarán necesariamente coordinados, no tendrán por qué hablar el mismo idioma estereotipado. Entre ellas podrán surgir contradicciones, incluso antagonismos irreductibles (ejemplo: el punto de vista específico de las mujeres respecto a los movimientos predominantemente masculinos). La contradicción, en este caso, no paraliza la acción; constituye la prueba de que se ha puesto en tela de juicio una postura singular, un

«deseo especifico».

- No se centrarán en un ámbito nacional. Imbricadas en la realidad más cotidiana, afectarán también a conjuntos sociales que desbordarán por todas partes el ámbito nacional. En la actualidad, cualquier perspectiva de lucha que se formule únicamente en un ámbito nacional ve anu- lada por anticipado su eficacia. Los partidos y los grupús- culos, tanto los reformistas como los revolucionarios, que se limitan al objetivo exclusivo de la «conquista del poder político del Estado», se condenan a sí mismos a la impo- tencia. (Ejemplo: la solución del «problema italiano» no la tienen ni los comunistas, ni los socialistas, ¡pero tampoclos autónomos! Esa solución presupone un movimiento de luchas que ha de desarrollarse como mínimo en cuatro o cinco países europeos.)

- No se centrarán en un corpus teórico único. Sus diferentes componentes elaborarán, cada uno en su ámbito y con arreglo a su propio ritmo, los modos de semiotiza- ción que les permitan definir y orientar su acción. Reaparece aquí el problema de la desaparición de la divi- sión entre el trabajo productivo y el trabajo científico-cul- tural, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual.

- Rechazarán la compartimentación entre valores de cam- bio, valores de uso y valores de deseo, ya que esta com- partimentación constituye uno de los pilares principales de las formaciones de poder encerradas en sí mismas y jerarquizadas, en las que se asientan el capitalismo y la segregación social.

La producción social está controlada por las «élites» capitalis- tas y tecnocráticas y cada vez más separada de los intereses y de los deseos de los individuos. Esta producción conduce a:

- una sistemática sobrevaloración de industrias que com- prometen el futuro mismo de la especie humana (carrera armamentística, centrales nucleares...);

- una subestimación de valores de uso esenciales (el ham- bre en el mundo, la protección del medio ambiente...);

- el laminado y la represión de los deseos en su singularidad, es decir, a la pérdida de sentido de la vida.

En estas condiciones, la perspectiva de transformaciones revolucionarias, y la capacidad colectiva de hacerse cargo de la vida cotidiana y de los deseos, en todos los ámbitos del campo social, se han tornado en instancias absolutamente inseparables.

ENTREVISTA SOBRE EL ANTI–EDIPO Gilles Deleuze y Félix Guattari

ENTREVISTA SOBRE EL ANTI–EDIPO Gilles Deleuze y Félix Guattari

Texto de referencia: Deleuze "conversaciones" 1972-1990. Valencia pre-textos, españa.

– Uno de ustedes es psicoanalista, el otro filósofo; su libro es un cuestionamiento del psicoanálisis y de la filosofía que, además, presenta algo nuevo: el esquizo– análisis. ¿Cuál sería entonces el lugar común de este libro? ¿Cómo concibieron la empresa, qué transformaciones han sido necesarias para uno y otro?

GILLES DELEUZE.– Habría que hablar en potencial, como las niñas pequeñas (“nos habríamos encontrado, habría sucedido tal cosa...”). Conocí a Félix hace dos años y medio. Él tenía la impresión de que yo iba por delante de él, esperaba algo de mí. El caso era que yo no tenía ni las responsabilidades de un psicoanalista ni las culpabilidades o los condicionamientos de un psicoanalizado. Yo no tenía ninguna posición que mantener, lo que me daba ligereza, y me enfrentaba a la miseria del psicoanálisis con cierto desenfado. Yo trabajaba únicamente en el campo de los conceptos, y aún de forma tímida. Félix me habló de lo que él llamaba, ya entonces, las máquinas deseantes: toda una concepción teórica y práctica del inconsciente–máquina, del inconsciente esquizofrénico. Entonces tuve la impresión de que era él quien llevaba la delantera. Sólo que, con todo y su inconsciente–máquina, él hablaba aún en términos de estructura, significante, falo, etc. No podía ser de otro modo, considerando la deuda que él (como yo mismo) tenía con Lacan. Pero me pareció que, si encontrábamos los conceptos adecuados para ello, todo funcionaría mejor que con unos conceptos que ni siquiera son los del Lacan creador, sino más bien los de una cierta ortodoxia que se ha constituido a su alrededor. Lacan dice: “nadie me ayuda”. Nosotros le hemos ayudado esquizofrénicamente.

Precisamente porque tenemos una gran deuda con Lacan, hemos renunciado a nociones como la estructura, lo simbólico o el significante, malas nociones que el propio Lacan siempre ha sabido distorsionar para mostrar su reverso.

De modo que Félix y yo decidimos trabajar juntos. Al principio por carta. Después, por temporadas, mediante unas sesiones en las que cada uno escuchaba al otro. Nos divertimos mucho. También nos aburrimos mucho. Alguno de los dos hablaba siempre demasiado.

Ocurría a menudo que uno proponía una noción que no significaba nada para el otro, y que el otro sólo conseguía utilizarla meses después y en otro contexto. Y, además, leímos mucho; no libros enteros, más bien fragmentos. A veces nos encontrábamos con cosas realmente estúpidas, que nos confirmaban lo pernicioso del Edipo y la enorme miseria del psicoanálisis; y a veces dábamos con cosas admirables, que nos parecían dignas de ser explotadas. Después escribimos muchísimo.

Félix trata la escritura como un flujo esquizofrénico que arrastra todo tipo de cosas. Esto es algo que me interesa especialmente: que la página tenga fugas por todos lados sin dejar de estar, por otra parte, cerrada sobre sí como un huevo. Además, en un libro hay siempre muchas retenciones, resonancias, precipitaciones y larvas. Llegamos a escribir realmente entre los dos, no tuvimos ningún problema en ese sentido.

Hicimos sucesivas versiones.

FÉLIX GUATTARI.– Por mi parte, yo tenía muchas “posiciones”, al menos cuatro. Yo procedía de la Voie Communiste, y después estuve en la oposición de izquierda; antes de Mayo del 68 escribíamos poco (por ejemplo, las “nueve tesis de la Oposición de izquierda”) y agitábamos mucho. Además, yo había participado en la clínica de La Borde en Cour–Cheverny desde que Jean Oury la fundara en 1953 como una prolongación de las experiencias de Tosquelles: intentábamos definir teórica y prácticamente las bases de la psicoterapia institucional (yo,
por mi parte, experimentaba con nociones como las de “transversalidad” o “fantasía de grupo”). Y, finalmente, también me formé con Lacan desde el comienzo de los seminarios. Así que mantenía una especie de posición o de discurso esquizofrénico, siempre he estado enamorado de los esquizofrénicos, siempre me han atraído. Hay que convivir con ellos para comprenderlo. Al menos los problemas de los esquizofrénicos son auténticos problemas, no como los de los neuróticos.

Hice mi primera terapia con un esquizofrénico y auxiliado por un magnetófono. El caso es que estas cuatro posiciones, estos cuatro discursos, no eran solamente posiciones o discursos, sino también modos de vida que, forzosamente, experimentaba desde un cierto desgarramiento.

Mayo del 68 fue, para Gilles y para mí, como para otros muchos, una sacudida: aunque no nos conocíamos entonces, nuestro libro es sin duda una consecuencia de Mayo. No es que yo tuviese necesidad de unificar mis cuatro modos de vida, lo que precisaba era más bien recomponerlos. Contaba con algunas referencias, como por ejemplo la necesidad de interpretar la psicosis a partir de la esquizofrenia. Pero carecía de la lógica necesaria para esa reconstrucción. Había escrito en Recherches un texto titulado “De un signo a otro”, un texto muy influenciado por Lacan pero en el que ya prescindía del significante.

Ello no obstante, estaba aún enredado en una suerte de dialéctica. Lo que esperaba de mi trabajo con Gilles eran cosas como el cuerpo sin órganos, las multiplicidades, la posibilidad de una lógica de las multiplicidades con adherencias sobre el cuerpo sin órganos... En nuestro libro, las operaciones lógicas son al mismo tiempo operaciones físicas.

Lo que hemos buscado en común ha sido un discurso que sea a la par político y psiquiátrico, pero sin que ninguna de las dos dimensiones pueda reducirse a la otra.

– Ustedes oponen constantemente un inconsciente esquizoanalítico, compuesto de máquinas deseantes, al inconsciente psicoanalítico, al que dirigen toda clase de críticas. Utilizan la esquizofrenia como patrón de referencia. Pero, ¿dirían ustedes sinceramente que Freud ignoraba el dominio de las máquinas o, al menos, de los aparatos? ¿Dirían que no comprendió el campo de la psicosis?

F. G.– Es complejo. En ciertos aspectos, Freud tenía plena conciencia de que su verdadero material clínico, su base clínica procedía de la psicosis, de Bleuler y Jung. Y esto es así hasta el final: todas las novedades del psicoanálisis, desde Melanie Klein hasta Lacan, proceden de la psicosis. Por otra parte, está el caso de Tausk: es posible que Freud temiese una confrontación de los conceptos analíticos con la psicosis. El comentario sobre Schreber revela todo tipo de ambigüedades. En cuanto a los esquizofrénicos, se tiene la impresión de que a Freud no le gustan en absoluto, dice sobre ellos cosas horribles, extremadamente desagradables... Ahora bien, es cierto, como usted dice, que Freud no ignoraba la maquinaria del deseo. El deseo, las maquinarias del deseo son incluso el descubrimiento propio del psicoanálisis. Nunca en el psicoanálisis dejan de zumbar, de chirriar, de producir.

Y los psicoanalistas no dejan nunca de alimentar o de realimentar las máquinas, sobre un fondo esquizofrénico. Pero quizá hacen o desencadenan cosas de las que no tienen clara conciencia. Quizás su práctica implica operaciones incipientes que no aparecen con claridad en la teoría. No hay duda de que el psicoanálisis ha perturbado toda la medicina mental, como una especie de máquina infernal. Aunque ya desde el principio estuviese sometido a compromisos, causaba perturbaciones, imponía nuevas articulaciones, revelaba el deseo. Usted acaba de invocar los aparatos psíquicos tal y como son analizados por Freud: aparece ahí todo un aspecto de maquinaria, de producción de deseo y de unidades de producción. Pero hay otro aspecto: la personificación de estos aparatos (el super–yo, el yo, el ello), una escenografía teatral que sustituye las verdaderas fuerzas productivas del inconsciente por simples valores representativos. Así es como las máquinas del deseo se convierten progresivamente en maquinarias teatrales: el super–yo, la pulsión de muerte como deus ex machina. Tienden progresivamente a funcionar fuera de la escena, entre bastidores. O bien como máquinas de ilusión, de producción de efectos.

Toda la producción deseante queda anonadada. Nosotros decimos estas dos cosas al mismo tiempo: Freud descubre el deseo como libido, como deseo que produce; pero no cesa de enajenar la libido en la representación familiar (Edipo). Sucede con el psicoanálisis igual que con la economía política tal y como la veía Marx: Adam Smith y Ricardo descubren la esencia de la riqueza como trabajo que produce, pero no cesan de enajenarla en la representación de la propiedad. El deseo se proyecta sobre una escena de familia que obliga al psicoanálisis a ignorar la psicosis, a no reconocerse sino en la neurosis, y a dar una interpretación de la propia neurosis que desfigura las fuerzas del inconsciente.

– ¿Es esto lo que quieren decir cuando hablan de un “giro idealista” en psicoanálisis, asociado a Edipo, y cuando se esfuerzan en oponer al idealismo psiquiátrico un nuevo materialismo? ¿Cómo se articulan el materialismo y el idealismo en el dominio del psicoanálisis?

G. D.– El objeto de nuestros ataques no es la ideología del psicoanálisis sino el psicoanálisis en cuanto tal, tanto en su práctica como en su teoría. Y no hay, en este aspecto, contradicción alguna en sostener que el psicoanálisis es algo extraordinario y, al mismo tiempo, que desde el principio marcha en una dirección errónea. El giro idealista está presente desde el comienzo. Pero no es contradictorio: aunque la putrefacción ya está en el origen, en ella crecen espléndidas flores. Lo que nosotros llamamos idealismo en el psicoanálisis es todo un sistema de proyecciones y reducciones propias de la teoría y de la práctica del análisis: reducción de la producción deseante a un sistema de representaciones llamadas inconscientes, y a las formas de motivación, de expresión y de comprensión correspondientes; reducción de la fábrica del inconsciente a un escenario dramático, Edipo o Hamlet; reducción de las catexis sociales de la libido a catexis familiares, desviación del deseo hacia coordenadas familiaristas, Edipo, una vez más. No queremos decir que el psicoanálisis haya inventado a Edipo.

Se limita a responder a la demanda, cada cual se presenta con su Edipo. El psicoanálisis no hace más que elevar Edipo al cuadrado –un Edipo de transferencia, un Edipo de Edipo– en la ciénaga del diván. Pues, ya sea familiar o analítico, Edipo es fundamentalmente un aparato de represión de las máquinas deseantes, en absoluto una formación propia del inconsciente en cuanto tal. Tampoco deseamos sostener que Edipo, o sus equivalentes, varíen según las formaciones sociales consideradas. Estamos más inclinados a creer, como los estructuralistas, que se trata de una constante. Pero es la constante de una desviación de las fuerzas del inconsciente. Por eso atacamos a Edipo: no en nombre de unas sociedades que no implicarían a Edipo, sino debido a la sociedad que lo implica de un modo eminente, la nuestra, la capitalista. No atacamos a Edipo en nombre de ideales pretendidamente superiores a la sexualidad, sino en nombre de la propia sexualidad, que no se reduce al “sucio secretito de familia”. No establecemos diferencia alguna entre las variaciones imaginarias de Edipo y la constante estructural, puesto que se trata en ambos extremos del mismo atolladero, del mismo avasallamiento de las máquinas deseantes.

Lo que el psicoanálisis llama la solución o la disolución de Edipo es en extremo cómico, ya que se trata precisamente de la puesta en marcha de la deuda infinita, el análisis interminable, la epidemia edípica, su transmisión de padres a hijos. Cuánto [32] desatino, cuántas estupideces han podido decirse en nombre de Edipo, especialmente a propósito de los niños.

Una psiquiatría materialista es aquella que introduce la producción en el deseo y viceversa, la que introduce al deseo en la producción. El delirio no remite al padre, ni siquiera al nombre del padre, sino a todos los nombres de la Historia. Es algo así como la inmanencia de las máquinas deseantes en las grandes máquinas sociales. Es la ocupación del campo social histórico por parte de las máquinas deseantes. Lo único que el psicoanálisis ha comprendido de la psicosis es su línea “paranoica”, la que conduce a Edipo, a la castración y a todos esos aparatos represivos que se han inyectado en el inconsciente. Pero el fondo esquizofrénico del delirio, la línea “esquizofrénica” que diseña un campo ajeno a la familia, se le ha escapado por completo. Foucault decía que el psicoanálisis seguía siendo sordo a la voz de la sinrazón. Y, efectivamente, el psicoanálisis lo neurotiza todo y, mediante tal neurotización, no contribuye únicamente a producir esa neurosis cuya curación es interminable, sino al mismo tiempo a reproducir al psicótico como aquel que se resiste a la edipización. Carece por completo de una posibilidad de acceso directo a la esquizofrenia. Y pierde igualmente la naturaleza inconsciente de la sexualidad debido a su idealismo, al idealismo familiarista y teatral.

– Su libro tiene un aspecto psiquiátrico y psicoanalítico, pero también un aspecto político y económico. ¿Cómo conciben ustedes la unidad de estos dos aspectos? ¿Intentan ustedes recuperar de algún modo la tentativa de Reich? Hablan ustedes de catexis fascistas, tanto al nivel del deseo como al del campo social. Se trata en tal caso de algo que claramente concierne al mismo tiempo a la política y al psicoanálisis. Pero no se comprende bien qué es lo que ustedes opondrían a esas catexis fascistas. ¿Qué es lo que se puede contraponer al fascismo? Se trata de una cuestión que no concierne únicamente a la unidad de este libro, sino también a sus consecuencias prácticas: y estas consecuencias son de una enorme importancia, porque si nada impide esas “catexis fascistas”, si ninguna fuerza las contiene, si lo único que puede hacerse es constatar su existencia, ¿cuál es el significadode su reflexión política y de su intervención en la realidad?

F. G.– Sí, como tantos otros, nosotros anunciamos el desarrollo de
un fascismo generalizado. Aún no ha hecho más que empezar, no hay razones para que el fascismo no siga creciendo. Mejor dicho: o bien se construye una máquina revolucionaria capaz de hacerse cargo del deseo y de los fenómenos del deseo, o bien el deseo seguirá siendo manipulado por las fuerzas de opresión y represión y terminará amenazando, incluso desde el interior, a las propias máquinas revolucionarias.

Distinguimos dos clases de catexis en el campo social: las catexis preconscientes de interés y las catexis inconscientes de deseo. Las catexis de interés pueden ser realmente revolucionarias y, no obstante, permitir la subsistencia de catexis inconscientes de deseo que no lo son o que incluso son fascistas. En cierto sentido, lo que llamamos esquizoanálisis tendría su punto ideal de aplicación en los grupos, y especialmente en los grupos militantes: es en ellos en donde se dispone de modo más inmediato de un material ajeno a la familia, donde aparece el funcionamiento a veces contradictorio de las catexis.

El esquizoanálisis es un análisis militante, libidinal–económico, libidinal–político. Al contraponer esos dos tipos de catexis sociales, no estamos contraponiendo el deseo, como fenómeno suntuario o romántico, a los intereses, que serían económicos y políticos; al contrario, pensamos que los intereses se encuentran siempre emplazados allí donde el deseo ha predeterminado su lugar. Igualmente, no hay revolución conforme a los intereses de las clases oprimidas a menos que el deseo haya adoptado una posición revolucionaria que comprometa a las propias formaciones del inconsciente. Porque el deseo, en todos los sentidos, forma parte de la infraestructura (no creemos en absoluto en conceptos como el de ideología, que no sirve de nada a la hora de analizar los problemas: no hay ideologías). La amenaza permanente contra los aparatos revolucionarios estriba en hacerse una idea puritana de los intereses, que nunca se realizan más que en provecho de una franja de la clase oprimida que realimenta una casta y una jerarquía por completo opresiva. Cuanto más se asciende en una jerarquía, incluso aunque se trate de una jerarquía seudo–revolucionaria, menos posible será la expresión del deseo (por contra, tal expresión aparece en las organizaciones de base, aunque sea muy deformada). A este fascismo del poder nosotros contraponemos las líneas de fuga activas y positivas, porque tales líneas conducen al deseo, a las máquinas del deseo y a la organización de un campo social de deseo: no se trata de que cada uno escape “personalmente”, sino de provocar una fuga, como cuando se revienta una cañería o cuando se abre un absceso. Dejar que pasen los fluidos por debajo de los códigos sociales que pretenden canalizarlos o cortarles el paso. Toda posición de deseo contra la opresión, por muy local y minúscula que sea, termina por cuestionar el conjunto del sistema capitalista, y contribuye a abrir en él una fuga. Denunciamos toda la temática de la oposición hombre–máquina, el hombre alienado por la máquina, etc. Desde el movimiento de Mayo, el poder, apoyado por las seudo–organizaciones de izquierda, ha intentado hacer creer que sólo se trató de unos cuantos niños mimados que luchaban contra la sociedad de consumo, mientras que los obreros de verdad sabían perfectamente dónde estaban sus intereses... Pero jamás hubo lucha contra la sociedad de consumo (noción imbécil donde las haya). Al contrario, lo que decimos es que aún no hay suficiente consumo, aún no hay suficiente artificio, los intereses no estarán jamás de parte de la revolución hasta que las líneas de deseo no alcancen el punto en el que el deseo y la máquina, el deseo y el artificio, sean una sola cosa, el punto en el que se rebelen por ejemplo contra los llamados “datos naturales” de la sociedad capitalista.

Nada más fácil que alcanzar ese punto, pues el más minúsculo de los deseos se eleva hasta él, y al mismo tiempo nada más difícil, porque comporta todas las catexis del inconsciente.

G. D.– En este sentido, la cuestión de la unidad del libro está fuera de lugar. Hay, ciertamente, dos aspectos: el primero es una crítica de Edipo y del psicoanálisis; el segundo, un estudio acerca del capitalismo y de sus relaciones con la esquizofrenia. Pero el primer aspecto depende estrechamente del segundo. Atacamos al psicoanálisis en los siguientes puntos (que conciernen tanto a su teoría como a su práctica): su culto a Edipo, su reducción de la libido a catexis familiaristas, incluso bajo las formas encubiertas y generalizadas del estructuralismo o del simbolismo. Decimos que la libido actúa mediante catexis inconscientes que difieren de las catexis preconscientes de interés, pero que, como éstas últimas, conciernen al campo social. Sea una vez más el caso del delirio: nos preguntan si hemos visto alguna vez un esquizofrénico, pero nosotros preguntamos a los psicoanalistas si ellos han escuchado alguna vez un delirio. El delirio no es familiar, sino histérico–mundial. Se delira a propósito de los chinos, de los alemanes, de Juana de Arco y del Gran Mongol, acerca de los arios y los judíos, del dinero, del poder y de la producción, y no en absoluto sobre papá y mamá. Aún más: la famosa “novela familiar” depende estrechamente de las catexis sociales inconscientes que aparecen en el delirio, y no a la inversa. Intentamos mostrar en qué sentido esto es ya cierto en la infancia. Proponemos un esquizoanálisis que se contrapone al psicoanálisis.

Basta con atenerse a los dos escollos principales con los que tropieza el psicoanálisis: es incapaz de llegar a las máquinas deseantes de cualquiera porque se mantiene en las figuras o estructuras edípicas; es incapaz de llegar a las catexis sociales de la libido porque se queda en las catexis familiaristas. Esto se observa a la perfección en el ejemplar psicoanálisis in vitro del Presidente Schreber. Lo que a nosotros nos interesa (y que, en cambio, no interesa en absoluto a los psicoanalistas) es esto: ¿Cuáles son tus máquinas deseantes? ¿Cuál es tu manera de delirar el campo social? La unidad de nuestro libro consiste en que entendemos que las insuficiencias del psicoanálisis, así como su ignorancia del fondo esquizofrénico, están vinculadas a su profunda pertenencia a la sociedad capitalista. El psicoanálisis es como el capitalismo: la esquizofrenia es su límite, pero no deja de desplazar el límite ni de intentar conjurarlo.

– Su libro está lleno de referencias, de textos que se utilizan generosamente, tanto en su propio sentido cuanto a veces contra él, pero se trata, en cualquier caso, de un libro cuyo subsuelo es una “cultura” precisa. Reconocen ustedes una gran importancia a la etnología, y sin embargo poca a la lingüística; otorgan gran relevancia a ciertos novelistas ingleses y americanos, pero apenas a las teorías contemporáneas de la escritura. Más concretamente, ¿por qué ese ataque a la noción de significante, y cuáles son las razones que les hacen rechazar su sistema?

F. G.– No tenemos nada que ver con el significante. No somos los
únicos ni los primeros. Puede verse el caso de Foucault, o el reciente libro de Lyotard. La oscuridad de nuestra crítica del significante se debe a que se trata de una entidad difusa que todo lo reduce a una máquina obsoleta de escritura. La oposición exclusiva y coercitiva entre significante y significado está obsesionada por el imperialismo del Significante, tal y como emerge con las máquinas de escritura. Todo remite directamente a la letra. Tal es la propia ley de la hipercodificación despótica. Nuestra hipótesis es esta: el Significante es el signo del gran Déspota que, al retirarse, libera una región que puede descomponerse en elementos mínimos entre los que existen relaciones regladas.

Esta hipótesis tiene la ventaja de explicar el carácter tiránico, terrorista y castrador del significante. Se trata de un enorme arcaísmo que remite a los grandes imperios. Ni siquiera estamos seguros de que el significante pueda servir en el terreno del lenguaje. Por ello, nos hemos vuelto hacia Hjelmslev: hace tiempo que él ha erigido una especie de teoría spinozista del lenguaje en el cual los flujos de contenido y de expresión prescinden del significante. El lenguaje como sistema de flujos continuos de contenido y expresión, troquelado mediante constructos maquínicos de figuras discretas y discontinuas. En este libro aún no hemos desarrollado nuestra concepción de los agentes colectivos de enunciación, una noción que pretende superar la escisión entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación. Somos estrictamente funcionalistas: lo que nos interesa es cómo funcionan las cosas, cómo se disponen, cómo maquinan. El significante pertenece aún al dominio de la pregunta: “¿Qué quiere decir esto?”, incluso es esta misma cuestión en cuanto borrada. Para nosotros el inconsciente no quiere decir nada, ni tampoco el lenguaje. El fracaso del funcionalismo se debe a que se ha intentado aplicar a dominios que le son extraños, a grandes conjuntos estructurados que, por serlo, no pueden estar formados de la manera en que funcionan.

El funcionalismo, al contrario, no tiene rival en el dominio de las micro–multiplicidades, de las micro–máquinas, de las máquinas deseantes, de las formaciones moleculares. Y, a este nivel, no hay en absoluto máquinas cualificadas de tal o cual manera, como por ejemplo una máquina lingüística, porque hay elementos lingüísticos en toda máquina, en convivencia con elementos de otro tipo. El inconsciente es un micro–inconsciente, es molecular, y el esquizoanálisis es un micro–análisis. La única cuestión es cómo funciona, con qué intenciones, qué flujos, qué procesos, qué objetos parciales, cosas todas ellas que no quieren decir nada.

G. D.– Eso mismo es lo que pensamos de nuestro libro. De lo que se trata es de saber si funciona, y cómo y para quién. Es una máquina. No se trata de releer, habrá que hacer otras cosas. Es un libro hecho gozosamente. No nos dirigimos a quienes piensan que el psicoanálisis sigue el camino correcto y tiene una visión apropiada del inconsciente.

Nos dirigimos a quienes piensan que es monótono, triste, como un
runrún (Edipo, la castración, la pulsión de muerte, etc.). Nos dirigimos a los inconscientes que protestan. Buscamos aliados. Tenemos gran necesidad de aliados. Tenemos la impresión de que nuestros aliados están ya por ahí, que se nos han adelantado, que hay mucha gente que está harta, que piensan, sienten y trabajan en una dirección análoga a la nuestra: no se trata de [39] una moda, sino de algo más profundo, una especie de atmósfera que se respira y en la que se llevan a cabo investigaciones convergentes en dominios muy diferentes. Por ejemplo, en etnología. O en psiquiatría. O el trabajo de Foucault: aunque no practicamos el mismo método, tenemos la impresión de coincidir con él en multitud de puntos, esenciales a nuestro modo de ver, del camino que él trazó antes que nosotros. Es verdad que hemos leído mucho, pero un poco al azar.

Nuestro problema no estriba en un retorno a Freud o a Marx. No es una teoría de la lectura. Lo que buscamos en un libro es el modo en que abre el paso a algo que escapa a los códigos: flujos, líneas activas de fuga revolucionaria, líneas de descodificación absoluta que se oponen a la cultura. Incluso para los libros existen estructuras, códigos y ataduras edípicas, tanto más solapadas por cuanto no son figurativas sino abstractas. Lo que nos ha llamado la atención de los grandes novelistas ingleses y americanos es ese don del que los franceses casi siempre carecen, las intensidades, los flujos, libros–máquinas, libros para ser usados, esquizolibros. Tenemos a Artaud, y la mitad de Beckett. Quizá se reproche a nuestro libro el ser demasiado literario, pero estamos seguros de que este reproche procederá de profesores de literatura. ¿Acaso tenemos la culpa de que Lawrence, Miller, Kerouac, Burroughs, Artaud o Beckett sepan más acerca de la esquizofrenia que los psiquiatras y los psicoanalistas?

– Pero, ¿no se arriesgan ustedes a un reproche más serio? El esquizoanálisis que proponen es, de hecho, un anti– análisis; en consecuencia, se les podría reprochar que valoran la esquizofrenia de manera romántica e irresponsable; e incluso que tienen tendencia a confundir al revolucionario con el esquizo. ¿Cuál sería su actitud ante estas posibles críticas?

G. D.– F. G.– Sí, una escuela de esquizofrenia sería una buena idea.
Liberar los flujos, ir siempre un poco más lejos en el artificio: el esquizo es el que está descodificado, desterritorializado. Dicho esto, no se nos puede responsabilizar de los disparates: siempre hay gente dispuesta a esgrimirlos (véanse los ataques contra Laing y la antipsiquiatría).

Hace poco se publicó en el Observateur un artículo cuyo autor (un psiquiatra) decía: doy muestras de mi valor al denunciar las corrientes modernas de la psiquiatría y la antipsiquiatría. Nada de eso.

Lo que él hacía más bien era escoger el momento adecuado en el que la reacción política se atrinchera contra toda tentativa de cambio en el hospital psiquiátrico y la industria del medicamento. Siempre hay una política tras los disparates. Nosotros planteamos un problema muy sencillo, similar al de Burroughs frente a la droga: ¿se puede alcanzar la potencia de las drogas sin drogarse, sin autoproducirse como un loco drogado? Con la esquizofrenia pasa lo mismo. Por nuestra parte, diferenciamos, de un lado, la esquizofrenia como proceso y, de otro, la producción del esquizofrénico como entidad clínica apropiada al hospital: ambos están en proporción inversa. El esquizofrénico del hospital es alguien que ha intentado algo y ha fracasado, que se ha derrumbado. No decimos que el revolucionario sea esquizofrénico.

Decimos que hay un proceso esquizofrénico de descodificación y desterritorialización cuya conversión en producción de esquizofrenia clínica sólo puede ser evitada por la actividad revolucionaria. Planteamos un problema que concierne a la estrecha relación que existe entre el capitalismo y el psicoanálisis, por una parte, y entre los movimientos revolucionarios y el esquizoanálisis, por otra. Paranoia capitalista y esquizofrenia revolucionaria, por así decirlo, pero no en el sentido psiquiátrico de estos términos sino, al contrario, a partir de sus determinaciones sociales y políticas, de las que sólo bajo ciertas condiciones se deriva su aplicación psiquiátrica. El esquizoanálisis tiene un solo objetivo, que la máquina revolucionaria, la máquina artística y la máquina analítica se conviertan en piezas y engranajes unas de otras.

Si, una vez más, consideramos el caso del delirio, nos parece que tiene dos polos, un polo paranoico fascista y un polo esquizo–revolucionario. No deja de oscilar entre ambos polos. Esto es lo que nos interesa: la esquizia revolucionaria por contraposición al significante despótico. Por otra parte, no merece la pena contestar de antemano a los disparates, ya que son imprevisibles, como tampoco la merece luchar contra ellos cuando se producen. Es mejor hacer otras cosas, trabajar con quienes van en el mismo sentido. En cuanto a la responsabilidad o la irresponsabilidad, nada sabemos de tales nociones: se las dejamos a la policía y a los psiquiatras de los tribunales.


* L’Arc. n.º 49, 1972, entrevista con Catherine Backès–Clément

GLOSARIO DE ESQUIZOANALISIS

Este glosario fue elaborado por Felix Guattari en 1984 a pedido del editor de la edicion inglesa del libro "revolucion Molecular".

AGENCIAMIENTO: noción más amplia que la de estructura, sistema, forma, proceso, etc. Un agenciamiento acarrea com- ponentes heterogéneos, también de orden biológico, social, maquínico, gnoseológico. En la teoría esquizoanalítica del inconsciente, el agenciamiento se concibe en oposición al «complejo» freudiano.

A-SIGNIFICANTE: distinguiremos las semiologías significantes que articulan cadenas significantes y contenidos significa- dos- de las semióticas a-significantes que operan con arre- glo a cadenas sintagmáticas que no engendran un efecto de significación (en un sentido lingüístico), y que son suscepti- bles de entrar en contacto directo con sus referentes en el marco de una interacción diagramática. Ejemplo de semiótica a-significante: la escritura musical, los corpus matemáti- cos, las sintaxis informáticas, robóticas, etc.

ARCHI-ESCRITURA: expresión propuesta por Jacques Derrida y que formula la hipótesis de una escritura como fundamento del lenguaje oral. Esa escritura de huellas, de marcas, que se conserva en un espacio de inscripciones, sería lógicamente anterior a las oposiciones entre tiempo y espacio y entre significado y significante. El esquizoanálisis objeta a esta concepción su visión todavía demasiado totalizadora, dema- siado «estructuralista» de la lengua.


DEVENIR: expresión relativa a la economía del deseo. Los flu- jos de deseo proceden mediante afectos y devenires, con independencia del hecho de que puedan o no ser rebajados a personas, imágenes, identificaciones. De esta suerte, un individuo, antropológicamente etiquetado como masculino, puede estar atravesado por devenires múltiples y aparente- mente contradictorios: un devenir femenino que coexiste con un devenir niño, un devenir animal, un devenir invisible, etc. Una lengua dominante (una lengua que opera en un espa- cio nacional) puede verse localmente arrastrada por un deve- nir minoritario. Será calificada entonces de lengua menor

BLOQUE: término afín al de agenciamiento.2 No se trata de complejos infantiles, sino de la cristalización de sistemas de intensidades que atraviesan los estadios psicogenéticos y son susceptibles de operar a través de los sistemas percepti- vos, cognitivos y afectivos más dispares. (Ejemplo de bloque de intensidad: los ritornelos musicales en Proust, la «fraseci- lla de Vinteuil»).


CODIFICACIÓN, SOBRE-CODIFICACIÓN: la noción de código se emplea en una acepción muy amplia; puede concernir tanto a los sistemas semióticos como a los flujos sociales y los flujos materiales: el término de sobrecodificación corresponde a una codificación de segundo grado. (Ejemplo: algunas sociedades agrarias primitivas, que funcionan conforme a su propio siste- ma de codificación territorializada, se ven sobrecodificadas por una estructura imperial, relativamente desterritorializada, que les impone su hegemonía militar, religiosa, fiscal, etc.).

CORTE: las máquinas deseantes se caracterizan como siste- mas de corte de flujos. En el Antiedipo, el término «corte» es inseparable del de flujo («Connecticut -I cut-», grita el pequeño Joey de Bettelheim en el Antiedipe.3

PRODUCCIÓN DESEANTE (ECONOMÍA DESEANTE): a diferencia de la concepción freudiana, el deseo no está asociado a la representación. Con independencia de las relaciones subje- tivas e intersubjetivas, ocupa sin más una posición que le permite producir sus objetos y los modos de subjetivación que les corresponden.

ENUNCIACIÓN COLECTIVA: las teorías lingüísticas de la enun- ciación centran la producción lingüística en sujetos indivi- duados, a pesar de que, en su esencia, la lengua es social y está conectada diagramáticamente a las realidades contex- tuales. Así, pues, más allá de las instancias individuadas de la enunciación conviene poner de manifiesto los agencia- mientos colectivos de enunciación. «Colectivo» no debe enten- derse aquí tan sólo en el sentido de una agrupación social; implica además la entrada de distintas colecciones de objetos técnicos, de flujos materiales y energéticos, de entidades incorporales, de idealidades matemáticas, estéticas, etc.

 


ESQUICIAS: sistema de cortes que no consisten únicamente en la interrupción de un proceso, sino en la encrucijada de procesos. La esquicia trae consigo un nuevo capital de potencialidad.

ESQUIZOANÁLISIS: mientras que el psicoanálisis partía de un modelo de psique basado en el estudio de las neurosis, cen- trado en la persona y en las identificaciones, y que opera a partir de la transferencia y de la interpretación, el esquizoa- nálisis se inspira, por el contrario, en las investigaciones acerca de la psicosis; se niega a rebajar el deseo a los sistemas personológicos y niega toda eficacia a la transferencia y a la interpretación.


FLUJOS: los flujos materiales y semióticos «preceden» a los sujetos y a los objetos; el deseo, en tanto que economía de flujo, no es, pues, subjetivo y representativo en primer lugar.

GRUPO SUJETO / PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD: la subjetividad no es considerada aquí como cosa en sí, como esencia inmu- table. Ésta u otra subjetividad existe en función de que un agenciamiento de enunciación la produzca o no. (Ejemplo: el capitalismo moderno, mediante los medios de comunicación de masas y los equipamientos colectivos, produce a gran scala un nuevo tipo de subjetividad). Tras la apariencia de la subjetividad individuada, conviene intentar descubrir cuáles son los procesos de subjetivación reales. Los grupos sujetos se contraponen a los grupos sometidos. Esta oposición implica una referencia micropolítica: la voca- ción del grupo sujeto consiste en gestionar, en la medida de lo posible, su relación con las determinaciones exteriores y con su propia ley interna. Por el contrario, el grupo sometido tiende a estar manipulado por todas las determinaciones exterio- res y a estar dominado por su propia ley interna (super-yo).

IMAGINARIO-FANTASMA: en la medida en que lo imaginario y el fantasma ya no ocupan una posición central en la econo- mía del deseo del esquizoanálisis, estas instancias deberán recomponerse en el seno de nociones tales como agencia- miento, bloque, etc.

INTERACCIÓN SEMIÓTICA Y DIAGRAMATISMO: con «diagrama» retomamos una expresión de Charles Sanders Pierce.4 Este autor clasifica los diagramas entre los iconos; habla al respecto de «iconos de relación». Las interacciones diagramáticas (o interacciones semióticas), en la presente terminología, se con- traponen a las redundancias semiológicas. Las primeras hacen que los sistemas de signos trabajen directamente con las realidades a las que aquellas se refieren; se ocupan de una producción existencial de referente, mientras que las segun- das no hacen más que representar y proporcionar «equivalen- tes» carentes de asidero operativo. Ejemplo: los algoritmos matemáticos, los planos tecnológicos, los programas informá- ticos, participan directamente en el proceso de engendra- miento de su objeto, mientras que una imagen publicitaria no dará de éste más que una representación extrínseca (pero que en este caso es productora de subjetividad).

 

MÁQUINA (Y MAQUÍNICO): distinguiremos aquí la máquina de la mecánica. La mecánica está relativamente encerrada en sí misma; sólo mantiene relaciones perfectamente codificadas con los flujos exteriores. Las máquinas, consideradas en sus evoluciones históricas, constituyen, por el contrario, un phylum comparable a los de las especies vivas. Se engen- dran unas a otras, se seleccionan, se eliminan y dan lugar a nuevas líneas de potencialidad.as máquinas, en sentido lato, esto es, no sólo las máqui- nas técnicas sino también las máquinas teóricas, sociales, estéticas, etc., nunca funcionan de forma aislada, sino por agregado o por agenciamiento. Por ejemplo, una máquina técnica en una fábrica entra en interacción con una máquina social, con una máquina de formación, con una máquina de investigación, con una máquina comercial, etc.


MOLECULAR / MOLAR: los mismos elementos que existen en flu- jos, estratos, agenciamientos, pueden organizarse de un modo molar o de un modo molecular. El orden molar corresponde a las estratificaciones que delimitan objetos, sujetos, las repre- sentaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular, por el contrario, es el de los flujos, los devenires, las transicio- nes de fase, las intensidades. Llamaremos «transversalidad» a este atravesamiento molecular de los estratos y los niveles, operado por los diferentes tipos de agenciamientos.

OBJETO «A» MINÚSCULA: termino propuesto por Lacan en el marco de una teoría generalizada de los objetos parciales en psicoanálisis. El objeto «a» minúscula es una función que implica asimismo al objeto oral, al objeto anal, al pene, a la mirada, a la voz, etc. En su momento, sugerí a Lacan la adi- ción a este objeto «a» minúscula de objetos «b» minúscula, que corresponden a los objetos transicionales de Winnicott, y de los objetos «c» minúscula, que corresponden a los obje- tos institucionales.

ÓRGANOS, CUERPOS SIN: noción que Gilles Deleuze recoge de Antonin Artaud para indicar el grado cero de las intensida- des. La noción de cuerpo sin órganos, a diferencia de la noción de pulsión de muerte, no implica ninguna referencia termodinámica.

PERSONOLÓGICO: adjetivo que sirve para calificar las relacio- nes molares en el orden subjetivo. El hincapié en el rol de las personas, de las identidades y de las identificaciones, caracte- riza a las concepciones teóricas del psicoanálisis. El edipo psicoanalítico introduce personas y personajes tipificados; reduce las intensidades y proyecta el ámbito molecular de las cate- xis de deseo en un «teatro personológico», es decir, en un sis- tema de representaciones separado de la producción deseante real (expresión equivalente: triangulación edipiana


PLAN DE CONSISTENCIA: los flujos, los territorios, las máqui- nas, los universos de deseo, con independencia de su dife- rencia de naturaleza, se remiten al mismo plano/plan de con- sistencia (o plano/plan de inmanencia), que no debe confun- dirse con un plano de referencia. En efecto, las diferentes modalidades de existencia de los sistemas de intensidades no atañen a idealidades transcendentes, sino a procesos de engendramiento y a transformaciones reales.

POLÍTICA DE SECTOR: a partir de 1960, los poderes públicos en Francia, apoyándose en las corrientes progresistas de la psi- quiatría institucional, quisieron lograr que la psiquiatría saliera de los grandes hospitales psiquiátricos represivos. Entonces se pretendía acercar la psiquiatría a la ciudad, lo que condujo a la creación de los denominados equipamien- tos extrahospitalarios: ambulatorios, hogares, talleres prote- gidos, hospitales de día, visitas a domicilio, etc. Esta expe- riencia reformista transformó el aspecto social exterior de la psiquiatría sin llegar por ello a convertirse en una verdadera empresa de desalienación. Se miniaturizaron los equipa- mientos psiquiátricos; pero no se cambiaron en lo funda- mental las relaciones de segregación y de opresión.

PROCESO: secuencia continua de hechos o de operaciones que pueden conducir a otras secuencias de hechos y de operacio- nes. El proceso implica la idea de una ruptura permanente de los equilibrios establecidos. El término no se emplea aquí en la acepción de la psiquiatría clásica, que habla de proceso esqui- zofrénico, lo que implica siempre la llegada a un estado termi- nal. Su acepción está más próxima de lo que Ilya Prigogine e Isabelle Stengers denominan «procesos disipativos».

REDUNDANCIA: este término fue forjado por los teóricos de la comunicación y por los lingüistas. Se llama redundancia a la capacidad inutilizada de un código. Gilles Deleuze distin- gue, en Diferencia y repetición,6 la repetición vacía de la repe- tición compleja, en tanto que esta última no se deja reducir a una repetición mecánica o material. Aquí encontraremos a su vez la oposición entre redundancia significante, separadade todo asidero sobre la realidad, y redundancia maquínica, que produce efectos sobre lo real.


RIZOMA, RIZOMÁTICO: los diagramas arborescentes proceden con arreglo a jerarquías sucesivas, a partir de un punto cen- tral, de tal suerte que cada elemento local remonta a ese punto central. Por el contrario, los sistemas en rizomas o en emparrado pueden derivar hasta el infinito y establecer conexiones transversales sin que puedan ser centrados o clausurados. El término «rizoma» procede de la botánica, donde define los sistemas de tallos subterráneos de plantas vivaces que emiten yemas y raíces adventicias en su parte inferior. (Ejemplo: rizoma de lirio).


TERRITORIALIDAD, DESTERRITORIALIZACIÓN, RETERRITORIALIZACIÓN: la noción de territorio se entiende aquí en un sentido muy lato, que desborda el uso que recibe en la etología y en la etnología. El territorio puede ser relativo a un espacio vivi- do, así como a un sistema percibido en cuyo seno un sujetose siente «en su casa». El territorio es sinónimo de apropia- ción, de subjetivación encerrada en sí misma. El territorio puede desterritorializarse, esto es, abrirse y emprender líneas de fuga e incluso desmoronarse y destruirse. La desterri- torialización consistirá en un intento de recomposición de un territorio empeñado en un proceso de reterritorialización.El capitalismo es un buen ejemplo de sistema permanente de desterritorialización: las clases capitalistas intentan constantemente «recuperar» los procesos de desterritoriali- zación en el orden de la producción y de las relaciones socia- les. De esta suerte, intenta dominar todas las pulsiones pro- cesuales (o phylum maquínico) que labran la sociedad.

 

 

 

 

 

6 Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu, 2002.