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FUERA DEL MARGEN

PSICOTERAPIA, ESQUIZOANALISIS Y CONTEXTOS POPULARES. P.VALENCIA

  Este texto se encuentra disponible en http://capsyg.universidadarcis.cl/.  Por Patricio Valencia.

 

Es sabido que el esquizoanálisis plantea consideraciones que son determinantes a la hora de entender tanto la producción de subjetividad, como las estrategias de intervención que se asocian a  ella. En este contexto, toda acción terapéutica pasa por:

a) la consideración pragmática del inconsciente.

b) la renuncia a todo tipo de interpretación, orden o configuración de lo inconsciente.

c) la prescindencia de un setting estructurado en términos ortodoxos. No obstante, desarrollar un proceso psicoterapéutico desde la perspectiva esquizoanálitica pareciera no tener sentido en el ámbito de lo psicoterapéutico, en cuanto que la metamodelización esquizoanalítica nos invita a traspasar los códigos significantes para adentrarnos en el devenir caosmótico y nos persuade, igualmente, frente a la  emergencia de una catexia específica libre de condicionamientos institucionales.

Habida cuenta la justificación psicoterapéutica del esquizoanálisis, asumimos de partida el descentramiento del individuo, esto es,  de las condiciones y procesos asociados a lo subjetivo. Lo subjetivo constituye un  proceso que se va anclando en los distintos flujos libidinales, políticos, económicos e institucionales  y constituye el entramado mediante el cual se desenvuelve nuestra estructura biológica. El devenir de la estructura biológica en la territorialización de las formas de flujo, constituye el material mismo de lo inconsciente, éste se encuentra  inserto desde siempre, en el cuerpo social-socius--aquí  Edipo ejerce un rol estructurante  como  organizador de la fantasía en la institución familiar y  delegado de la repetición eterna.

La pertinencia de este enfoque en consideración a los desarrollos teóricos y  técnicos de los estilos de intervención en salud mental dirigidos hacia lo "popular" se desliza subrepticiamente hacia una hermenéutica de la sobredeterminación económico-política del síntoma, en general, intentando visualizar formas de violencia y segregación que cruzan la emergencia de procesos subjetivos en ese contexto. Ello constituye un objetivo primordial y originario de nuestro espacio institucional: reflexionar e implementar dispositivos de atención / intervención que se adecuen al entorno en el cual trabajamos. Aspiramos a que nuestras acciones constituyan plataformas, agenciamientos de nuevas disposiciones enunciativas y que posibiliten un devenir distinto a la institucionalización psiquiátrica o religiosa del transcurrir sintomático de sujetos marginalizados.

La causación de lo subjetivo excede definitivamente lo edípico, en consecuencia, cualquier modelo restringido a la explicación intra-subjetiva y/o inter-subjetiva de los trastornos mentales, se muestra insuficiente de cara a comprender los procesos de subjetivación propiamente tales. Aquellos modelos incapaces de contextualizar el  síntoma en un entorno social trans-subjetivo, donde las emergencias sintomáticas no pasan de ser meros indicadores, al igual que las matrices o formas caracterológicas en las cuales descansan. Pensar la psicoterapia más allá del dispositivo de atención individual significa dimensionar sus propias limitaciones para hacerlas circular luego en el mundo popular. Tales limitaciones se refieren a las implicancias y a los efectos colaterales que convoca su estatuto teórico (y la de las estrategias de intervención que las complementan) en función de unos posibles resultados. Estos resultados están comprometidos con un contexto social amplio que determina las leyes de intercambio cotidiano y las formas de producción subjetiva de individuos, grupos e instituciones. Parte de esta lógica de control se cierne sobre los así llamados "trastornos psíquicos", pero también sobre los dispositivos de atención y tratamiento, mediante la puesta en marcha de discursos de legitimación que, en definitiva, sólo reproducen dinámicas de exclusión y marginalidad habiendo delimitado a priori las fronteras de lo normal.

La remisión o permanencia de síntomas bajo el expediente de criterios de eficiencia la cosificación lineal en la nosología de los procesos psíquicos y de sus manifestaciones (que a su vez son reminiscencias de ordenes sistémicos más amplios ha inspirado buena parte de los enfoques desarrollados en las últimas décadas por la psicología clínica. Estos énfasis se ven reflejados en la inflación de las denominadas terapias breves encargadas de solventar un problema específico. Los aspectos controvertidos de la terapias breves son múltiples, los más evidentes dicen relación con el estatuto institucional que ostentan  y la escalada de normatividad que reclaman, erigiendo una frontera inamovible entre problemas técnicamente abordables y no-abordables; estos últimos estarían destinados a incrementar el historial crónico,  genético, endógeno y psiquiátrico, en tanto lugar de territorialización  absoluta de la subjetividad.

El caso de los consultorios también es emblemático; en virtud de objetivos de cobertura se transforman en lugares de tránsito a pequeña escala cuyo éxito puede cuestionarse sin mayor preámbulo. Enmascarados por cifras siderales que se amparan en una supuesta eficiencia, los consultorios administran un rango de intervenciones psicoterapéuticas de muy distinto signo a condición de su brevedad. Incluso sirviéndose del recurso mediático, es usual la propaganda que exalta la eficiencia y la rapidez de la PNL; lo mismo ocurre con la terapia breve de orientación analítica y los desarrollos provenientes de la terapia sistémica, e igual suerte corren aquellos enfoques que operan respecto de un síntoma con la consigna "deja de serlo", "esto necesita ser re-codificado", "re-simbolizado", "re-comprendido", etc. Con todo, los avances no son nada despreciables toda vez que generan un haz de técnicas y modos de intervención que proporcionan en ocasiones alivio sintomático eventual, mientras que en otras desplazan la lectura del síntoma a la dinámica del sistema familiar; sin embargo, no constituyen en sí mismos  modelos explicativos que contengan elementos suficientes para dar cuenta de las emergencias sintomáticas y la determinación de los procesos subjetivos en su relación contextual.

Por otra parte, el rango de efectividad de estas terapias y en particular del dispositivo de atención individual en contextos populares exhibe magros resultados; se los explica la más de las veces, recurriendo a razones aparentes como la falta de insight o desmedro en habilidades cognitivas y/o psicosociales por parte de los consultantes; en el  mejor de los casos se alude a la ineficacia del dispositivo individual esgrimiendo la  sobredeterminación inherente a la pobreza.

A nuestro entender, la actividad psicoterapéutica desplazada mas allá de los dispositivos de atención tradicional, nos instala directamente en el terreno de la técnica de intervención. Ello exige desarrollar prácticas contextuales que cooperen con evaluaciones pragmáticas de la productividad subjetiva y hacer confluir formas de organización psíquica junto a espacios participativos ligados a los estratos molares de experiencia política. En tal sentido, nos proponemos ensayar un atisbo de respuesta frente a la problemática del contexto popular chileno lastrado por una comprensión pragmática de lo inconsciente, o si se quiere, comprometido con una propuesta materialista del trabajo psicoterapéutico. Lo anterior guía nuestra experimentación en el terreno de lo técnico y recurre a dispositivos heterodoxos específicos, a saber: i) la instalación; ii) contextualización de la experiencia al interior del grupo; iii) lectura y orientación del trabajo transferencial en términos pre-edípicos. Tales dispositivos y orientaciones de trabajo favorecen la singularización a-histórica, caosmótica del inconsciente, lo que equivale a la descolonización de lo inconsciente, poniendo en escena todas aquellas disposiciones enunciativas que no transitan por la institucionalización edípica como remanente eterno de la constitución del self.

Marco conceptual
 
Conceptualmente nos enmarcamos en: a) la propuesta de análisis e intervención desarrolladas por la teoría reichiana; b) la psicología de grupos, particularmente la sustentada por la escuela francesa;  y c) el análisis molecular o esquizoanálisis. Este último, opera como metamodelo en tanto que nos permite articular distintas técnicas de trabajo y a un tiempo que dilucidar el cómo se producen las condiciones enunciativas, las dinámicas de producción subjetiva a través de distintas instituciones y/o modos de colonización o territorialización semiótica saturada.

Guattari llama capitalismo mundial integrado a esta articulación totalizante; el deseo constituye el pilar básico de su estructura interna y opera a través de las distintas formas de codificación/descodificación expresando su praxis productiva en términos semióticos. La territorialización de la subjetividad se da en un trasfondo de descodificación permanente; ‘la máquina capitalista es propiamente demente" dirá Deleuze, "una máquina social que funciona a base de flujos decodificados, desterritorializados' [2] .

Con Deleuze y Guattari [3] el concepto de lo inconsciente se desliga de la fantasmática edípica para insertarse en los procesos de producción general de la sociedad. A partir de aquí se entiende la producción de la subjetividad no desde un condicionante oculto sino desde el devenir del sujeto en su entorno. La condición del self, de la identidad, puede estar determinada por procesos circunstanciales que operan como punto de  referencia desplazando los constituyentes históricos de la construcción identitaria, ordenándolo todo a  un proceso de auto-constitución permanente. En consecuencia, el inconsciente edípico freudiano es el resultado de un proceso de desfiguración del deseo como dador de subjetividad, en tanto que clausura tal deseo en beneficio de la representación incestuosa. Para Deleuze y Guattari, lo inconsciente no corresponde a la triangulación edípica, tiende más bien a procesos esquizofrénicos orientados por una lógica de  procesos primarios; según ambos autores, esta condición ha sido conjurada por el capitalismo al conformarse como máquina de producción semiótica que recurre a una constante codificación y descodificación de los flujos de significado, monetarios, libidinales, etc.; aposteriori todos ellos se cosifican gracias a los órdenes institucionales y a los medios de comunicación de masas como agentes permanentes de producción subjetiva. En otros términos, los insumos de la constitución del self están siendo alimentados actualmente por modelos provenientes del sistema de producción semiótica, los que  no necesariamente coinciden con la tradición familiarista en tanto referencia obligada en la construcción de la identidad.

Lo que produce subjetividad según Varela es el conjunto de condicionamientos reales, posibles, virtuales, a los cuales se entrelaza la dinámica recursiva de una estructura biológica. Es esta estructura la que define la identidad de acuerdo a la relación que establece el organismo con su entorno. La capacidad de discriminar aquellos elementos y estímulos de un medio ambiente que le confiere identidad [4] , hace del "sí mismo" una estructura virtual, carente de sustancia, en tanto que toda producción orgánica está anclada a un constante movimiento que se gatilla con ocasión de una falta sobre la cual se organiza su constante devenir [5] .

De esta manera, la subjetividad no responde a un patrón estructurante como en el caso del modelo edípico, sino a un conjunto de flujos económicos, políticos, geográficos, culturales y libidinales, serán ellos  los que determinen la dinámica de su producción. En tal sentido es relevante consignar que la "remodelación" de los cuadros sintomáticos desde los años setenta y hasta la actualidad, refleja el carácter mutante de la constitución del self y evidencia, simultáneamente, una variación en el modo de emergencia y complejidad de tales cuadros. Lo inédito viene precedido por las formas actuales que asume la  territorialización del deseo más allá de los trastornos edípicos. Si en el pasado la histeria, el desorden obsesivo-compulsivo o la neurosis de carácter, llegaron a ser los diagnósticos que alcanzaron una mayor regularidad estadística, hoy, raramente se expresan en su pureza original, muy por el contrario, con frecuencia no pasan de ser meros revestimientos encargados de funcionalizar la adaptabilidad del self. Ya no constituyen más el sustrato básico de la dolencia / vulnerabilidad o del trastorno psíquico. Los cuadros neuróticos han dado paso a alteraciones pre-psicóticas [6] , tales como depresiones, estructuras borderlines, trastornos alimenticios , desórdenes de personalidad, descompensaciones narcisistas, etc. La nueva nomenclatura muestra con suficiente realismo la orientación y los "insumos" básicos con que cuenta la construcción del self en la sociedad actual; a partir de aquí, auxiliados por una lógica de verificaciones epidemiológicas, podemos constatar los cambios acontecidos entre la estructura social y las formas de producción caracteriológica.

Según Reich, el carácter es fruto de pautas de educación temprana, particularmente, de  la socialización del instinto agresivo y de la sexualidad. Ahora bien, para que se organice la  dinámica psíquica ésta requiere de un fondo energético que proviene de la estructura corporal del sujeto; lo sustancial no será, entonces, la interpretación del contenido sino el análisis de la resistencia. Tal resistencia es patrón característico (estático) del sujeto y la emergencia o contención de los flujos emotivos ligados a ese patrón caracteriológico, responde a una condicionante avalada por la historia. El cuestionamiento del instinto de muerte y  la naturaleza endógena de los trastornos psíquicos, es una conditio sine qua non a la hora de sustentar la relación intrínseca existente entre la sociedad y lo intra-subjetivo, y a un tiempo, es argumento suficiente para explicar la subjetivación que se desarrolla en un contexto social determinado [7] . Deleuze y Guattari reparan en las observaciones que hace Reich  acerca de la institucionalización del deseo en el escenario edípico y condicionan la comprensión de lo subjetivo a los compromisos económico-políticos de la producción de esa subjetividad. En esta perspectiva no existe ningún contenido a interpretar [8] . Lo inconsciente para Guattari está conformado por una función desterritorializadora permanente (esquizoide) cuerpo lleno sin órganos como referente del desarrollo libidinal y de la consiguiente sujeción histórica de la identidad que se diferencia de la esquizofrenia en tanto ésta responde a la institucionalización de los procesos desterritorializantes. El cuerpo lleno sin órganos se congrega en el límite del socius, de los procesos de desterritorialización y de la "maquina paranoide" para luego extrapolarse al aparato imaginario de la familia  a través del modelo edípico. En esta coyuntura se trata de distinguir disposiciones de enunciación articuladas en  distintos niveles de alianza con el entorno (o servidumbre maquínica); en síntesis, la consigna radica en  generar contextos, dispositivos de enunciación que posibiliten según lo entiende Guattari ‘la irrupción en el primer plano de la escena subjetiva de un real "anterior" a la subjetividad' [9] en tanto eje común que une locura y creación estética con las manifestaciones de la praxis de ser en el mundo [10] .

Como lo señala Guattari en relación al modelo caracteriológico propuesto por  Reich, una de las formas de trabajo a tener en cuenta en el análisis de las prácticas ontológicas, es la del inconsciente como disposición semiótica no subjetiva. Para que dicha empresa, sin embargo, tenga éxito debe considerarse previamente que el  cuerpo es la potencia material de los distintos enganches ecológicos, en él se depositan las interacciones recurrentes; el cuerpo se moldea o se solidifica al tomar contacto con una monotonía vital, un maltrato, un abandono, una carencia, una negligencia, una saturación, etc.; esta escena sufre constantes modificaciones pero es imposible de esquivar. Si bien es cierto que la estructuración  corpórea se relaciona con segmentos concretos  asociados a representaciones, a imágenes y fantasías, lo esencial no está del lado de la concienciación, sino del flujo de la pauta energética que determina dicha estructuración y que es propiamente material. Este índice de energía no posee contenido alguno, es la constricción del movimiento la que genera contenidos. No es posible olvidar que para Reich [11] , Edipo es el resultado de una cadena de formas de represión que parten en la más temprana edad. 
 
El grupo constituye otro recurso para acceder a lo pre-edípico. Como se evidencia en el trabajo inspirado en la teoría psicoanalítica, el funcionamiento grupal  se pliega sobre  las condiciones institucionales dictadas por el deseo. El grupo deviene, en este sentido, lugar idóneo para el análisis del condicionamiento caracteriológico estructural, en tanto que la transferencia vehiculizada grupalmente no coincide con la forma de operar de las referencias edipicas, descansen éstas ya sea en mecanismos, ya sea en procesos de identificación con objetos totales. El politopismo de lo inconsciente se despliega grupalmente como un caleidoscopio que vincula, condensa, disocia, escinde, difracta, etc., distintos segmentos psíquicos de sus integrantes que ellos ponen en escena  mediante una forma específica de incorporarse al espacio grupal o libidinizar el objeto ‘grupo' [12] . Si la lógica estructurante de ese espacio acaece sirviéndose de procesos primarios, ello no significa, sin embargo, que las instituciones y los grupos posean un inconsciente en términos de represión deseante como sucede en el caso del aparato psíquico individual, en tanto que éste se encuentra subsumido por la dinámica bioenergética de la estructura biológica. Se ha de insistir con renovado ímpetu que tal situación alude más bien a la posibilidad de organizar el material psíquico que circula en los grupos de acuerdo a  procesos primarios, generándose a partir de allí, dinámicas de alianzas inconscientes, pactos denegativos, condiciones de retorno de lo reprimido y representaciones idealizadas al interior del grupo.

La representación grupal corresponde a una parcialidad, se coagula en torno a una imagen , rol, pudiendo haber otros yoes al interior de una trama subjetiva determinada por la reacción caracteriológica frente a la rotura narcisista que se genera en los procesos de transferencia. A partir de este momento se genera la transferencia propia del devenir grupal; las formas de identificación, las fantasías y las organizaciones psíquicas que articulan ese yo, constituyen lugares susceptibles de un acoplamiento, de  un clivaje inconsciente que opera sobre elementos psíquicos compartidos por distintos sujetos reunidos en torno a un objeto de depositación libidinal, pudiendo ser éste, grupos de trabajo o el revestimiento idealizado de los objetivos de una institución y/o de una ideología. La economía estructural de lo psíquico en constelaciones internas que Kaës denomina grupos internos, comparte elementos y configura una red psíquica; tal economía contribuye a que el espacio grupal se instale como extensión de grupos internos, posibilita en definitiva, que el grupo sea un espacio de desarticulación/articulación de elementos psíquicos diferenciados [13] . El grupo es el lugar de revelación de estas condiciones en tanto constituye objeto de deseo, o en otros términos, emerge como un continente adecuado a la realización "imaginaria" del deseo [14] .

De acuerdo con Anzieu, el grupo es analogable  al sueño y al síntoma: en ambos existe una fantasía a la base que representa un deseo reprimido. En la situación grupal,  en tanto acontece bajo la premisa de una  transferencia simultánea y múltiple, las condiciones tópicas de los procesos subjetivos actualizan la analogía grupo/sueño/síntoma como realización imaginaria del deseo; éste transcurre a través de procesos psíquicos de depositación libidinal y de la experiencia de grupo propiamente dicha. En este contexto, una coordinación no directiva genera la posibilidad de libidinizar el espacio grupal, evita asimismo, ser coptado por la fantasía de rotura al momento de estructurarse el psiquismo de los participantes. Frecuentemente, el aparato psíquico grupal deviene  cuerpo "fantaseado" a fin de evitar las sensaciones de fragmentación provenientes de la ruptura narcisista. Este cuerpo estructurado en la fantasía sustituye al "yo epidermis" , y Anzieu lo denomina cuerpo grupal, el que por su parte, vehiculiza los procesos psíquicos de sus integrantes. El movimiento de los objetos internos por parte del objeto grupo, eventualmente, desplaza la sujeción de los participantes instalándola en la figura del líder, de la ideología, o de ambos a la vez. En el espacio grupal, la posibilidad de sustituir formas de identificación, de relaciones objetales, de mecanismos de defensa, en fin, de todas aquellas estructuras psíquicas que constituyen los procesos intra-subjetivos de los participantes, hace de plataforma giratoria a la hora de ensayar formas diferentes de organización psíquica [15].

En los grupos, toda vez que la sexualidad tiene una emergencia parcial, ya sea en la clásica postura homosexual sado/masoquista que según Freud, caracteriza las relaciones entre el líder y los integrantes del grupo, ya sea en términos tópicos, cronológicos y formales como señala Anzieu, el individuo es arrastrado a la rotura de la articulación cotidiana y de las imágenes que poseen los demás integrantes de su propia actividad  participativa. La instancia grupal escenifica la fragmentación y la pluralidad propia de los procesos de constitución de la identidad subjetiva, encabestrada a una imagen ilusoria y sustancial, tanto como a un yo único alejado infinitamente de la determinación de lo inconsciente [16] . 

El grupo amplio genera un plus regresivo que la mayoría de las veces está contextualizado en los "templos" destinados al oficio religioso sin importar el signo; en Chile, particularmente evangélicos y católicos carismáticos, celebran ritos que  territorializan las manifestaciones sintomáticas a partir de la inducción de estados alterados de conciencia de sus participantes. A través de ritos, formas de alabanza, estados de exaltación diversos, contextualizados todos ellos  en un lugar específico y dirigidos por un orador marcadamente  paternalista y omnipotente, se producen las condiciones necesarias para que un individuo atormentado deposite su sujetalidad en el "espacio que ofrece la iglesia". La capacidad de contención y el despliegue hermenéutico de lo que sucede hasta en sus detalles más ínfimos favorece, definitivamente, la confluencia absoluta entre los espacios intra-inter y transubjetivos [17] .
 
La disolución de la sujetalidad se experimenta semana a semana. Las defensas emergen sintomáticamente estructurando el contexto como una "catarsis colectiva"; una vez visibilizado, el síntoma se interpreta como presencia divina, el pastor favorece su desplazamiento y libidiniza el espacio manejando adecuadamente la transferencia; la energía que sustenta el síntoma contenida en el espectro grupal y en la iglesia como cuerpo imaginario le permite al sujeto el contacto con lo "divino", se diluye conjuntamente con el carácter ante la posibilidad de satisfacer imaginariamente sus deseos reprimidos en la puesta en escena de su experiencia con Dios. Este es el contexto transferencial que deviene milagroso en la remisión de un síntoma, de una enfermedad crónica o de una dolencia compleja como el alcoholismo; éste constituye un caso de usual ocurrencia en los templos evangélicos chilenos.

La descodificación de los fenómenos transferenciales que acontece en estas prácticas devocionales, orienta nuestro trabajo en virtud de las demandas psicoterapéuticas  circunscritas al mundo popular. Y esto en el siguiente sentido: de alguna manera, nuestras intervenciones deben emular el espacio de contención que generan las iglesias. Esto es particularmente relevante en torno a la presencia de inclinaciones  caracteriológicas pre-psicóticas comunes en situaciones de pobreza; nos referimos al maltrato, la  postergación, la marginalidad y el abuso. En nuestro trabajo, el factor diferencial viene precedido por la ausencia de interpretación y por la renuencia a desplegar un ejercicio retórico singular o proveniente de alguna ideología en los cuales depositar la transferencia. Como resultado de esta escisión, dicha transferencia sólo puede estar destina al espacio grupal y a la contención de sus integrantes, a la resonancia que afecta las historias personales y a los resultados de la propia reflexión. En atención a lo que puede articular históricamente, el templo opera como dispositivo analítico que ordena el material subjetivo a través de una lobotomización de la conciencia, ésta descansa de acuerdo con Freud [18]  no sólo en la investidura narcisista del espacio grupal/institucional, sino también en la confluencia de estructuras intra-psíquicas ligadas a la organización imaginaria del espacio. En el desarrollo de dispositivos analíticos de intervención, nuestro objetivo fundamental es entender las dinámicas subjetivas asociadas a coordenadas socio-político-circunstanciales en donde emerge el síntoma. Y ello movidos por la necesidad de insertar el quehacer disciplinario en un contexto de exclusión social; este desafío nos compromete a cuestionar y acaso replantear, las prácticas tradicionales del trabajo terapéutico en su dimensión individual, pero igualmente, en su correlato sociocomunitario. Ambas estrategias han inspirado, hasta ahora,  los criterios al uso de acción contra la pobreza; el lento desarrollo teórico y técnico, la repetición a ultranza de estilos de trabajo fracasados, sin embargo, nos disuade a diseñar objetivos sobrios, incluso modestos--no por ello ingenuos-- en torno a la experiencia de sobredeterminación de fenómenos subjetivos en grupos marginales. El desarrollo de técnicas que recojan o contengan emergencias subjetivas equidistantes de la institucionalización psiquiátrica y de la escisión yoica producida por la sintomática religiosa, constituye un punto cardinal que orienta nuestra labor en ambientes populares. Los dispositivos de intervención que planteamos son necesariamente grupales, en el mejor de los casos, multitudinarios. Entendemos que la ineficacia del dispositivo individual obedece tanto a la legitimación de ciertos discursos hegemónicos, como a la voluntad de  institucionalizar los flujos afectivos, pero responde por sobre todo, a su escasez de cobertura; este es, sin lugar a dudas, el primer obstáculo que debemos superar.


Descripción del dispositivo

El diseño pretende constituir un dispositivo de enunciación analítico caracterizado  por el despliegue de contextos "regresivos". En tanto que el aparato psíquico se escinde, ello   supone que su funcionamiento es análogo a la estructuración de un niño que transita  a través de las etapas oral y anal. La experiencia ha sido pensada para trabajar con un grupo de cien individuos aproximadamente y requiere, además, del apoyo de treinta y cinco coordinadores en los distintos momentos de la intervención. Es una propuesta dirigida al trabajo psicoterapéutico inserto en un contexto específico y pretende proporcionar un contexto-setting donde los participantes sean capaces de vivenciar sus sensaciones íntimas bajo condiciones de resguardo y cuidado extremas. En contraste con el manejo transferencial que se verifica en grupos amplios en donde el orador o la ideología son los depositarios de la transferencia, en este caso sólo existe un cuerpo grupal constituido por participantes y coordinadores. El objetivo básico (y basal) de la actividad consiste en libidinizar el lugar de encuentro a través de un primer dispositivo de trabajo en base a una jornada de salud mental.

 Luego de esta primera actividad se conforman grupos encaminados al trabajo corporal y de reflexión que han de funcionar una vez por semana; el trabajo regular prodiga seguimiento y profundización de la experiencia, facilita un transcurrir distinto hacia la emergencia sintomática y  le imprime otro ritmo a la determinación estructural causada por mecanismos institucionales que coptan el deseo. Los grupos están conformados por participantes de la jornada antes referida. Ambos segmentos no aceptan interpretaciones de ningún tipo; el trabajo se orienta a generar las condiciones necesarias para elaborar algunas experiencias que se mantienen latentes en condiciones de estasis libidinal propias de la economía del carácter. La instalación del dispositivo analítico se pliega en la fantasía que los participantes depositan en el espacio imaginario de la jornada de salud mental al que asistieron  voluntariamente. Los motivos que esgrimen los asistentes son siempre variados: sintomatología manifiesta, necesidad de desarrollo personal, curiosidad, etc. En todos los casos, las observaciones de Missenard y Anzieu respecto a las fantasías que movilizan los espacios terapéuticos nos parecen rigurosamente justificadas. Asistir a un encuentro que se convoca a través de la dolencia,  implica movilizar una serie fantasmática relativa a su propia remisión e interrogar la potencia del lugar para satisfacer el deseo.
 
En virtud de lo planteado anteriormente, un eje organizador de la intervención está  conformado por el "rito de renacimiento" que se celebra utilizando una manga (denominada "manga de renacimiento") especialmente habilitada para aquellos casos que responden a matrices caracteriológicas esquizoide y oral. Con respecto a  los casos donde predominan los trastornos del self (simbiosis, narcisismo, masoquismo), existe una "manga intestinal". La instalación de estas mangas de quince (15) metros  de largo y de un (1) metro de  diámetro que los participantes deben cruzar, constituye una escenografía que favorece la mutación de fantasías e ideas recurrentes que fabrica el aparato psíquico de cada cual;  ofrece a lo menos, una alternativa plausible para enfrentar sensaciones y contenidos históricamente reprimidos hasta ese momento. La idea de renacimiento sigue esbozada en la instalación de la manga intestinal, pero lo medular es el sentimiento de encierro y de uso.

Este renacimiento viene precedido por un contexto general que se inicia en la depositación de expectativas y de fantasías asociadas a la jornada. La fantasmática se contextualiza en el trabajo grupal y en la catexia del espacio (también estructurada por el grupo) que hace de envoltura imaginaria reemplazando al yo epidermis. Como lo señala Anzieu, la experiencia de grupo se vive como el interior del cuerpo de la madre, en virtud que la subjetividad no existe todavía como tal, por tanto, existe la posibilidad de que ésta se re-asujete a los nuevos elementos aportados por los demás integrantes para imprimirles una nueva lógica interna. 

La instalación es un dispositivo analítico, ya en su diseño primero constituye una máquina que conecta el flujo emocional de cada participante con un devenir diferente si lo comparamos con el  condicionamiento histórico de los otros flujos energéticos. Tales flujos se hallan  ligados a las emergencias subjetivas y a la articulación de éstas bajo ciertas cláusulas determinadas por convencionalismos, las que subsumen tanto la expresión emocional, como el itinerario que ha seguido el deseo para satisfacer sus demandas propias. Lo terapéutico se homologa aquí a la capacidad de elaborar y simbolizar la propia experiencia en un contexto grupal; importa el análisis que efectúa el sujeto de sus formas defensivas, de su modo de agenciar el deseo; interesa acceder al movimiento impuesto por la naturalización de sus flujos bioenergéticos. 

La composición imaginaria del grupo se organiza en referencia a lo más arcaico; en esta couyuntura, la prevalencia de figuras básicas como la imago de la madre/padre están suficientemente justificadas a partir de los estudios que hace Freud en relación a la psicología de masas. Esta premisa determina la factura del trabajo en tanto que éste pretende tensionar al máximo la depositación de la fantasía en un espacio reservado a los participantes, más exactamente, nuestra labor discurre a través de un manejo cuidadoso y constante de las formas manifiestas de la transferencia parcial pre-edípica y en consecuencia, cartografía los procesos defensivos que gatilla su emergencia.

El trabajo propiamente tal empieza por poner en práctica una serie de ejercicios corporales que favorece la relajación de tensiones crónicas (lo que en nomenclatura reichiana se denomina bloqueo); luego se conforma un  cuerpo grupal que apunta a generar un setting encargado de "depositar" la energía circulante producida por la trizadura narcisista en el perímetro grupal (revestimiento narcisista del grupo como objeto); con un tiempo reservado a relajarse profundamente culmina una primera etapa que busca aclimatar a los participantes con el ámbito del trabajo. Entendemos que un espacio grupal con pretensiones terapéuticas como el nuestro, está obligado a otorgar a sus integrantes las garantías mínimas para facilitar el proceso de emergencia de "núcleos de vulnerabilidad". Es importante, por tanto, que la secuencia de ejercicios tenga una incidencia real en el estado de oxigenación del cuerpo y en la "entrega" al trabajo, simbolizada en la posibilidad de distenderse y confiar en el espacio dispuesto para ello.
 
La realización al unísono de una rutina de ejercicios pretende desarrollar la conciencia corporal de quienes participan. Los coordinadores asumen un rol de articulado transferencial  del grupo. En un primer momento, toda la actividad se encuadra en una lógica directiva a fin de disminuir--hasta que alcance sus niveles mínimo-- la transferencia entre los participantes y la angustia de fraccionamiento consecuente; todo debe favorecer la autopercepción de los procesos vitales, especialmente la conciencia de la estructura muscular y de las zonas tensionadas; esta conciencia se logra mediante estimulación motriz y posteriormente, a través de ejercicios respiratorios. El objetivo de esta primera etapa consiste en "aflojar" la estructura muscular que sostiene la actividad psíquica y evitar la regresión vía transferencia simultánea. El  setting conduce la depositación de las angustias en dirección al espacio grupal, esta es función primordial de los coordinadores. En el anonimato propiciado por la identificación con el espacio, se cobija el  primer índice del grupo habiéndose ya  corporalizado.

Tras la relajación se invita a los participantes a graficar sus relaciones familiares sirviéndose de un árbol genealógico; se pasa a identificar, seguidamente, las emociones básicas y su distribución en el cuerpo a través de un  pictograma. Esta información es determinante ya que el trabajo posterior va a desplegarse en base a la relación establecida con los padres y en torno al proceso identificatorio de las distintas etiologías caracteriológicas que se recaban en el  momento.  Acto seguido comienza el momento más delicado de la intervención. El trabajo en grupo produce la escisión del aparato psíquico individual, propiciando la transferencia absoluta de las formas de catexia narcisista en los límites ya descritos. En orden a verificar el nivel regresivo de los participantes y obedeciendo a la inscripción cartográfica de las manifestaciones sintomatológicas, la figura del cuerpo grupal es el continente propicio para determinar la dinámica psíquica al igual que sus  flujos bioenergéticos concomitantes.

Bibliografía.

[1] Este texto da cuenta del trabajo realizado por la Unidad de Esquizoanálisis del Centro de Asistencia Psicológica de la Universidad Arcis. Nuestro objetivo genérico ha sido analizar las formas de trabajo en relación a lo inconsciente; estas ponen énfasis en las consecuencias y condicionamientos pragmáticos de los procesos, en otras palabras, considera que estas disposiciones son el material mismo del inconsciente que se devela a través de la pragmática del ser.

[2] G. Deleuze, Curso del 16, 11, 1971: Traducido por E. Hernández [epropal@col12.telecom.com.co]

[3] ‘Ocurre que el capitalismo como hemos visto, es el límite de toda sociedad, en tanto que opera la descodificación de flujos que las otras formaciones sociales codificaban y sobrecodificaban. Sin embargo, es su límite, o cortes relativos, porque sustituye los códigos por una axiomática extremadamente rigurosa que mantiene la energía de los flujos en un estado de ligazón al cuerpo del capital como socius desterritorializado, pero también e incluso más implacablemente que cualquier otro socius. La esquizofrenia por el contrario, es el límite absoluto que hace pasar los flujos al estado libre en un cuerpo sin órganos desocializado'. G. Deleuze - F. Guattari, El Anti-Edipo, México 1996, 253. ‘Existen complejos económico-sociales que también son verdaderos complejos del inconsciente, y comunican una voluptuosidad de arriba debajo de su jerarquía (el complejo militar industrial). Y la ideología, Edipo y el falo, no tienen nada que hacer en este caso, ya que dependen de ello en lugar de ser su principio. Se trata de flujos, stocks, cortes y fluctuaciones de flujos; el deseo está en todo lugar donde algo fluye y corre, arrastrando sujetos interesados, pero también sujetos ebrios y adormilados, hacia desembocaduras mortales'. Id., o.c.,  110. 

[4] ‘No se trata de un simple configuración gestáltica que cristalice la prevalencia de la "buena forma". Se trata de algo más dinámico que yo quisiera situar en el registro de la máquina , que opongo al de la mecánica. Fue en su carácter de biólogos como H. Maturana y F. Varela propusieron el concepto de máquina autopoiética para definir los sistemas vivientes' (...)  ‘ No se trata de un objeto dado en coordenadas extrínsecas , sino de una conformación de subjetivación que otorga sentido y valor a territorios existenciales determinados. Esta conformación debe trabajar para vivir, procesualizarse a partir de las singularidades que la percuten. Todo esto implica la idea de una necesaria práctica creativa e incluso de una pragmática ontológica'. F. Guattari, Caosmosis, Buenos Aires 1996, 115.

[5] ‘Aquello que es significativo para un organismo, está dado precisamente por su constitución como proceso distributivo, con una indisoluble unión entre los procesos locales en los que ocurren las interacciones ( por ejemplo, las fuerzas físico-químicas actuantes en una célula) y la entidad coordinada que equivale a la unidad autopoiética, dando lugar al manejo de su medio ambiente sin necesidad de acudir a un agente central que mueva los controles desde afuera (como un elain vital) o un orden pre-existente en una localización particular, como un programa genético que espera ser expresado'. F.Varela, El fenómeno de la vida, Santiago de Chile 2000, 87. ‘Lo mismo sucede con los tipos de narrativas que acompañan a los "yoes", tales como los valores, hábitos y preferencias. desde un punto de vista lógico funcionalista el "yo" puede ser entendido "para" la interacción con otros, para la creación de la vida social. De estas articulaciones surgen las propiedades emergentes de la vida social, donde los "yoes" insustanciales/vacíos son los componentes básicos. Por tanto siempre que encontramos regularidades como las leyes o los papeles sociales y los concebimos como algo dado desde afuera, caemos en la misma falacia de otorgar a cualquier propiedad emergente una identidad sustancial, en lugar de verlas como un proceso distributivo, mediado por las interacciones humanas'. Cf. Id., o.c., 106.


[6] Cf. F. Navarro, Caracteriología post-reichiana,  Sao Paulo 1996.

[7] Cf. W. Reich, Análisis del carácter, México 1986. El autor plantea aquí un cuestionamiento al instinto de muerte a propósito del análisis de las resistencias del carácter masoquista. En su crítica establece que la tendencia autoflagelante del masoquista no obedece al instinto de muerte sino a una función de descarga bioenergética.  El revestimiento masoquista es propio de la   forma caracteriológica  occidental,  reproduce un modelo de subjetividad sumisa y reaccionaria a través de la educación temprana de la agresividad que Reich define conducto natural de la satisfacción de los instintos.

[8] ‘Reich presiente un principio fundamental del esquizoanálisis cuando dice que la destrucción de las resistencias no debe esperar al descubrimiento del material. Pero es por una razón mucho más radical que la que él pensaba: ocurre que no hay material inconsciente, de tal modo que el esquizoanálisis no tiene que interpretar nada. No hay más que resistencias, y además máquinas , máquinas deseantes.  Edipo es una resistencia; si hemos podido hablar del carácter intrínsecamente perverso del psicoanálisis es a causa de que la perversión en general es la re-territorialización de los flujos de deseo, cuyas máquinas al contrario, son los índices de producción desterritorializadas'. G. Deleuze - F. Guattari, o.c (cf. nota 3), 324.

[9] 'Se trata de explorar y de volver productivas zonas de semiotización  que ya no sólo tienen como tarea articularse unas con otras, de poner en correspondencia plurívoca colecciones: 1) de figuras de expresión 2) de entidades mentales 3) de objetos referidos (reales o virtuales), pero también, como suplemento de estas funciones clásicas de representación y denotación, enganchar una función de existencialización, características de las pragmáticas ontológicas y que consiste en desplegar y en concatenar intensivamente cualidades existenciales específicas. Me basta, en esta etapa, con señalar que los índices intensivos, los operadores diagramáticos implicados por esta función, no tienen ningún carácter de universalidad: esto conducirá al esquizoanálisis a distinguirlos, a pesar de ciertas similitudes, de los objetos parciales del kleinismo o del objeto "a" del lacanismo. Son más bien cristales existenciales, puntos de bifurcación fuera de las coordenadas dominantes, a partir de los cuales pueden surgir universos de referencia mutantes. ¡Pero tal vez estas entidades cartográficas les parezcan muy misteriosas a algunos! Es verdad que ya no tenemos acceso espontáneo a ellas, como en los buenos tiempos del pensamiento "animista", o como sucede aún en el transcurso de ciertas experiencias de ruptura con la "normalidad". De esto se desprende la necesidad de construir enteramente dispositivos de enunciación analíticos que no dejan de tener relación con los de la creación artística para volver a encontrar la eficacia. Señalemos por último que la cuestión de la promoción de estos "analizadores" desborda ampliamente al psicoanálisis  y al arte ya que concierne a la capacidad de nuestras sociedades para conquistar nuevos grados de libertad en relación con las coerciones económicas y sociales existentes y para  recentrar las finalidades colectivas e individuales de la actividad humana en nuevos objetivos'. F. Guattari, Cartografías esquizoanalíticas, Buenos Aires 2000, 53.

[10] La identidad--como lo plantea Varela-- no tiene carácter sustancial, ni centro, ni eje, está integrada por el enlace que produce un plus de significado que no constituye un sujeto, sino un sí mismo insustancial. Ello no significa que se desatienda la configuración molar de la personalidad, se trata de disponer de contextos tanto de análisis como de acción que permitan una lectura y una praxis construida en base a los condicionamientos político-económicos de la subjetividad. Esto significa considerar la producción deseante que se enrola en una actividad recursiva en relación al contexto. 

[11] Cf. W. Reich, Psicología de masas del fascismo, Buenos Aires 1972.

[12]   ‘Las identificaciones están constituidas por la pluralidad de las personas psíquicas y por la red de los objetos abandonados o perdidos o instalados en el yo' (...) ‘cuando recibimos proyecciones, o cuando somos despertados al deseo por un objeto, lo que resulta movilizado no es sólo un objeto, sino la red o el grupo de los objetos, de los afectos y de las representaciones a que se liga por investiduras que constituyen, en suma, una memoria'. R. Kaës, El grupo y el sujeto del grupo, Buenos Aires 1995,       179.

[13] ‘El grupo es un escenario de la seducción multilateral y polimorfa: cada uno intenta despertar en los otros una excitación excitante para él mismo y a la vez defenderse de los aspectos peligrosos de estas tentativas, cada uno es movilizado en la representación inconsciente de que él es causa del deseo que pone en movimiento la excitación en el otro, desconociendo entonces la suya propia, y cada uno, según los términos de las representaciones y de las movilizaciones afectivas que le impone su estructura y su historia, está en una relación crítica entre su experiencia de la excitación y el sentido sexual de ésta para él. Dicho de otro modo, cada uno se ve llevado a enfrentar las singularidades de su historia traumática, las resoluciones sobrevenidas en la resignificación y las éstasis libidinales a la espera de un desenlace'. Id., o.c., 297.

[14] Anzieu plantea que tanto en el grupo como en el sueño existe una triple regresión: Cronológica (verificándose en ella el predominio de los procesos primarios); Tópica (donde prima el principio del placer); Formal (en la cual  se observa el recurso a modos de expresión arcaicos, el pensamiento figurativo y la comunicación en base a gestos , miradas, movimientos repetitivos, esteriotipias, etc.). Cf. D. Anzieu, El grupo y el inconsciente, Madrid 1986.

[15] Según A. Missenard ‘las técnicas de grupos no directivas ponen en tela de juicio las identificaciones imaginarias individuales y obligan a los participantes a abandonarlas al precio de la angustia de rotura, al miedo a cambiar, por ello la interpretación siempre se dirige al grupo a partir de la nivelación grupal en la que nadie está individualizado, los participantes reconstituyen poco a poco las identificaciones imaginarias perdidas, este proceso se efectúa en dos etapas: la primera corresponde a la identificación con los otros, que permite una re-individuación; la segunda corresponde a la constitución del cuerpo grupal, el grupo como contención de pulsiones y fantasías constituye un sustituto del yo epidermis como prótesis compensadora de los déficit narsicistas, el grupo dirige el tratamiento de las dificultades y la satisfacción de las necesidades del sujeto'. En Id., o.c., 199.

[16] ‘Experimentamos así la impresión de hallarnos ante una situación en la que el sentimiento individual y el acto intelectual personal son demasiado débiles para afirmarse por sí solos sin el apoyo de manifestaciones afectivas e intelectuales análogas de los demás individuos. Esto nos recuerda cuán numerosos son los fenómenos de dependencia en la sociedad humana normal, cuán escasa originalidad y cuán poco valor personal hallamos en ella y hasta qué punto se encuentra dominado el individuo por las influencias de un alma colectiva tales como las propiedades raciales, los prejuicios de clase, la opinión publica, etc. El enigma de la influencia sugestiva se hace aún más oscuro cuando admitimos que es ejercida no sólo por el caudillo sobre todos los individuos de la masa , sino también por cada uno de éstos sobre los demás y habremos de reprocharnos la unilateralidad con que hemos procedido al hacer resaltar casi exclusivamente la relación de los individuos de la masa con el caudillo, relegando, en cambio, a un segundo término el factor de la sugestión recíproca'. S. Freud, Psicología de masas y análisis del yo en Id., Obras Completas, Madrid 1996,  2593.                                                                                   

[17] ‘La constitución libidinosa de una masa (...) o sea de la masa que posee un caudillo y no ha adquirido aún , por una organización demasiado perfecta, las cualidades de un individuo. Tal masa es una reunión de individuos que han reemplazado su ideal del yo por un mismo objeto, a consecuencia de lo cual se ha establecido entre ellos una general y reciproca identificación del yo'. Id., o.c., 2592.

[18] ‘Las masas humanas nos muestran un cuadro ya conocido, del individuo dotado de un poder extraordinario y dominando a una multitud de individuos iguales entre sí, cuadro que corresponde exactamente a nuestro cuadro de la horda primitiva. La psicología de dichas masas nos es conocida por descripciones repetidamente mencionadas -la desaparición de la personalidad individual inconsciente, la orientación de los pensamientos y los sentimientos en un mismo sentido, el predominio de la afectividad y de la vida psíquica inconsciente, la tendencia a la realización inmediata de las intenciones que puedan surgir de toda esta psicología , repetimos, corresponde a un estado de regresión, a una actividad anímica primitiva, tal y como la atribuiríamos a la horda primitiva.' Id., o.c., 2596.

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